Cuidado con las verbenas: los daños del alcohol en los adolescentes

Dr. José Luis CarrascoDirector Científico Unidad de Personalidad y Comportamiento de Ruber Juan Bravo.

El consumo de alcohol en España forma parte de nuestra cultura diaria, lo que hace que sea complicado tratar de mostrar a las nuevas generaciones los riesgos que supone su ingesta sin moderación. Si añadimos la incapacidad de ofrecer alternativas de ocio a los jóvenes, sólo nos queda una pregunta: ¿Cómo pretendemos que los menores interioricen el mensaje de que beber es arriesgado?

Los adultos sabemos, pensamos e interiorizamos de forma constante que hay comportamientos adolescentes difíciles de frenar, pese a largas charlas y consejos. Advertimos de los riesgos y las consecuencias, pero en este camino solemos olvidar que los menores siguen siendo niños indefensos incapaces de cuantificar el alcance de sus actos.

A nivel fisiológico, la Resonancia Magnética (RNM) constata que el consumo de alcohol durante la adolescencia (concretamente altas dosis concentradas: botellón) altera el desarrollo del cerebro. Los efectos que padecen los bebedores intensos durante toda su adolescencia sufrían un adelgazamiento de la corteza cerebral, una alteración relacionada, por ejemplo, con el inicio precoz de Alzheimer, en comparación con los que no realizaban este tipo de ingesta.

Estos resultados vienen refrendados por un estudio de la Universidad de Finlandia Oriental y del Hospital Universitario de Kuopio consistente en tres estudios transversales realizados en el transcurso de diez años: en 2005, 2010 y 2015. Los participantes tenían entre 13 y 18 años de edad al inicio de la investigación y todos habían superado con éxito sus estudios y no poseían problemas de salud mental. Incluso, el grupo de participantes que habían bebido mucho alcohol (regularmente durante diez años, aproximadamente una vez a la semana), tampoco estaban diagnosticados de alcoholismo.

Sin embargo, las pruebas de imagen revelan diferencias estadísticamente significativas entre los sujetos del ensayo (grandes consumidores o no). Entre los participantes que bebían mucho, el volumen de la materia gris disminuyó en la corteza cingulada anterior, tanto bilateral como en la ínsula derecha.

“La maduración del cerebro”, explica el Dr. Carrasco, “todavía está en curso en la adolescencia y, especialmente, en las áreas frontales y en la corteza cingulada que se desarrollan hasta los 20 años, aproximadamente.” Estos hallazgos indican una fuerte asociación entre el consumo de alcohol y la interrupción de este proceso de maduración, que puede jugar un papel importante en el desarrollo de diferentes trastornos más adelante en la vida.

¿Qué podemos hacer para evitarlo?

“Ante todo”, recalca el especialista, “asumir que tenemos una verdadera responsabilidad y muchas razones para dejar de seguir sin actuar y tomar decisiones sobre un problema del que las autoridades sanitarias llevan tiempo advirtiendo a la sociedad y del que, en el fondo, todos somos conscientes.” Un problema que tiene a medio y largo plazo más consecuencias de las que, al parecer, somos conscientes. “Iniciarse en el consumo de alcohol entre los 11 y los 13 años”, prosigue el Director Científico Unidad de Personalidad y Comportamiento de Ruber Juan Bravo, “se asocia con una mayor frecuencia de síntomas psicopatológicos –entre otros, hostilidad y agresividad– tanto presentes como futuros, así como una mayor probabilidad de padecer trastornos mentales en etapas más avanzadas de la vida. Su uso a estas edades se asocia con fracaso escolar, mayor riesgo de sufrir accidentes o de dañar espacios públicos.”

Además, es importante destacar que el abuso del alcohol conduce a los adolescentes y jóvenes hacia conductas de riesgo, como aumento de riesgo de consumir otras drogas, falta de protección sexual, son más propensos a desarrollar problemas de conducta, además de elevar el riesgo de depresión, suicidio, trastornos de personalidad, entre otros.

Padres, profesores y autoridades deben estar alertas ante los signos que delaten un posible abuso de alcohol en menores, para poder prevenir las consecuencias futuras que se pueden derivar de este tipo de abuso.