Breve guía sobre el manejo del síndrome de intestino irritable: qué es y qué podemos hacer frente a él

Dr. José Walter HuamanEspecialistas en Aparato Digestivo en el Hospital Universitari General de Catalunya (Barcelona)

El Síndrome de intestino irritable (SII) tiene una gran repercusión sobre las actividades personales y sociales de quienes lo padecen. Es un trastorno funcional digestivo crónico y benigno que puede empeorar su calidad de vida, al mismo tiempo que puede llegar a reducir su productividad laboral, en comparación con la población general.

Se caracteriza clínicamente por la asociación de hinchazón, dolor/molestias abdominales y alteraciones en el hábito deposicional, que puede variar desde estreñimiento, diarrea o ambos.

Según reconoce la Fundación Española de Aparato Digestivo (FEAD), es una patología muy frecuente, pues se estima que puede padecerla hasta el 10-15% de la población y representa el 25% de las visitas a una consulta de Digestivo. Su prevalencia mundial se estima en un 11%, no obstante, varía según los criterios diagnósticos empleados. Es más frecuente en mujeres que hombres y se observa una disminución progresiva según se incrementa la edad de la población estudiada.

Eso sí, el SII no predispone ni comporta una mayor probabilidad de padecer cáncer, enfermedad inflamatoria intestinal, ni disminuye la supervivencia. No obstante, como hemos mencionado, puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de quienes lo padecen, y en la actualidad su abordaje condiciona un coste muy relevante para el sistema sanitario.

POSIBLES CAUSAS

El Síndrome de intestino irritable se considera una alteración en las interacciones bidireccionales entre el intestino y el cerebro con hipersensiblidad visceral, alteraciones de la motilidad gastrointestinal y factores psicológicos y sociales agregados.

La barrera epitelial, la microbiota intestinal, los antígenos alimentarios y los ácidos biliares provocan respuestas anormales en los reguladores de la función sensoriomotora, incluido el eje hipotálamo-pituitaria-suprarrenal, el sistema inmunitario, el eje cerebro-intestino y el sistema nervioso entérico. Muchos factores juegan un papel importante para la generación de los síntomas del SII, pero algunos pueden ser más predominantes en ciertos individuos que en otros.

Evidencias en los últimos años han demostrado la existencia de alteraciones en la microbiota intestinal en pacientes con SII. Los pacientes con intestino irritable presentarían menor diversidad de especies, con mayor abundancia de enterotipos proinflamatorios comparados.

EL DIAGNÓSTICO

Los criterios diagnósticos vigentes son los de ROMA IV. De acuerdo con estos criterios, el SII se diagnostica por la presencia de dolor abdominal recidivante que ha de estar presente al menos 1 día a la semana y con dos o más de las siguientes características: asociado a la defecación, relacionado con cambios en la frecuencia de las deposiciones, y en su consistencia. Además, deben haber comenzado un mínimo de 6 meses antes del diagnóstico.

Se aconseja establecer los subtipos del SII de acuerdo con la consistencia de las deposiciones evaluadas según la escala de Bristol, que clasifica la consistencia de las heces en base a su forma entre 1 (heces caprinas) y 7 (heces líquidas). De esta forma podríamos clasificarlo en: síndrome de intestino irritable predominio estreñimiento; síndrome de intestino irritable predominio diarrea; o SII predominio mixto o no clasificable.

TRATAMIENTO Y MANEJO

El tratamiento del SII se dirige a aliviar los síntomas y a mejorar la calidad de vida. En general, los signos y síntomas leves pueden controlarse manejando el estrés del paciente, así como realizando cambios en la dieta y en el estilo de vida: hacer ejercicio regularmente, beber mucho líquido, dormir las horas adecuadas, evitar alimentos que generen muchos gases como bebidas alcohólicas y carbonatadas, cafeína, frutas crudas, así como ciertos vegetales como repollo, brócoli y coliflor. La fibra soluble ha demostrado ser beneficiosa, pero puede incrementar el dolor abdominal, la distensión y el meteorismo.

Cuando los síntomas son más severos y predomina el estreñimiento pueden ser de utilidad los suplementos de fibra como el plántago o los laxantes osmóticos a base de magnesio o de polietilenglicol. Si por el contrario predomina la diarrea, la loperamida o quelantes de ácidos biliares pueden ayudar. Para el control del dolor abdominal se puede usar anticolinérgicos y neuromoduladores. Todas estas medidas siempre bajo prescripción médica.

Asimismo, la dieta baja en FODMAP (Fermentable Oligosacáridos Disacáridos Monosacáridos y Polioles) es otra novedosa modalidad de tratamiento. Los FODMAP son una serie de carbohidratos de cadena corta que son mal absorbidos en el intestino delgado y que pueden producir un exceso de producción de gas, síntomas como diarrea, distensión, dolor abdominal y meteorismo.

Si bien hay varios estudios controlados, que han demostrado su eficacia a corto plazo; dado que se trata de una dieta excesivamente restrictiva, debe ser controlada por expertos en nutrición, y sólo a corto plazo porque se ha demostrado que puede alterar la microbiota.

Los prebióticos (sustrato que es utilizado selectivamente por los organismos del huésped confiriendo un beneficio para la salud) y los probióticos (microrganismos vivos que confieren un beneficio a la salud cuando se administran en cantidades adecuadas) producen una mejoría significativa sobre la percepción global de los síntomas en pacientes con SII, y selectivamente sobre el dolor, la distensión, el meteorismo y la diarrea. La gran heterogeneidad en la composición de los productos comercializados en cuanto a cepas, cantidad y formas de presentación hace que, en la actualidad, no se pueda recomendar como primera línea de tratamiento de forma sistemática a todos los pacientes.