Cuando los riñones fallan de golpe: nuevas claves frente al fracaso renal agudo

Alberto OrtizJefe del Servicio de Nefrología e Hipertensión del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid y coordinador de la Red de Investigación Renal (REDINREN) del Instituto de Salud Carlos III

La principal función de nuestros riñones es eliminar los residuos, ayudar con el equilibrio de líquidos y electrólitos en el cuerpo. Forma parte de su rutina, desde que nacemos, aunque a medida que envejecemos van perdiendo facultades, lo que hace que hasta un 13 por ciento de la población española y el 60 por ciento de los mayores de 80 años sufran enfermedad renal crónica. Toda una epidemia que, según la Sociedad Española de Nefrología (SEN), es silenciosa, dado que más de la mitad no saben de su problema.

Pero mientras que esta pérdida de facultades es progresiva, hay diferentes factores que pueden hacer que pierdan esta capacidad de forma rápida, en menos de 2 días. Este fracaso (nombre literal, al que acompañan los apellidos de renal agudo) puede deberse a una necrosis tubular aguda (NTA), enfermedad renal autoinmunitaria; un coágulo de sangre por el colesterol; la disminución del flujo sanguíneo debido a presión arterial muy baja, enfermedad grave o cirugía, trastornos que causan coaulación dentro de los vasos sanguíneos del riñón, infecciones como pielonefritis aguda o septicemia, complicaciones del embarazo, obstrucción de las vías urinarias o determinados medicamentos.

Y cuando esto sucede, con una prevalencia de 200 casos por millón de habitantes y año, la gravedad del problema hace que hasta el 50 por ciento de los afectados acaben falleciendo. Además, la estadística aumenta considerablemente cuando se trata de pacientes ingresados en las UCI hospitalarias.

Hasta ahora (¡y desde 1945!), el tratamiento habitual del fracaso renal agudo consistía en someter al paciente a diálisis a la espera de que el riñón o riñones afectados se fueran recuperando por sí solos. Sin embargo, recientemente hemos descubierto cuál es el proceso de muerte celular que desencadena, en dos fases, la insuficiencia renal aguda.

Nuestro hallazgo, publicado recientemente en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), permitirá prescribir un tratamiento precoz antes de que el desarrollo de la enfermedad obligue a la diálisis como única solución terapéutica.

Centramos la atención en los denominados túbulos renales, la parte más extensa de la nefrona, que es la unidad funcional del riñón. A través de estos túbulos, el riñón realiza un segundo procesado más preciso, reabsorbiendo las sustancias útiles que se filtraron inicialmente por el glomérulo, tales como iones sodio y potasio, glucosa, aminoácidos y agua. De hecho,  la civilización ha sido posible gracias a los túbulos renales y deberíamos erigirles un monumento por esto: en ausencia de túbulos, orinaríamos 180 litros al día y dedicaríamos nuestras vidas a beber y orinar, sin tiempo para contribuir al progreso de la humanidad. También se encargan de expulsar mediante la orina ciertos desechos metabólicos circulantes, como ácido úrico, ácidos, creatinina, etc.

El avance ha sido la identificación de dos olas de muerte de células tubulares del riñón durante el fracaso renal agudo. La primera de ellas recibe el nombre de ferroptosis y la segunda se conoce como necroptosis, y ambas son formas de muerte reguladas y gracias a ello se pueden tratar.

El fracaso renal agudo se puede identificar mediante un análisis de sangre, pero solo después de que las células hayan muerto por ferroptosis. En un trabajo previo, publicado en la prestigiosa revista Journal of the American Society of Nepphrology (JASN) en 2017, caracterizamos la regulación de la ferroptosis y su interés para desarrollar tratamientos que previenen el fracaso renal agudo. Esta primera ola de muerte provoca un deterioro de la función de los riñones que hace posible el diagnóstico de la patología. Esto, habitualmente se diagnostica la enfermedad cuando la ferroptosis ya ha ocurrido. El interés del nuevo trabajo en PNAS radica en que ahora podemos identificar el fallo en los riñones antes de la segunda ola de muerte celular por necroptosis y así podemos aplicar el tratamiento que evite esta segunda ola de muerte y corte la progresión de la enfermedad.

En este sentido, la investigación también hará posible la administración de un tratamiento contra la segunda ola de muerte celular, consistente en inhibidores de quinasas que impiden que la necroptosis llegue a producirse.