El nuevo curso empieza como siempre: con dificultades para conciliar

"La adaptación de jornada debe ir acompañada de un verdadero cambio de cultura empresarial"

Me propongo escribir sobre derechos laborales y pienso en las familias que, como la mía, afrontamos la vuelta al cole. Horas cuadrando horarios con nuestros hijos, viendo cómo nos organizamos para encajar la jornada laboral con una jornada escolar cada vez más corta, en un sistema educativo público en el que nuestras hijas e hijos pueden estudiar casi sin coste, pero en un país en el que las condiciones laborales son cada vez más precarias.

La conciliación familiar y laboral parece un objetivo inalcanzable o, al menos, sujeto a la posibilidad individual de pagar un sinfín de horas de acogida, comedores y actividades extraescolares, que nos permitan tener a las criaturas entretenidas mientras nosotras vamos de casa al trabajo, del trabajo a la escuela y de la escuela al supermercado.

El curso 2019-2020 empieza con nuevas medidas para la estabilidad laboral y la igualdad entre mujeres y hombres. Más allá de lo que se ha vendido como la medida estrella –la obligación del registro de jornada por parte de las empresas–, un nuevo decreto, aprobado el 1 de marzo, modificó el redactado del Estatuto de los Trabajadores sobre el derecho a la adaptación de la jornada. Ahora, salvo causa justificada, las empresas deberán permitir que sus trabajadores y trabajadoras acudan al trabajo en el horario que les vaya mejor para poder atender sus responsabilidades familiares, aunque no tengan hijos a cargo –porque a menudo se nos olvida que las personas sin hijos tienen también responsabilidades familiares.

Medio año después, es preocupante que apenas se les haya dado difusión a unas medidas, que, aplicadas correctamente, abrirían un horizonte de posibilidades para las familias y, sobre todo, para la mejora de los derechos laborales de las mujeres. Al hecho de que el Gobierno siga en funciones, se le suma la poca aceptación que dichas medidas han suscitado en las empresas. En un país en el que es común no cumplir el máximo legal de 40 horas semanales de horario de trabajo, ni el de horas extras –establecido en 80 horas anuales–, la adaptación de jornada es una mera ilusión si no viene acompañada de un verdadero cambio de cultura empresarial y, sobre todo, de la puesta en marcha de medidas de control reales y efectivas, que doten de recursos ágiles a las personas trabajadoras para que puedan ejercer sus derechos con garantías.

En trabajos en los que ni siquiera se cumple el horario, la adaptación de jornada será una tarea ardua y las personas más vulnerables del sistema sentirán que sus posibilidades de exigir mejoras son casi nulas. En este sentido, las mujeres cargamos aún con la losa de ser las más afectadas por la temporalidad y la parcialidad laboral, además de mantener una brecha salarial de cerca del 26% en Catalunya, según los últimos datos. Cuando en una familia se debate sobre quién debe ajustar su carrera profesional o su independencia económica a las necesidades de cuidado de menores o personas a su cargo, es mucho más común que lo hagan aquellas que tienen un punto de partida menos beneficioso para la unidad familiar. Así se perpetúan los roles de género ligados al papel de madre-cuidadora.

El real decreto ley mejora sustancialmente los permisos por nacimiento de hijo o hija concernientes a los progenitores no gestantes, equiparándolos paulatinamente a los de las madres biológicas. La medida tiene la virtud de dejar sin efecto el falso discurso de las pérdidas empresariales derivadas de las bajas de 16 semanas de las madres, pero no aborda el hecho de que en España se va a seguir obligando a muchas mujeres a dejar a sus criaturas de menos de cuatro meses en manos de cualquier persona o entidad externa para reincorporarse al trabajo, contraviniendo los consejos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que establece que la lactancia materna a demanda debe ser el alimento exclusivo de las criaturas hasta al menos los seis meses.

Hay que valorar los cambios legales establecidos, pero también recordar que, para que sean efectivos, será decisivo el papel de sindicatos, trabajadores y medios de comunicación. De ello depende avanzar hacia un estadio de calidad de vida que nos permita gozar del tiempo que pasamos con nuestros seres queridos, sin sufrir por si la consecuencia de ello sea quedarnos sin trabajo.