Año nuevo ¿propósitos nuevos?

Dr. Miguel SánchezNeuropsicólogo del Hospital Quirónsalud Torrevieja

Se acaba 2019 y como de costumbre, la mayoría de nosotros volveremos a prometernos bienintencionadamente alcanzar todos esos objetivos que están en nuestra particular lista de “asuntos pendientes”.

Todo comienza con mucha ilusión, muchas ganas, mucha energía y motivación a raudales: es el periodo “rosa” de nuestro enamoramiento con esos buenos propósitos: soñamos tener un cuerpo tonificado, un inglés fluido, dejar de fumar de una vez para siempre o empezar a comer sano. Pero la triste realidad nos acaba demostrando en pocos días (con suerte semanas) que la escasez de tiempo, la comodidad, la falta de resultados a corto plazo o el miedo a alejarnos de nuestra zona de confort pueden más que todos esos sueños y deseos juntos.

Parte del problema probablemente tenga que ver con un viejo aforismo que dice: “un objetivo sin un plan más que una meta es un deseo”. La ciencia nos demuestra que “visualizar” un objetivo es fantástico de cara a generar una motivación inicial y arrancar con los primeros pasos, pero si no somos capaces de establecer un plan de acción bajo ciertos parámetros y hacer un seguimiento del mismo, probablemente no podremos mantener la intensidad en el esfuerzo y fracasaremos.

El plan de acción es una herramienta muy útil que usan desde directivos de grandes multinacionales a estudiantes de secundaria para incrementar su productividad y puede servirnos a todas las personas también en nuestro día a día.  Aunque hay muchas formas de hacerlo, básicamente es un pequeño esquema en forma de tabla donde debemos escribir en la primera celda cuál es nuestro objetivo de forma clara y concisa. En las sucesivas celdas escribiremos otro tipo de información, como por ejemplo: las acciones que debemos llevar a cabo, detalles de cada una de las acciones, recursos que necesitaremos para llevarlas a cabo, quién se va a responsabilizar de esas acciones (a veces podemos pedir ayuda a personas de nuestro alrededor para alcanzar nuestras metas), cómo vamos a medir los avances conseguidos y por último algo muy importante: si no ponemos una fecha para alcanzar el objetivo, probablemente este se dilatará en el tiempo de forma indefinida.

Es fundamental que al formular objetivos y acciones sigamos la regla conocida como “M.A.R.T.E”.

M de medible, es decir que lo podamos cuantificar: ¿Cuántas veces? ¿Cuántas horas nos van a hacer falta para hacerlo? ¿Cómo medimos los progresos?

A de alcanzable. Que esté dentro de nuestras posibilidades. Que nos toque la lotería o que recibamos una cuantiosa herencia no es un objetivo ni está dentro de las cosas que podemos hacer que pasen, por mucho que lo deseemos o nos repitamos esa frase cursi y bobalicona de “el universo conspirará para dármelo”.

R de realista.  La magia y la fantasía mejor para el cine y los cuentos.

T de tiempo. Debemos ponernos un plazo concreto para llevar a cabo cualquier propósito. Meses, semanas, días, lo que creamos que vamos a tardar en realizarlo. Ni demasiado corto ni demasiado largo.

E de específico. Escribir el propósito de manera concreta y concisa para evitar ambigüedades.

Una vez escrito nuestro objetivo en el plan de acción, lo firmamos como si fuese (que de hecho lo es) un contrato con nosotros mismos. Cada semana debemos revisarlo para cerciorarnos de que lo estemos cumpliendo a conciencia.

Si el éxito tiene que encontrarnos en este año que entra, seguramente será haciéndonos una buena planificación y esforzándonos por alcanzar nuestras metas.