Comprensión de la dislexia para padres

Dr. Daniel Martín Fernández-Mayoralas y Elena Vázquez de Castro Abadal Neuropediatra del Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo y Psicóloga, especialista en Neuropsicología y experta en Trastornos del Lenguaje

Para los niños, podríamos decir que leer se parece un poco a montar en bicicleta, requiere hacer, de forma coordinada y en su preciso momento, varias cosas diferentes. A base de práctica sale de forma automática. En el caso de la lectura, lo habitual es aprender de forma progresiva a leer las palabras de manera automática, de modo que se pueda centrar la atención y la energía en la comprensión del texto y en recordarlo.

En el caso de la dislexia, sin embargo, se presentan dificultades tanto a nivel tanto de conciencia fonológica como para establecer correspondencias entre grafemas y fonemas, lo que implica que leer no se convierte en un proceso automático, sino que requiere un gran esfuerzo y se desarrolla más lentamente. Cuando esto sucede, el niño estará destinado a tener problemas de comprensión y, debido a ello, sufra frustración.

La dislexia es un trastorno del neurodesarrollo, concretamente uno de los trastornos específicos del aprendizaje más frecuentes en la infancia. Como cualquier trastorno del neurodesarrollo, implica un cambio o alteración en el funcionamiento del cerebro que produce dificultades a quien lo padece, en este caso en los procesos de lectoescritura. Cuenta con una prevalencia entorno al 5-10% (Artigas-Pallarés, 2009) y es una causa frecuente de fracaso escolar y de problemas emocionales y de autoestima asociados.

Presenta una alta comorbilidad con otros trastornos del neurodesarrollo, es decir, se presenta junto a otros trastornos. El más común sería el Trastorno por Déficit de Atención con o sin hiperactividad (TDAH). En un 33% de los niños con dislexia se detecta TDAH y en otro tercio de los niños con TDAH también se detecta dislexia, por lo que la relación entre ambos trastornos es bidireccional (Artigas-Pallarés, 2011), aunque también presenta una gran comorbilidad con trastornos del lenguaje, trastornos de la escritura (disgrafía), discalculia y dispraxia (trastorno del desarrollo de la coordinación), entre otros.

De forma general, la dislexia aparece durante el aprendizaje de la lectoescritura, los primeros síntomas pueden darse en etapa infantil, y podemos sospecharlo pronto, durante el último año de infantil, pero su diagnóstico se realiza una vez pasados dos años desde el inicio del aprendizaje formal de la lectoescritura, habitualmente a los 6 o 7 años en España, dada la precocidad de los adiestramientos en los colegios respecto a otros países occidentales, donde hasta los 8 años no se formaliza su aprendizaje en profundidad. No depende directamente de la capacidad intelectual (pueden padecerla los niños con altas capacidades, por ejemplo) y no puede deberse a algún déficit sensorial o cognitivo.

Su detección precoz es esencial para reducir la gravedad de las consecuencias emocionales y del impacto académico, por ello, la intervención debe realizarse lo más pronto posible, una vez se detectan las dificultades en la conciencia fonológica, aunque todavía no sea posible diferenciar si estamos ante un retraso del aprendizaje de la lectura por factores madurativo o ante un diagnóstico de dislexia.

En cuanto a las posibles causas de la dislexia, existen diferentes bases neurológicas, genéticas y cognitivas implicadas, aunque no existen marcadores biológicos concretos que confirmen o descarten el diagnóstico, dado que son miles los genes involucrados. Con frecuencia (pero no siempre), uno de los progenitores está o ha estado afectado.

Las más reconocidas serían las que hacen referencia a las asimetrías cerebrales (desarrollo atípico de estructuras cerebrales), la hipótesis visoperceptiva (defecto en ciertos mecanismos visuales de la lectura) y del procesamiento temporal (compromiso del sistema de detección de estímulos con breve sucesión temporal). Con mucho, lo más frecuente es que las dificultades lectoras vengan derivadas de un déficit fonológico, que afecta a la decodificación y al uso de las reglas de conversión grafema-fonema, es decir, un defecto para asociar grafemas (letras) con fonemas, que son las representaciones mentales de los sonidos básicos del habla que permiten la distinción entre las palabras.

En cualquier caso, los niños con dislexia pueden llegar a sentir que son menos inteligentes que los otros niños porque les es difícil o no pueden seguir el mismo ritmo y, a medida que van avanzando cursos, el tema empeora ya que la lectura es un pilar fundamental en el proceso de aprendizaje.

Si un niño tiene dificultades para leer es normal que evite hacerlo porque le requiere un enorme esfuerzo y un alto nivel de estrés, lo que implica que vayan quedando cada vez más atrás respecto a sus compañeros. En este sentido, es importante que los padres apoyen los esfuerzos que realice el niño y lo ayuden a leer en casa, así como fomentar el aumento de la confianza en sí mismo mediante el desarrollo de otras actividades como el deporte, las aficiones o hobbies que pueda tener, actividades artísticas…

Finalmente, ante cualquier sospecha que su hijo podría tener dislexia, es muy importante que hable con su médico, así como con su tutor. Cuanto antes se aborden los problemas de lectura de su hijo, antes podrá recibir la ayuda que necesita.