Junqueras: "Volvería a hacer lo mismo para que fuera posible el 1-O"

Ana Pardo de Vera

El vicepresident de la Generalitat hasta la aprobación del artículo 155, Oriol Junqueras, responde a Público desde la cárcel, donde lleva once meses en prisión preventiva. Once meses cuando se celebra l'Onze de Setembre, este 2018, con mucha intensidad y las emociones a flor de piel. La primera Diada con políticos independentistas en prisión, tras un referéndum fallido oficialmente el 1-O del año pasado, pero con una votación masiva que trajo a Catalunya el aberrante sentimiento del maltrato policial. Fue esa imagen proyectada internacionalmente la que sí unió a Catalunya y a ésta con el mundo entero: los derechos y libertades de unos ciudadanos que querían votar, aun conscientes de que la consulta no estaba reconocida, aporreados por agentes del Estado.

Junqueras apela al diálogo sin condiciones, sin límites y sin violencia. Pide un referéndum, reclama al Gobierno de Pedro Sánchez poder votar en Catalunya, pero éste ya ha dejado clara su postura: no es no. Es poco optimista con el cambio del PP al PSOE para encauzar, al menos, la actual crisis catalana. Sin la libertad de poder votar, la esencia de la democracia, poca esperanza le queda en el cambio.

La celebración de la Diada este 2018 tiene lugar con un condicionante presente en todas y cada una de las celebraciones: usted y varios/as de sus compañeros políticos están en la cárcel, mientras otros/as siguen fuera de España para no entrar en ella. Oriol Junqueras tiene fama de hombre tranquilo y meditativo, pero, con el corazón en la mano, ¿cómo se siente? ¿Qué pensamientos le trae este Onze de Setembre tan distinto al de hace un año?

Me siento bien conmigo mismo, fuerte en mis convicciones y esperanzado. La represión que hoy estamos viviendo se ha vivido en otros momentos de nuestra historia contemporánea y en otras latitudes. La prisión es un lugar triste y duro. Incluso lúgubre. Pero le sorprendería a usted, pese a todo, algunos de los buenos momentos que somos capaces de pasar aquí. La cárcel no nos va a robar ni las ganas de vivir ni las ganas de luchar por la justicia y la libertad. Además, tengo la conciencia muy tranquila. Estamos encerrados en prisión preventiva por unos delitos que no cometimos: no organizamos ninguna rebelión violenta. Tengo claro que estoy en prisión por contribuir a que mis conciudadanos pudieran expresarse en las urnas el 1 de octubre. Tengo la conciencia muy tranquila. Volvería a hacer lo que hice para el 1 de octubre: ser consecuente con lo que la mayoría del pueblo catalán nos había encomendado en las últimas elecciones que era dar la palabra al pueblo mediante un referéndum.

Sartre decía que la libertad del individuo termina donde comienza la de los demás. Aplicado al caso catalán, ¿hasta dónde llegan las libertades sociales y políticas de unos/as y empiezan las de los otros en una democracia plena? ¿Dónde terminan las de los/as independentistas y empiezan las de quienes no lo son o viceversa?

Suele ser la pregunta del millón. Por lo que a mí respecta, el marco debe ser siempre una actitud cívica. Creo que en ese terreno nuestro comportamiento es intachable por mucho que se quiera desdibujar. El del proyecto político que represento, Esquerra Republicana, ha sido siempre de un catalanismo cívico e integrador. De destino y no de origen. Nunca hemos construido nuestro discurso ‘en contra de’ España. Si no ‘a favor de’ una Catalunya plural y diversa que quiere ser más rica, culta y con las mismas oportunidades para todos sus ciudadanos.

¿Qué limites cree que ha puesto el Estado español a las libertades de los políticos catalanes independentistas, en general, y a usted y a sus compañeros/as encarcelados casi un año sin juicio, en particular?

Por lo pronto, estamos encerrados sin juicio. Y luego sólo hay que leer el sumario para ver que no hemos tenido una instrucción justa. A la justicia europea no la mueve ningún tipo de complicidad con el independentismo y, sin embargo, rechaza todos los delitos de los que se nos acusa. Eso debería bastar en una sociedad democrática. Los poderes del Estado buscan venganza y no justicia porque no han digerido que pusiéramos las urnas el 1 de octubre. Su única respuesta, en vez de sentarse en una mesa, fue mandar a aporrear a jóvenes y mayores sin contemplaciones. En vez de diálogo se nos respondió con violencia.

¿Qué responde a los que les acusan de vulnerar libertades de los que rechazan una República Catalana?

Nosotros no vulneramos la libertad de nadie. Precisamente aceptamos la regla básica del juego democrático: decidir en las urnas y traducir el deseo ciudadano en la actualizaciones de las leyes que permitan desarrollar esos anhelos. El problema es que el Estado tiene miedo a este reto democrático y a aceptar el resultado que salga.

¿Es posible la convivencia en plenitud en Catalunya? ¿Cómo y en cuánto tiempo? ¿Qué propondría un president Junqueras para lograrla? 

En Catalunya se vive y convive. Otra cosa es la voluntad manifiesta de alterar la convivencia y fragmentar la sociedad, de inspiración aznarista con su alumno aventajado, Albert Rivera. Nos esforzamos cada día para impedir que ese deseo de algunos fructifique. Hay sectores políticos de escasa tradición democrática. Es uno de los problemas heredados de una transición que tuvo en la impunidad un agujero negro y que confundió amnistía con amnesia.

¿Es imprescindible la independencia? ¿Y el referéndum?

Como decía, ante todo somos demócratas antes que independentistas. Y creemos que en una sociedad democrática esto se resuelve votando y aceptando todos el resultado. Eso sí es imprescindible.

En apenas 20 días se cumplirá un año del 1-O. Fue un ejemplo inequívoco y brutal de vulneración de libertades con violencia institucional contemplado y reconocido internacionalmente. Hay poco debate al respecto: aun con la boca pequeña, el sentimiento generalizado antes las imágenes de las cargas policiales el 1-O es de vergüenza, impotencia y dolor. Desde ese día hasta su entrada en prisión, el 2 de noviembre de 2017, ¿qué errores cometió́ el Govern, los partidos independentistas...? ¿Qué no volvería a hacer usted o cómo lo haría de nuevo a partir del 2 de octubre de 2017?

A toro pasado todo suele ser más fácil. Siempre que tengo ocasión intento hacer las cosas mejor, revisar actitudes y corregir todo lo que sea mejorable. Seguro que cometimos errores. Debemos aprender de ellos para el próximo reto democrático. Pero lo que sí tengo claro es que no cometimos ningún delito. Volvería a ayudar a hacer posible el 1 de octubre. Era el mandato mayoritario de nuestros ciudadanos en las últimas elecciones. Y a ellos nos debemos.

Pancarta que pide la liberación del Valle de los Caídos.- AFP
Pancarta que pide la salida de la cárcel de Oriol Junqueras.- AFP

El nacionalismo, el independentismo, el soberanismo..., son ideologías y sentimientos políticos tan legítimos como cualquier otro. Usted puede ser independentista, presentarse a unas elecciones como tal y ganarlas democráticamente, pero jamás podrá́ aspirar a la independencia, al menos, según quienes dictan la legislación actual en España. ¿Cree que en el momento actual, con el reciente cambio de Gobierno conservador por otro progresista es posible un cambio de leyes?

Eso depende de la voluntad política y es obvio que en estos momentos no hay voluntad política para llegar a un acuerdo político. Por nuestra parte, la mano sigue tendida. Pero jamás vamos a renunciar a que la solución recaiga en las urnas. Esa es la grandeza del 1 de Octubre. La democracia no se para a golpes. Rubalcaba siempre decía aquello para Euskadi de ‘se puede hablar de todo en ausencia de violencia’. Pues en Catalunya parece que se autoenmiendan. Y eso ni es justo ni es razonable. Y todo aquello que es injusto, con el tiempo, termina doblegándose.

¿Qué hacer con la presencia del jefe del Estado en Catalunya? ¿Qué le inspira la monarquía española? Le vuelvo a poner en el papel de president: ¿Oriol Junqueras vetaría su presencia si el Govern y los/as catalanes que representa lo considerarán persona ‘non grata’?

Mi actitud siempre es de respeto. Incluso a los que a mí no me respetan. Jamás he silbado un himno, por ejemplo. Pero eso no quita que también debo respetar a los que lo silban y, sobretodo, escuchar los motivo que los llevan a silbar. Ahora bien, como republicano de valores republicanos, es obvio que nuestro proyecto no cree en instituciones que nunca han pasado ningún examen de aprobación ciudadana como lo es la monarquía. Y que sus actuaciones en los últimos años han dejado a luz el marco de impunidad y malas praxis con el que se habían movido. Por eso, sobre la monarquía decimos: no en nuestro nombre.

¿Tenemos los ciudadanos menos libertad ahora que hace diez años cuando empezó la crisis financiera, económica, social de 2008? ¿Es la crisis política de Catalunya un síntoma de falta de libertades?

Tristemente, la respuesta es sí. De la crisis no ha salido reforzado ni el Estado del bienestar ni las libertades. España vive inmersa en una espiral de involución democrática donde hoy una canción te puede llevar a la cárcel. Eso no ocurría hace diez años. El contexto de tormenta perfecta ha sido aprovechado por los sectores más conservadores de España para intentar que nada cambie y que aquello que había cambiado y no les gustaba se enmiende. Creo que es una diagnóstico de un grave problema que cualquier demócrata y progresista español comparte.

¿Cuál es su primer mandamiento como político para lograr una Catalunya y una España sin cerco a sus libertades?

Respeto. Diálogo con el de enfrente. Empatía. Así lo había predicado y lo predicaré siempre. Por eso siempre he querido que Esquerra Republicana sea un partido que refleje orígenes y tradiciones tan diversas y plurales como lo es la sociedad catalana. Que el partido se asemeje a la sociedad. Así podremos encontrar los mínimos comunes denominadores que contribuyan a hacer una Catalunya mejor. Esta será nuestra humilde contribución a un mundo más justo.