Algo más que controlar tus pasos: los relojes inteligentes pueden ayudarte a cuidar tu corazón

Dr. Ángel Miracle Blanco miembro de la Unidad de Arritmias del Hospital La Luz

En los últimos años hemos sido testigos de una avalancha de nuevas tecnologías disponibles comercialmente para la vigilancia de nuestra salud. En el ámbito de la Cardiología y muy especialmente en el del estudio de los trastornos del ritmo cardiaco, destaca la universalización del uso de relojes inteligentes o smartwatches.

Algunos son capaces de medir los pasos que damos, las calorías que quemamos, cuentan nuestras horas de sueño, las pulsaciones o, incluso, pueden medir nuestra frecuencia cardíaca, aunque, por supuesto, existe un margen de error con el que contar y para el que será necesaria una confirmación médica si existiera cualquier notificación de sospecha. Pero, al margen de ese aspecto, cabe valorar su empleo en el diagnóstico, prevención y control de muchas patologías.

De hecho, algunos relojes inteligentes son capaces de detectar arritmias como la fibrilación auricular, la arritmia cardíaca sostenida más frecuente, además de documentar dichos episodios con un electrocardiograma. En el caso de las personas con sospecha de arritmia, el empleo de este tipo de dispositivos puede ir muy a favor de los pacientes, teniendo en cuenta las devastadoras consecuencias de esta afección (ictus e insuficiencia cardíaca, principalmente), y dado que, por ejemplo, la fibrilación auricular puede aparecer y desaparecer, o ser asintomática en algunas ocasiones.

Dos tecnologías de smartwatch


En concreto, los relojes inteligentes permiten valorar nuestro ritmo cardiaco mediante dos tecnologías: la fotopletismografía y el electrocardiograma.

En el caso de la fotopletismografía, utiliza la propiedad de nuestra sangre de absorber y de reflejar determinadas longitudes de onda de la luz, permitiendo así hacer una estimación del latido cardiaco de forma similar a la toma del pulso.

Si bien el grado de correlación con la verdadera actividad eléctrica de nuestro corazón es bueno, es una tecnología sensible a errores por la aparición de artefactos por el movimiento, o en aquellos pacientes que tienen extrasístoles frecuentes (una situación común y generalmente benigna en la población general). Son fácilmente reconocibles por la presencia de luces LED de color verde bajo la caja del reloj.

Por otro lado, en el caso de la tecnología del electrocardiograma, disponible en los relojes inteligentes más avanzados, estos sí que permiten detectar de forma directa la actividad eléctrica del corazón. Las aplicaciones diagnósticas desarrolladas por los fabricantes han permitido incluso su consideración como ‘dispositivos de diagnóstico médico’ por algunas agencias reguladoras sanitarias.

Una herramienta de diagnóstico

Es más, en la actualidad, los relojes inteligentes con capacidad de registro de electrocardiograma representan una potente herramienta para el diagnóstico y el seguimiento de trastorno del ritmo cardiaco, y aquellos con disponibilidad de fotopletismografía ofrecen una información clínica útil, siempre y cuando se interprete en un contexto clínico adecuado, siendo conscientes de las limitaciones de esta tecnología.

La mayor utilidad de estos relojes inteligentes, sobre todo de aquellos que disponen de electrocardiograma, se encuentra en el estudio de síntomas con sospecha de origen arrítmico y que se presentan de forma breve o espaciada en el tiempo.

Hasta ahora el diagnóstico de estas entidades se retrasa en el tiempo por la dificultad de acceder a un registro electrocardiográfico de adecuada calidad. Con ella, el paciente puede obtener en el plazo de 30 segundos un registro que permite en muchos casos confirmar o descartar el origen arrítmico de sus síntomas.

¿Qué margen de error tienen?

Pero ¿qué margen de error tienen? Una de las preguntas más frecuentes en la consulta es sobre los valores extremos de frecuencia cardiaca, tanto por lo alto (taquicardia) como por lo bajo (bradicardia).

No todos los dispositivos que aportan información cardíaca están correctamente validados, ni siempre todos los avisos son correctos, al tiempo que pueden notificar eventos arrítmicos que, sin la correspondiente confirmación médica, pueden suscitar alarmas innecesarias.

Sin perder de vista que muchos de estos valores pueden tratarse de simples errores de medida (por muy bueno o caro que sea nuestro reloj), existe un amplio rango de variación de la frecuencia cardiaca en condiciones fisiológicas y que puede verse afectado por infinidad de factores, como nuestra edad, el grado de entrenamiento físico, el descanso nocturno, etc.

Por lo tanto, valores de hasta 40 latidos por minuto durante el sueño o de 100 latidos por minuto en situaciones de estrés son perfectamente compatibles con la normalidad. La cifra de frecuencia cardiaca en sí misma, y sobre todo en ausencia de síntomas y fuera de un contexto de alta sospecha de patología, rara vez traduce problemas relevantes de salud.