Opinión

Fuentes, de ayer y de hoy, para "cambiar algo"

Antonio RubioPresidente Asociación Periodistas Investigación (API)

31 de diciembre de 2021

Papeles del Pentágono, Papeles del CESID, WikiLeaks, GAL, Fondos Reservados, Casa Blanca (México), Gürtel, ERE, caso Ignacio Ellacuría, Papeles de Panamá, Lista Falciani… Son muchos los casos de corrupción, guerra sucia, asesinatos y abuso de poder que ha levantado la Prensa a nivel nacional e internacional, pero todos ellos han partido de una fuente, de una filtración, de alguien que quería "cambiar algo".

En clase, en el Máster de Investigación Periodística, Nuevas Narrativas, Datos Fact-Cheking y Transparencia de Maldita.es/URJC que dirijo y en los otros posgrados donde también imparto docencia, explico que las fuentes pueden ser primarias o secundarias. Y que a esas fuentes hay que dedicarles tiempo, mucho tiempo.

Recuerdo a los futuros periodistas que las primarias, las personales, actúan por despecho, concienciación, compromiso, empatía, cercanía, confianza y que un tema lleva a otro, una fuente bien trabajada proporciona otra fuente y siempre se da la circunstancia de que tras la publicación de un tema hay ciudadanos que pierden el miedo y se convierten en fuentes. También subrayo, por experiencia profesional, que la mayoría de las fuentes son intencionales y pretenden, intentan, que "algo cambie". ¡Ah!, y que las mejores son las 'viudas', las fuentes que han sido abandonadas, apartadas, olvidadas por sus jefes.

Las otras, las secundarias, provienen de la lectura, análisis, tratamiento de bases de datos, hemeroteca y aplicación de la ley de transparencia. Y para conseguir esas fuentes, tanto primarias como secundarias, siempre tiene que haber una iniciativa por parte del periodista, una observación y seguimiento y, como diría Pío Baroja, hay que "gastar la suela de los zapatos". Vamos, salir a la calle y relacionarse. Buscar la empatía de esas posibles fuentes.

Eso ocurría ayer y eso es lo que ocurre hoy. La única diferencia que existe entre el ayer y el hoy es cómo y de qué forma llega la filtración, la información al periodista. La tecnología ha facilitado la transmisión, la colocación del material en manos del informador, pero también conlleva un riesgo. Si el informante no es un experto o el periodista no ha recibido información sobre ciberseguridad, la documentación enviada/ facilitada puede ser seguida por otros y localizar el origen y la persona que realizó el envío.

Un vivo ejemplo de esta fase son los Papeles de Panamá. En 2015, un informante —una fuente anónima— se puso en contacto con Bastian Obermayer, periodista del equipo de investigación del diario alemán Süddeutsche Zeitung. Tras varias conversaciones entre el periodista y la fuente, mediante un chat cifrado, la documentación comenzó a llegar. El material era de tal volumen (11,5 millones de documentos, 2,6 terabytes de información digital que databa entre 1977 y 2015) que Obermayer y su medio requirieron el apoyo  del  Consorcio  Internacional  de  Periodistas de Investigación (ICIJ) para gestionar esa documentación sobre los paraísos fiscales, despachos de abogados y personajes que utilizaban sociedades offshore.

El contacto, la fuente, utilizó un medio tradicional para dar sus primeros pasos por la confianza en el periodista, por su reputación y marca. La segunda fase fue la aplicación de las nuevas tecnologías; y la motivación, como reveló posteriormente la fuente, fue denunciar la desigualdad y revelar un sistema corrupto. Es decir, "cambiar algo".

Algo similar ocurrió en 2008 con la Lista Falciani, pero en esta ocasión el recorrido de la filtración fue distinto. Hervé Falciani, empleado del HSBC en Ginebra y fuente filtradora, facilitó al francés cuentas opacas de 106.000 clientes del banco suizo. Después, esa información llegó hasta el diario Le Monde gracias a la habilidad, contactos y agenda de sus reporteros. Falciani fue una fuente con nombre y cara. Y la intención de sus filtraciones: "cambiar algo".

Las diferencias fundamentales entre el ayer y el hoy en lo que respecta a las fuentes y medios es que el informante, el filtrador, ya no necesita de un medio de comunicación al uso (periódico, radio, televisión) para desvelar, denunciar, etc. las irregularidades o corrupción que ha detectado y de las que tiene documentación.

Hoy, esa fuente puede utilizar las plataformas y redes sociales para denunciar, pero los riesgos para su persona serán mayores que si tiene a alguien detrás que le apoya y mantiene su anonimato. Los poderosos y corruptos tienen capacidad económica suficiente para entrar en una dinámica de presiones tanto personales como judiciales.

Decía Albert Camus que "lo importante no es ser el primero, lo importante es ser el mejor". Esa reflexión del periodista y premio Nobel tenemos que aplicarla a nuestro quehacer diario, porque la Prensa comienza a utilizar las citas de fuentes con mucha ligereza, sin profundidad y sin dar la suficiente veracidad a las informaciones que revela ante sus lectores, oyentes y televidentes.

Periodismo y verdad

En 2016 asistí y presenté en México una ponencia en el III Congreso Latinoamericano de Defensorías de las Audiencias que versaba sobre 'Periodismo y verdad'. Comenzaba de esta forma:

Desde hace un tiempo observo, recojo y estudio diferentes informaciones que aparecen en los medios de comunicación españoles donde el concepto 'fuente' o 'fuentes', base de la información que nos traslada o aporta el periodista/ comunicador para su compresión y credibilidad, se reduce a un simple: "Según fuentes solventes… Según fuentes consultadas… Según fuentes fiables… Según fuentes de máxima credibilidad… Según varias fuentes…"…

Eso significa que los únicos que saben de dónde procede la información son los propios periodistas y reducen todo el trabajo/credibilidad a la 'fe' que el lector tiene en el medio o la persona que firma esa noticia.

La 'fe' puede estar muy bien, pero sirve fundamentalmente para aplicarla en las diferentes religiones o creencias que profesa cada uno. La información, y sobre todo la información sensible o que pretende ser intencional (la que intenta cambiar algo), necesita del mayor número de datos, documentos o aportaciones que expliquen de dónde procede y cómo se ha conseguido para que sea 'transparente, creíble' y que los 'lectores o audiencia' sean 'más libres e iguales'.

También expliqué y argumenté en México DF, ante el maestro Javier Darío Restrepo —referencia de la ética y la deontología y de la Fundación Gabo— y el resto de colegas que "el lector debe saber cómo y de dónde viene la información y cuáles han sido las fuentes de los periodistas".

Incluso iba más lejos y argumentaba que "es necesario aplicar una metodología donde se pormenorice cada uno de los pasos emprendidos y realizados por el periodista para seguir el camino que va desde una hipótesis de trabajo a las conclusiones finales del reportaje/información".

Queremos saber

En septiembre de 2012, cuando todavía no se había aprobado en España la Ley de Transparencia, publiqué un artículo en el diario El Mundo reivindicando que la transparencia también la tenemos que aplicar en los medios de comunicación.

Decía:

Queremos saber es el título de un libro de reciente aparición en el que doce de los mejores reporteros del panorama periodístico español denuncian el momento que vive la profesión, la nuestra. El tiempo, que es caprichoso, ha unido ese grito de los reporteros españoles con la tramitación del Proyecto de Ley de Transparencia que el Gobierno del PP quiere llevar al Parlamento y donde, curiosamente, no se reconoce como derecho fundamental el acceso a la información.

Y esos "saber" y "transparencia" tenemos que llevarlos también a los medios de comunicación, a los lectores. Ellos tienen que saber cuáles son nuestras fuentes, las que se puedan revelar y no atenten contra el secreto profesional, y tenemos que ofrecer al lector y a la audiencia tanta o más transparencia que la que nosotros mismos pedimos, solicitamos y exigimos para llevar a cabo nuestros reportajes e investigaciones.

Y concluía: "Queremos saber para que la democracia funcione".

Por último, y ya que estamos hablando de fuentes (primarias y secundarias), filtradores y alertadores de ayer y de hoy, unas recomendaciones o reglas para mantener con las fuentes:

No traicionar a las fuentes, no publicar el tema hasta que no esté completo, la fuente es sólo una fuente (no intimar con ella), no traspasar la legalidad (no utilizar métodos ilegales), no permitir presiones del medio donde se ejerce, proteger a las fuentes de las represalias que puedan llevar a cabo las personas, empresas o Gobiernos investigados y analizar con mucho detenimiento los documentos que se van a publicar.

Y hablando de fuentes y documentos, me voy a permitir recomendar dos películas que nos enseñarán cómo se debe trabajar, tratar con las fuentes y verificar documentos, "para que no te la cuelen", como dirían en Maldita.es. Esas películas son: Los archivos del Pentágono y La Verdad (Truth).