JOSÉ CASTILLO

Angélica Velasco: "La dominación de los animales y de las mujeres prostituidas se basa en la misma lógica"

Angélica Velasco (Valladolid, 1986) es profesora de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valladolid. Se presenta a sí...

Andrea Momoitio

Angélica Velasco (Valladolid, 1986) es profesora de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valladolid. Se presenta a sí misma como “ecofeminista animalista por el fin de toda forma de dominación”. Sabe que su discurso habitualmente es ridiculizado, pero no titubea. Hablamos con ella de contradicciones, de animalismo y de patriarcado. En su voz, todo encaja.

¿En qué creen las personas que no comen ni explotan animales?

En algo muy sencillo: cualquier ser que sufre, y que no quiere sufrir, debería ser tratado con respeto. Debería tenerse en cuenta su interés por no sentir dolor y, por tanto, no causarle sufrimiento ni provocarle la muerte.

¿Quiénes son esos seres que sufren?

Hablamos de seres que sufren porque si hablásemos de seres vivos tendríamos que hablar de biocentrismo, de la importancia que tienen las plantas.

¿Qué es eso del biocentrismo?

El biocentrismo es la teoría ética que nos dice que hay que tener respeto por todos los individuos vivientes: animales, humanos y plantas. Por otro lado, el sensocentrismo es la teoría que atiende a los individuos que pueden sufrir. El animalismo toma en cuenta la capacidad de sufrir de un ser y su interés por no hacerlo.

Nuestra actitud sobre el respeto que se les debe a los animales es muy distinta en cada caso. Ya no soportamos tanto el maltrato hacia los perros, pero somos más permisivas con lo que les pasa a las vacas y ni siquiera nos acordamos de los peces.

La psicóloga Melanie Joy, en el libro Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas, habla de ideología carnística. Se nos educa para que creamos que unos animales merecen nuestro amor, pero otros son considerados objetos que satisfacen nuestras necesidades y caprichos.

Nos horroriza el maltrato a animales cercanos, como perros y gatos, pero obviamos, por ejemplo, que la muerte por asfixia de los peces es terrible. Ignoramos el sufrimiento de los animales que no son considerados animales de compañía. A ellos les concedemos más respeto, aunque tampoco tanto.

Ese respeto se ha ido ganando en los últimos años. ¿Está pasando lo mismo con otros animales?

Yo intento ser positiva, a pesar de que la realidad nos muestra cosas terribles, porque cada vez hay más personas involucradas en esta lucha.

Uno de los argumentos más habituales para no considerar la lucha animalista es apelar al ciclo de la vida. Ya sabes, el gato se come al ratón.

A nadie nos gusta renunciar a nuestros privilegios. Explotar a los animales para nuestro consumo, en zoológicos, para la experimentación, la tauromaquia... son privilegios. Los animales no tienen voz. No pueden defenderse a sí mismos y son absolutamente vulnerables. Hay un componente fundamental para analizar si algo es moral o inmoral: la libertad. Si te ponen una pistola en la cabeza y te obligan a matar a tu padre, no se puede considerar que hayas actuado inmoralmente. No se puede considerar que un acto es inmoral si no ha habido libertad para ejercerlo.

Eso pasa con los animales: un león no tiene libertad para decidir comer otra cosa. Sin embargo, los humanos sí. Eso es lo fundamental de la moralidad humana: somos racionales y podemos plantearnos otras opciones. Tenemos la libertad de plantear otra opción.

 ¿Por qué parece un capricho progre y urbano mantenerse en equilibrio con otros animales?

No es cierto. Vandana Shiva, filósofa ecofeminista india, cuenta que la cultura alimenticia de su país es fundamentalmente vegetariana. Decidir no comer productos de origen animal, basar tu dieta en cereales y vegetales, no es algo propio de eso que llaman primer mundo. No es algo que solo se puedan permitir unos pocos, pero las personas que comen animales también comen cereales, pasta, arroz, legumbres. Simplemente se trata de eliminar los productos de origen animal de nuestra dieta. Está muy asumido que ser vegano es caro. Si consumes productos procesados, como  hamburguesas o salchichas veganas, sí que puede resultar más costoso.

No se trata solo de lo que comemos. ¿Qué pasa con la ganadería extensiva, con esa que promueve aprovechar eficientemente todos los recursos del territorio? Entre ellos, claro, el abono de los animales. El abono químico es peor, sí, pero el abono natural no solo proviene de la ganadería extensiva. Puedes, perfectamente, tener un santuario de animales.

¿Qué es un santuario de animales?

Son espacios destinados a rescatar animales procedentes de la explotación humana para darles una vida digna. Darles la vida que se merecen. Por ejemplo, en Madrid, está el santuario Vegan. Es uno de los más conocidos de España. Rescatan animales de situaciones de explotación y les dan una vida digna. En estos sitios se puede ver cómo son los animales cuando están en libertad y se respeta su forma de vida.

¿Qué opina de la domesticación de los animales?

En el libro Zoopolis, Sue Donaldson y Will Kymlicka hablan de la necesidad de otorgar distintos derechos de ciudadanía a los animales según la relación que establezcamos con ellos. Proponen que los animales domesticados tengan todos los derechos de ciudadanía porque forman parte de nuestra comunidad soberana. Luego hablan de los animales salvajes, que simplemente tendrían derechos negativos y también de los animales liminales, los que no son domesticados, pero que viven entre nosotros: palomas, ratas o ardillas serían algunos ejemplos.

En este libro se habla de la domesticación para la convivencia respetuosa. Hablan, sobre todo, de los animales que llamamos animales de compañía o mascotas porque la ganadería también es una forma domesticación. Los humanos conseguimos cosas muy profundas y satisfactorias cuando convivimos con un animal y ellos también: protección, alimento y cariño. No es malo si hay una relación de simbiosis, pero estoy en contra de la domesticación de especies que no pueden ser domesticadas. Por ejemplo, los pájaros.

Últimamente se propone el adiestramiento de perros para proteger a mujeres víctimas de violencia machista.

Tuvimos una vez un debate muy fuerte con un adiestrador de perros para personas ciegas. Él nos aseguraba que el perro vivía muy bien, pero el perro no paraba de llorar porque quería jugar y el adiestrador no le dejaba. Ahí estamos cosificando al animal: lo estamos utilizando como un instrumento para nuestras necesidades. Todas sus necesidades quedan anuladas. Otra cosa es que tú convivas con un animal y pueda ayudarte a evitar una situación de violencia, que no sería tan problemático. Si el animal es visto de entrada como un objeto... yo estoy completamente en contra.

La creencia de que somos superiores a otras especies es porque somos capaces  de razonar. La distinción entre razón- naturaleza ha sido precisamente uno de  los principales pilares del patriarcado para someter a las mujeres.

Sí. Precisamente esa idea de que las mujeres somos naturaleza ha legitimado nuestra dominación. Ha pasado lo mismo con los animales: los animales son inferiores a los humanos y, por eso, se les puede dominar sin problema. A lo largo de la historia, no solo es que se haya considerado a las mujeres más naturales y emocionales, sino que se nos ha considerado animales. Kant decía que la mujer es un animal doméstico. Ese es el punto de contacto.

A ver, poco a poco...

A la hora de legitimar la dominación de las mujeres, históricamente se ha apelado a que somos animales. Si desatendemos la dominación de los animales, olvidamos una parte fundamental de la dominación de las mujeres. Hay un aspecto de vinculación muy claro entre la lucha feminista y la lucha animalista: cómo los maltratadores utilizan la violencia contra los animales con los que viven las mujeres como una forma de maltrato más. Es decir, si yo mato al perro con el que tú convives sabiendo que es el ser al que más quieres, con el que tienes un vínculo emocional fuerte... es para destrozarte psicológicamente. En ese caso no habría que atender solo al daño que se hace a la mujer sino que habría que hablar también del año que se hace al animal.

Si las feministas queremos un mundo justo tenemos que saber que un mundo basado en el sufrimiento y el asesinato de millones y millones de animales no lo es. Por otro lado, el movimiento animalista tiene que revisarse el sexismo. Es un movimiento feminizado, pero los portavoces y los grandes teóricos son hombres. Por no hablar de las campañas que utilizan el cuerpo de las mujeres sexualizado. Las dos luchas tienen que revisarse para tender puentes entre sí.

Usted relaciona la dominación de los animales con la que sufren las mujeres prostituidas.

Sí, porque se basa en la misma lógica: las mujeres somos objetos para que los hombres nos exploten sexualmente y los animales son objetos para el consumo humano. Si establecemos que la esencia de un individuo es servir a los fines de otro, la violencia queda legitimada. No se entiende que la prostitución es una forma de explotación contra las mujeres, que atenta contra la igualdad, de la misma manera que no entendemos que la explotación de los animales atenta contra la justicia. Imagina un mundo idílico en el que hayamos acabado con todas la formas de dominación entre humanos. Ya no hay sexismo, racismo ni heterosexismo... Ningún tipo de dominación entre humanos, pero, sin embargo, sigue existiendo dominación en los animales. ¿Podemos considerar que es un mundo no violento y pacífico? Por supuesto que no. Porque nuestras vidas estarían basadas en la más absoluta violencia contra los animales.

Explíquese mejor, por favor.

La escritora feminista Carol J. Adams, en su libro La política sexual de la carne, nos dice que el patriarcado crea la idea de que las mujeres solo somos cuerpos sexuales a disposición de los hombres y a los animales se les entiende como cuerpos comestibles. Yo he establecido el punto de contacto entre prostitución y la explotación de los animales desde las propuestas de la filósofa Ana de Miguel. Bueno, en realidad, sobre la postura abolicionista, que nos dice que tenemos que cambiar la mirada. A la hora de plantearnos si legitimamos o no la prostitución no tenemos que atender a si hay mujeres que deciden prostituirse sino que tenemos que analizar por qué hay hombres que quieren consumir el cuerpo de una mujer que no les desea.

Tenemos que pensar qué tipo de mundo estamos construyendo cuando aceptamos que existan los mercados de mujeres, de cuerpos de mujeres porque ni siquiera son consideradas individuos, para que dispongan de ellas alegremente cuando les parezca. Planteo lo mismo con los animales: no tenemos que atender a si podemos consumirlos o no porque ellos no son racionales o porque es lo natural. Tenemos que analizar el tipo de persona que demostramos ser cuando nos da exactamente igual el sufrimiento de otros animales. ¿Qué tipo de persona es un putero al que le da exactamente igual la situación de la mujer prostituida y qué tipo de persona es aquella que consume productos de origen animal y le da exactamente igual el sufrimiento de esos animales? ¿Qué mundo construimos: justo y pacífico o violento y basado en la dominación?

En esta época de dar y quitar carnés, ¿es compatible tener carne animal en la nevera y ser feminista?

Pues a ver, el sujeto político del feminismo es la mujer. No voy a ser yo quien diga que una mujer que lleva toda la vida luchando por los derechos de las mujeres, pero que consume cadáveres de animales, no es feminista. Sí es feminista. Claro que lo es, pero no ha atendido en profundidad a la relación entre violencia contra las mujeres y la violencia contra los animales. Considerar a las mujeres como animales ha ayudado a dominarnos y ha sido así porque previamente se ha considerado a los animales seres inferiores. Puedes ser también ecologista, trabajar por la defensa de la naturaleza y ser racista. Eso no te hace ser menos ecologista, pero sí incoherente porque no amplias los principios de justicia. Te hace una persona no demasiado crítica, digamos.

¿La perspectiva de los cuidados, la idea de interdependencia, casa mejor con el animalismo?

Aquí cobran mucha importancia los santuarios de animales. Se entiende que el resto de los animales necesitan también cuidados. Me gustaría retomar un concepto que propone Alicia Puleo: huelga de celo al patriarcado. Ella coge la idea de la huelga de celo. ¿Un ejemplo? Estás en una fábrica de coches y lo haces todo tan bien, con tanto detalle, que los productos no salen adelante porque no hay tiempo para trabajar con tanto detalle y se atrasa la producción en cadena. Pues ella propone hacer una huelga así al patriarcado. Vamos a hacer lo que nos han pedido que hagamos siempre: cuidar, pero vamos a cuidar a los animales. A ver qué pasa cuando todas esas fuerzas de cuidado, utilizadas por el patriarcado para su propio beneficio, se dirigen hacia otro lado. A ver cómo se tambalea el sistema. Las mujeres que se dedican a cuidar animales, las que gestionan colonias de gatos o los santuarios, son ridiculizadas, insultadas. Se cree que son solteronas que no han tenido hijos ni hijas, que están frustradas y por eso se ponen a cuidar animales. No se entiende que la afectividad y los cuidados pueden darse a otras especies.

¿Se pueden hacer pequeños gestos o la transformación tiene que ser completamente radical?

Hay un debate muy fuerte dentro del movimiento de defensa de los animales, posturas contrapropuestas y enfrentadas. Una corriente considera que la revolución tiene que ser total y radical, que tenemos que acabar ya con todas las formas de explotación. La otra, también reformista, entiende que, hoy por hoy, es difícil. Hay debate y enfrentamientos duros porque los partidarios de la revolución total acusan al resto de ser bienestaristas. Es decir, que se conforman con tener jaulas más grandes y no jaulas vacías. Yo me considero totalmente abolicionista de la explotación animal. Creo que tenemos que caminar hacia un mundo en el que no se domine ni violente a ningún individuo, pero entiendo que hay que ser realista. ¿Qué puede hacer una persona desde lo cotidiano? Plantearse dejar de contribuir al crecimiento de las empresas y de las industrias que explotan animales. No es un cambio tan terrible, pero pasa por dejar de consumir productos con plumas, pieles, con dejar de llevar a tus hijos e hijas al zoológico o no ir a circos si tienen animales. Pasa por educar y concienciar para que la gente entienda cómo se sienten los animales, cómo se siente una gallina enferma, que se pasa su vida encerrada sin poder moverse.

¿Cómo se lleva que su discurso se ridiculice constantemente?

Es terriblemente frustrante. Intentar hacer ver a las personas que el sufrimiento de los animales es algo tan terrible como tu propio sufrimiento y que no lo vean... es frustrante. Afortunadamente no todo el mundo es así.

¿Se echarán las manos a la cabeza dentro de unos años con nuestros hábitos alimenticios?

Espero que sí, pero lo veo difícil. Desde mi trabajo académico planteo ideales de justicia, pero luego sales a la calle, vas a cualquier fiesta... y prácticamente todo lo que hay para consumir es de origen animal. Seguiremos trabajando. No voy a dejar de hacerlo.

Si somos lo que comemos, ¿entonces qué somos?

Somos sufrimiento y causantes de sufrimiento.

¿Y usted qué come?

Setas, aguacate y mango.