Lo que no debes hacer ante una crisis epiléptica ¿sabes que el diagnóstico a tiempo es clave?

Dra Carla AncionesUnidad de Epilepsia del Hospital La Luz (Madrid)

La epilepsia es una enfermedad del cerebro, que no es transmisible, pero sí crónica, y que afecta a personas de todas las edades. Unas 700.000 la padecen en España, mientras que en todo el mundo afecta a unos 50 millones de personas, según datos de la Federación Española de Epilepsia (FEDE).

Además, cada año en España se diagnostican 20.000 nuevos casos, de los que el 40 % se dan en niños y en adolescentes. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que el 70% de las personas con epilepsia podrían vivir sin convulsiones si se diagnosticaran y trataran adecuadamente. A su vez, este organismo internacional remarca que el riesgo de muerte prematura en personas con epilepsia es hasta 3 veces mayor que en la población general.

Por eso, realizar un buen diagnóstico a tiempo es vital para quien la padece puesto que las crisis epilépticas no sólo entrañan un elevado riesgo de lesiones físicas, sino que a medio y largo plazo pueden también producir un alto impacto sobre la capacidad intelectual, la calidad de vida, y la adaptación a la vida social y laboral de quienes las padecen.

Se trata de un trastorno derivado del funcionamiento anormal de un grupo de neuronas (células nerviosas), que nuestro organismo no es capaz de controlar espontáneamente. Se produce de forma esporádica en una zona concreta del cerebro, y se manifiesta en forma de crisis recurrentes, que pueden ser convulsivas o no, como en el caso de las ‘ausencias epilépticas’. Pese a que todos tengamos en la cabeza que epilepsia es sinónimo de convulsiones, no siempre es así.

A pesar de los riesgos que puede conllevar, la epilepsia puede controlarse en un alto porcentaje de casos, siempre y cuando esté bien diagnosticada y reciba el tratamiento adecuado. En este contexto, la OMS estima que 1 de cada 10 personas sufrirá al menos una crisis epiléptica a lo largo de su vida. Puede desarrollarse en cualquiera de las etapas de la vida, aunque las más frecuentes son durante el neurodesarrollo, en la etapa pediátrica, y en la senectud, con la neurodegeneración propia del envejecimiento.

A su vez, esta enfermedad crónica del cerebro puede responder a múltiples causas. El caso es que diariamente los avances científicos nos revelan una mayor implicación del papel de la genética y de las enfermedades autoinmunes en la misma. No obstante, son muy frecuentes las lesiones estructurales focales (malformaciones del desarrollo de la corteza cerebral, lesiones vasculares, tumores, traumatismos, entre otras), y los trastornos metabólicos en estos pacientes.

Para detectarlas, se utilizan diversas técnicas diagnósticas que deben ser ejecutadas y evaluadas por personal especializado. Entre éstas se incluyen técnicas de neurofisiología (electroencefalografía), neurogenética, neurorradiología, medicina nuclear y neurocirugía, entre otras.

La buena noticia es que existen multitud de estrategias para mejorar la calidad de vida de los pacientes epilépticos, y aproximadamente 2 de cada 3 se controlan con fármacos. Asimismo, una proporción de pacientes seleccionados puede beneficiarse de la cirugía abierta, o de la mínimamente invasiva, como la termocoagulación o la radiocirugía con ‘Gamma Knife’.

Otros pacientes podrían ser subsidiarios de tratamientos dirigidos, como la terapia específica para epilepsias genéticas o de origen inmunológico. Lo importante, ante todo, es hacer un diagnóstico preciso para poder aplicar el tratamiento más dirigido posible.

CONTROLAR LAS CRISIS

Así con todo, y según recuerda la Federación Española de Epilepsia, esta enfermedad se caracteriza por episodios de crisis epilépticas, que las hay de diferentes tipos, si bien la manera de actuar ante ellas sigue una secuencia similar.

En concreto, las crisis convulsivas comienzan cuando la persona pierde el conocimiento, se pone rígida de pronto, cae al suelo y empieza a sacudir el cuerpo. En cambio, ante una crisis parcial, la persona parece confusa, indiferente, realiza movimientos automáticos, como ruidos con la boca, movimientos torpes con las manos, o deambula, por ejemplo. También podría manifestar comportamientos inapropiados que pueden confundirse con una intoxicación por drogas o alcohol.

Sobre cómo actuar frente a una crisis, es importante:

.- Mantener la calma, ya que una vez iniciada la crisis, no la podremos detener.

.- Alejar a los observadores y retirar los objetos peligrosos del área.

.- Proteger a la persona para que no se haga daño y ponerle por ejemplo algo blando debajo de la cabeza, o bien aflojar la ropa ceñida que pueda dificultar su respiración, además de retirarle las gafas o cualquier objeto que pueda hacerle daño durante la crisis.

.- Con cuidado, poner a la persona de costado, para que cualquier líquido en la boca pueda salir sin causar peligro.

.- Mirar con un reloj la duración de la crisis convulsiva. Si dura más de 5 minutos llamar al 112.

.-Cuando la crisis acabe, acompañar a la persona hasta que esté recuperada y permitir que descanse si así lo desea.

En cambio, también debes tener en cuenta lo que no debes hacer:

.- No forzar a la persona para que abra la boca, ni ponerle nada dentro.

.- No trasladar a la persona a otro sitio.

.- No intentar impedir que la persona se mueva o tiemble, no tratar de parar las convulsiones

.- No intentar despertar a la persona, no gritarle ni sacudirle.

.- No darle agua, alimentos o medicación ninguna vía oral mientras dura la crisis.