Opinión
Por ellas, por todas
5 de marzo de 2019
En los primeros quince días de este año 2019, cinco hombres mataron a cinco mujeres porque eran mujeres. Solo en la primera quincena del año nuevo, cinco asesinatos decidieron ya que éste sería un 2019 sin diferencia con el pasado: un año negro por los feminicidios y la violencia machista. En el momento en el que escribo estas líneas, son once las mujeres asesinadas (degolladas, descuartizadas, apuñaladas, asfixiadas,…) También hay mujeres violadas (por uno o varios hombres a la vez), golpeadas, humilladas, acosadas, silenciadas y aterradas por si las matan o –sobre todo– matan a sus hijos/as. Padres que asesinan a sus hijos o a las madres de éstos/as. Hombres que odian a las mujeres. Criminales machistas.
Este 8M tiene muchos rostros doloridos. Demasiados. Caras golpeadas, tristes, cabizbajas, amoratadas, sanguinolentas o hinchadas de tanto terror y llanto. No tiene, en cambio, los rostros fríos y demacrados de las víctimas mortales, que ya no están ni podrán salir a la calle e ir a la huelga con todas nosotras. Este 8 de Marzo tiene que ser suyo. Nos faltan. Nos duelen.
La ausencia de tantas de nosotras por las calles del mundo no debe, sin embargo, hacer del 8M un día de abatimiento por una batalla que se alarga demasiado pero que no es en vano. Al contrario. Tenemos que desbordar las aceras, los caminos y las carreteras porque la violencia de género ocupa –al fin– la agenda política, judicial, legislativa o ejecutiva y hace solo 16 años, ni siquiera existían oficialmente las víctimas de violencia machista: las estadísticas recogen esta macabra lista solo desde 2003. Y ya llegan al millar.
Este 8 de marzo tenemos que gritar a pulmón lleno y hasta en la aldea más remota que estamos aquí y somos muchas, además, respaldadas por cada vez más hombres que no odian a las mujeres. Recordemos que sin nosotras se para el mundo y se acaba la vida. Recordemos que, de todas las posiciones posibles en las que podemos y queremos estar las mujeres, no son el poder que da la presidencia de un banco, una cartera ministerial, la dirección de un periódico o la alta magistratura lo que nos hace más fuertes. Es la unidad de todas la que nos hará invencibles para lograr el propósito último de esta lucha: la igualdad y el fin de las violencias que nos recuerdan cada segundo que no tenemos los mismos derechos que los hombres.
El objetivo último de la lucha feminista no admite matices: la igualdad o es o no. El machismo no se acaba a medias: si tocan a una, tocan a todas. Si amenazan a una, amenazan a todas. Quien mata a una nos quiere matar a todas. Por las asesinadas, por su dolor silenciado a golpes, tenemos que estar juntas. Siempre, pero sobre todo, hemos de mostrarlo el 8 de marzo. Tengamos presentes que nos quieren divididas y que los augurios pasados son hechos presentes: la ultraderecha, el machismo más recalcitrante, la rancia misoginia de hombres (y mujeres) cobardes se han institucionalizado en un Parlamento, el andaluz, y corren a ocupar escaños en el Congreso y otras asambleas y plenos. España ya no es “la excepción europea” y tiene a su partido xenófobo, homófobo, racista y machista formando parte de la maquinaria del Estado. Impregnándola de la peor cara de los partidos políticos: el fascismo.
Con este especial, y desde la legitimidad que le dan sus millones de lectores y miles de socios/as, Público quiere hacer un llamamiento al feminismo para este 8M: caer en la trampa de la desunión y la ruptura nos hará vulnerables frente al peor enemigo posible, que ya es institución política y viene con las peores intenciones. Las mujeres asesinadas, maltratadas, violadas o acosadas no merecen pelea alguna por ver quién de nosotras tiene más razón en la consecución de la igualdad plena y el fin de las violencias machistas. Nunca nos perdonaríamos entre nosotras que el feminismo se agriete en el mejor momento de su historia, cuando más y mejor nos organizamos, trabajamos y logramos. Nuestros/as hijos y nietos tampoco perdonarían el país que les dejaríamos.
A las muertas debemos este 8M. Por las asesinadas tenemos hoy que volcarnos en una lucha fraternal desde la firmeza de nuestras inapelables razones y el poder de nuestra unión. Tiempo habrá para debatir sobre el mejor de los caminos y el más amable de los senderos para lograr un país de iguales y diversos/as. Tiempo tendremos para convencernos entre nosotras de la bondad de unas propuestas o el error de otras, sin imposiciones ni desprecios, con la sintonía y la profundidad argumental que siempre han marcado la revolución de las mujeres.
Hoy toca llorar por nuestras hermanas muertas y sonreír por las que no morirán porque pudimos impedirlo. Juntas. Todas. Para hacer de la unidad, victoria.