¿Qué hago con mi hijo para que se porte bien?

Adela Sánchez-Escribano Martínez e Inés Menéndez Cuiñas, Servicio de Psicología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid

Muchos padres llevarán tiempo intentando encontrar una respuesta a esta cuestión, sobre todo ahora que con las vacaciones escolares pasan más tiempo con los más pequeños de la casa. Para comenzar, es importante señalar que no hay "pautas", "herramientas" o una "llave mágica" que solucione los problemas que pueden presentar los niños, por lo que responder a las preguntas "qué hago cuando…" es difícil, e incluso puede llegar a ser contraproducente por las particularidades de cada niño, porque no existe la forma correcta de actuar.

Cada familia vive unas circunstancias distintas, donde entran en juego también las propias experiencias personales de cada padre y madre, como pareja, como individuos, el pasado de cada uno, sus resistencias, sus fortalezas, etc. De forma que es importante poder mirar qué cosas nuestras intervienen en el día a día con los hijos, en las interacciones, en los momentos que se nos hacen más difíciles cuáles son las barreras personales que tenemos, e ir descubriendo aquellas dificultades que impiden sobrellevar la situación. Aprender a observarnos a nosotros mismos, ver cómo hemos estado actuando, si hay alguna cosa que creemos que se podría hacer de forma distinta, si algo de lo que hemos estado haciendo hasta ahora contribuye a que la situación no cambie.

Es importante tener en cuenta que los diagnósticos que puedan tener nuestros hijos no implican conductas inmutables, se debe intentar no etiquetar a los niños, no achacar como causa de su comportamiento el que le hayan diagnosticado autismo, TDAH, etc. Hay que hablar de ellos en relación a cómo actúan o reaccionan, como niños que son.

Por otro lado, es fundamental tener en cuenta que el concepto de portarse bien tiene un significado ambiguo que no especifica qué se espera de los niños. Es imprescindible que los pequeños sepan qué conductas pueden o no realizar, lo que también entraña el peligro de caer en dar múltiples órdenes que sean difíciles, e incluso imposibles, de ejecutar, las cuales podrían ser "estate quieto", "no hagas eso", "no molestes".

A pesar de que, en ocasiones, existen varias conductas que se deberían cambiar en los niños, lo recomendable sería comenzar con tres o cuatro reglas sobre cómo hacer las cosas y, a medida que éstas se vayan introduciendo en su forma de operar, ir añadiendo otras paulatinamente.

También es indispensable tener en cuenta qué castigos ponemos a nuestros hijos, ya que, en ocasiones, se puede entrar en la dinámica de que estas consecuencias resulten excesivas o inverosímiles, como "estás castigado seis meses"; de forma que el resultado sea el contrario a lo que buscamos, porque ¿para qué va a hacer las cosas de otra manera, si ya está castigado seis meses…? Además, es muy importante tener en cuenta, a la hora de intentar modificar su comportamiento, el no caer en la manipulación de sus emociones con frases tan lapidarias como "ya no te quiero", "mira a tu hermano qué bien se porta…"

Para que los niños se den cuenta de que lo que están haciendo no es lo correcto, las consecuencias deben estar ajustadas, lo primero, al momento evolutivo por el que pasan, y también es importante que estén relacionadas, en la medida de lo que se pueda, con lo que queremos modificar, de forma que, por ejemplo, si ha roto algo, debe recogerlo y contribuir a que ese objeto sea repuesto. Otro aspecto a tener en cuenta es que el castigo debe ser inmediato y corto, de manera que al día siguiente tenga oportunidad de volver a empezar de cero y hacer las cosas de forma más ajustada a lo que se espera de él.

A la hora de enfrentarse a los conflictos cotidianos que ocurren en casa es importante poder mirar qué les estamos pidiendo a nuestros hijos que nosotros no hacemos como, por ejemplo, en lo relacionado a la explosión de emociones: es común ver en consulta a padres que reconocen gritar a sus hijos al querer que se tranquilicen, llegando incluso a la agresión física del muy mal entendido ‘cachete educativo’, de forma que le estamos pidiendo a un niño que tenga una gestión emocional y conductual que los adultos no tienen, llegando a enseñarles que la violencia física es una forma de control emocional y de conseguir que el otro haga lo que queremos.

Además, el concepto de obedecer es otro que entraña dificultades, porque ¿es bueno que obedezcan siempre? Hay ciertas características que incomodan, como por ejemplo el que no obedezcan, pero, ¿deberían obedecer a todo el mundo?, ¿a todos los adultos?

A veces aquello que creemos es un defecto del niño, no lo es al cien por cien. En consulta se ven casos de niños que sufren abusos, muchas veces por parte de alguien al que consideran que deben de obedecer, como una autoridad, alguien cercano o de la familia, y no dicen nada porque les han dicho que no digan nada y obedecen. En ese caso, ¿es positivo que el niño obedezca? Hay niños que se oponen más, que protestan, que son más críticos… a veces esto es un incordio, sobre todo en el día a día con los padres, pero quizás esos niños no se irían con un desconocido, no permitirían que un compañero les agrediera, etc.

La sociedad nunca se ha cuestionado el formarse en campos ocupacionales, pero en algún momento de la historia se implantó la idea de que educar a los hijos debe ser algo "natural" y necesitar ayuda era admitir la ineptitud de los padres. La verdad es que los buenos padres son los que se dan cuenta de sus errores, los que se forman, hacen preguntas y piden ayuda cuando la necesitan.