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Tráfico aéreo en Europa, 08/09/2014 a las 11:00 CET.

La magia de volar (3 de 3)

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Aún pasaría otro siglo y pico antes de que aprendiésemos a volar con máquinas más pesadas que el aire, lo que veremos en una próxima entrada. El caso es que hoy dividimos las aeronaves en dos grandes tipos: los aerostatos y los aerodinos. Los aerostatos son los globos y dirigibles, que alcanzan la sustentación convirtiéndose en máquinas más ligeras que el aire mediante el principio de Arquímedes. Los aerodinos, aquellas que lo consiguen desplazando sus alas a través del aire, bien sean fijas (aviones, veleros planeadores, ekranoplanos, cometas, alas delta…) o giratorias (helicópteros, autogiros, convertiplanos…), a través de los principios de la aerodinámica. Además tenemos algunas cosas un poquito raras, como los aerodeslizadores u hovercrafts, generalmente considerados aerodinos. Y luego están los cohetes, que juegan en su propia liga a pura fuerza de motor.

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La magia de volar (2 de 3)

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Pero no se nos dio muy bien. Dentro de ciertos límites, un humano puede correr y saltar como una gacela o un león. Puede nadar y bucear como un pez o un delfín. Más o menos, ya me entiendes. Sin embargo, durante miles de siglos, todo humano que osó lanzarse desde las alturas a conquistar los cielos –o más probablemente lo empujaron, o se cayó– tuvo el desagradable problema de acabar deshuesado en el pedregal de más abajo. Podemos correr, nadar, bucear y saltar de manera natural. Hasta penetrar en el subsuelo, y lo llamamos ser un cavernícola, y mucho más tarde, espeleología. O minería. Pero volar, lo que se dice volar, eso sólo estuvo a nuestro alcance en los sueños y las leyendas durante la inmensa mayor parte de nuestra existencia.

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La magia de volar (1 de 3)

Asaltando los cielos

Aún me acuerdo de mi primer vuelo, y mira que era crío. Pero crío del todo, de tener solamente pelo en la cabeza, en vez de al revés. Fue con Iberia, porque me acuerdo de los colores del avión y además por esas décadas, la verdad, tampoco había mucho más para elegir. 😉 Puede que en un Boeing 727 de aquellos, pero no he hagas mucho caso. Hace demasiado tiempo.

Fue un vuelo horroroso. 😛 O, al menos, eso decían todos los adultos a mi alrededor, de divertidos colores entre el blanco, el verde y algún tono de violeta. Nos pillaron unas turbulencias bastante cañeras y luego una tormenta bravita mientras descendíamos hacia un aeropuerto invisible en medio de la noche. Había quien juraba no volver a pisar jamás una de esas máquinas infernales, si es que salíamos con bien.

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