Ante una convulsión febril, sobre todo, calma

Dra. Ángeles PascualPediatra del Hospital Quirónsalud Barcelona

Cuando notamos decaídos a nuestros hijos, lo primero que hacemos es poner la mano sobre su frente para ver si tienen fiebre. Si notamos cierta calentura, enseguida echamos mano del termómetro para confirmar si esa temperatura está por encima de los 37 grados. La fiebre es una respuesta del sistema inmunitario del cuerpo frente a una enfermedad o una infección. Para la mayoría de los adultos, y especialmente para los niños, suele ser bastante molesta, pero no necesariamente tiene que ser motivo de preocupación, excepto en el caso de los bebés.

Ante una convulsión febril, sobre todo, calma

En niños entre los 6 meses y los 5 años pueden presentarse episodios de convulsión febril (si la temperatura supera los 38 grados) en procesos infecciosos acompañados de fiebre. Pero ¿qué es una convulsión febril?

Cuando las células nerviosas en el cerebro se irritan, se sobreexcitan o están sometidas a una presión causan una alteración eléctrica repentina y no controlada que produce una convulsión, es decir, un movimiento involuntario de los músculos del cuerpo. Las convulsiones febriles son crisis convulsivas desencadenadas por la fiebre (fiebre de 38º C), la mayoría inofensivas y provocadas por una infección leve. Suelen remitir sin tratamiento y no causan ningún otro problema de salud. Ocurren normalmente en niños pequeños sanos con un desarrollo normal, sin síntomas neurológicos. Es habitual que sucedan el primer día de la fiebre, aunque ésta no sea demasiado alta. De repente, el niño puede ponerse rígido, desviar la mirada hacia arriba, presentar un color azulado alrededor de los labios y hacer movimientos convulsivos con los brazos. Después de la convulsión, algunos niños pueden estar somnolientos y otros no notan ningún efecto posterior. El episodio puede ser muy angustioso para la familia, pero es muy importante mantener la calma y saber qué hacer.

Lo primero que debemos hacer es colocar al niño en una posición segura, de lado para facilitar su respiración; no introducir nada en la boca, ni los dedos ni cualquier otro objeto que se nos ocurra. Tampoco sostener, sujetar o contener al niño que esta convulsionando, y no intentar bajar la fiebre ni con medicamentos por vía oral ni con baños de agua fría. El episodio no suele durar más de cinco minutos. Si se prolongase más tiempo, hay que llamar inmediatamente a emergencias, al 112, y mientras llegan, si tenemos un supositorio de paracetamol en casa, administrárselo al niño. Cuando la convulsión febril ha cedido de manera espontánea y no ha sido necesario avisar a emergencias, es necesario acudir al servicio de pediatría de urgencias más cercano para que valoren al niño.

Una vez hayan remitido las convulsiones, debemos ofrecer consuelo a nuestro hijo, ya que, seguramente, él estará tan asustado como nosotros sin entender lo que ha sucedido, posteriormente debemos pedir una cita lo antes posible con el pediatra habitual del niño para que lo evalúe.

El tratamiento habitual contra la fiebre consiste en administrar paracetamol o ibuprofeno a las dosis habitualmente indicadas por su médico

Si bien los niños entre seis meses y cinco años pueden desarrollar convulsiones febriles, son más frecuentes entre 12 y 18 meses. También es más probable que un niño tenga estos episodios si existen antecedentes familiares o si ha tenido una convulsión febril anteriormente, en especial si ha sido antes de cumplir los 15 meses. La mayoría de los niños dejan de tenerlas en torno a los 5 años de edad. Es importante recordar que las convulsiones febriles no significan que el niño tenga ninguna enfermedad neurológica ni dejan secuelas de este tipo, sino que se trata de niños absolutamente sanos.