Opinión
El sexo reinante
13 de abril de 2018
Se tiende a pensar que los ciudadanos que nos preceden son inferiores a los actuales en algún sentido general e indefinido. En el caso de la redacción y aprobación de la Constitución española, se tiende a pensar que los ciudadanos que la votaron no eran, de esa misma forma general e indefinida, conscientes de lo que refrendaban. Y sin embargo, a quienes la redactaron se les da el nombre de “padres”, o sea “los padres de la Constitución”. Progenitores de unos hijos tontos, vendría a ser la conclusión.
En lo referente a la monarquía, aquellos “padres” redactaron lo siguiente, ratificado por sus “hijos”:
El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica (…). La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. (Artículo 56)
La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos. (Artículo 57)
En resumen, aquel plantel de padres solteros dio a luz una Constitución donde se decidió, y así permanece, que cualquier varón está por encima de una hembra en la sucesión de la corona, algo que no pasaría de las páginas de la revista Hola si no fuera porque se trata de la jefatura del Estado. Algo, además, que supone una anomalía dentro de las monarquías europeas, Mónaco y Liechtenstein aparte.
Jefatura del Estado
“Entonces yo metí la palabra Rey y la palabra Monarquía en la Ley [para la Reforma Política], y así dije que había sido sometido a referéndum ya”. Corría 1995 cuando el ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez confesó a la periodista Victoria Prego que lo de la monarquía fue una triquiñuela. Es lo que tienen los “padres de”, que te cuelan un jefe de Estado como quien finge robarle la nariz al niño por el entrañable método de colocar el pulgar entre el índice y el corazón. “La mayor parte de los jefes de Gobierno extranjeros me pedían un referéndum sobre monarquía o república (…). Hacía encuestas y perdíamos…”.
O sea, que aquel joven dirigente franquista, con cargos en la dictadura desde 1958 hasta la muerte del tirano en el 75, razón por la cual se le nombró aeropuerto, coló una jefatura de Estado sobre la cual debería interesarnos el sexo reinante.
Se tiende a pensar que los ciudadanos que nos preceden son inferiores a los actuales en algún sentido general e indefinido. Queda claro que no.