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Guadarrama

Entrada al túnel ferroviario de Guadarrama
Entrada al túnel ferroviario de Guadarrama

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Es cosa sabida que España es un país muy montañoso. Para ser exactos, el quinto más montañoso de Europa, tras Suiza, Austria, Andorra y Liechtenstein. Esto ha contribuido a que construir aquí grandes infraestructuras de comunicaciones viarias (o ferroviarias) haya sido siempre especialmente difícil. Madrid, la capital, no es una excepción: sus accesos por el Noroeste están  bloqueados por el Sistema Central, del que forma parte la Sierra de Guadarrama. Esto ha hecho que las comunicaciones en esa dirección hayan resultado complicadas hasta tiempos recientes.

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Construcción de la línea 3 del metro de Guangzhou

Caminando bajo tierra.

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Seguro que has pasado mil veces por dentro de un túnel. No sé a ti, pero a mí me sigue impresionando, sobre todo cuando se alargan kilométricamente y muy bien podríamos pensar que estamos penetrando en las entrañas de la tierra hasta quién sabe dónde. Lo cierto es que muchas veces, aunque no lo parezca, vamos muy cerquita de la superficie. Pero en otras ocasiones los túneles nos sumergen a notable profundidad, bien sea en relación al terreno circundante o al que tenemos encima.  Por ejemplo, el túnel submarino de Eiksund (Noruega) nos lleva a 287 metros bajo el nivel del mar y no faltan por ahí otros que, al atravesar alguna cordillera, llegan a poner más de dos kilómetros de roca sobre nuestras cabezas.

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Represa de Itaipú

El poder del agua

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Cuando pensamos en energías renovables, solemos acordarnos de la solar, los molinos de viento y otras que están en el candelero. No siempre nos viene a la cabeza la energía producida por el movimiento del agua, pese a ser una de las más antiguas, limpias y, hoy por hoy, la más importante de las que no se basan en quemar carbono. El año pasado, las centrales hidroeléctricas de este planeta produjeron el triple de energía que todas las otras renovables juntas y un 34% más que las nucleares. Las cinco centrales más potentes del mundo son hidroeléctricas.

La gracia del agua es que, al igual que el viento, se mueve sola y por tanto tiene energía cinética de manera natural. Y esta energía cinética se puede convertir en otras, como la mecánica o la eléctrica. La ventaja del agua sobre el viento es su densidad, unas ochocientas veces superior a la del aire. Esto hace que incluso corrientes de agua pequeñas y aparentemente débiles contengan una cantidad de energía notable. Quizá hayas observado que, durante las inundaciones, el agua se lleva a la gente, los coches y las casas con una facilidad que ya querrían muchos huracanes. El agua que se mueve tiene mucha fuerza y la entrega fácilmente, para bien o para mal.

Parece ser que los primeros en usar el movimiento del agua como fuente de energía fueron los griegos antiguos, desde al menos los tiempos del molino hidráulico de Perachora, que tiene unos 2.300 años. Precede en al menos dos siglos al órgano actuado por viento que quiso construir Herón de Alejandría y en un milenio a los primeros molinos eólicos verdaderos: los de Panemone, ahora en Irán. A principios de nuestra era, la civilización grecorromana ya estaba usando máquinas movidas por agua para numerosas aplicaciones –desde moler grano hasta la minería– y extendiéndolas por el mundo entonces conocido.

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FCC - Electricidad

Electricidad

Sabemos lo importante que es, pero muchas veces olvidamos hasta qué extremo. La electricidad, simplemente, mueve nuestro mundo. Hay incontables debates y disputas sobre las fuentes de energía, pero a menudo ignoramos cómo esa energía llega hasta nuestros hogares, trabajos y escuelas. Hasta cada recoveco del mundo desarrollado, o no tan desarrollado, por ejemplo para que tú puedas estar leyéndome ahora mismo mediante estas máquinas que funcionan a base de… eso, electricidad.

Sí, sabemos que hay grandes torres eléctricas por ahí. Y cables de todo tipo pasando por todas partes. Algunos nos fijamos en las subestaciones eléctricas al pasar. O nos quedamos mirando las centrales que las producen, desde las nucleares hasta los embalses o los molinos de viento, que ya tienen poco que ver con aquellos contra los que cargó Don Quijote. Pero la interconexión de todo eso para que tengamos corriente todas las horas del día, todos los días del año, año tras año –bueno, salvo cuando hay un apagón– es una complejísima trama que constituye, en gran parte, las arterias que mantienen vivas nuestras sociedades. Como esa trama es la que da vida a todo lo que veremos en esta serie, vamos a comenzar con ella. Con la manera como conseguimos que la energía eléctrica llegue hasta al último rincón.

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