La Barcelona libanesa, más allá del ‘hummus’

Beirut es la ciudad invitada de las Fiestas de la Mercè, pero la presencia del Líbano en la capital catalana es constante desde los años 70. Su huella no solo se deja notar en el paladar

Los hay prácticamente en cada barrio de Barcelona. Regentados –o no– por oriundos de ese país de Oriente Medio, son una de las apuestas favoritas a la hora de elegir sitio para comer o cenar. Los restaurantes libaneses forman parte desde hace años de la sugerente carta de la capital catalana, con sus falafel, batata harra o kibbeh. Pero la relación entre el Líbano y Barcelona va mucho más allá de sus fogones; más allá de su exquisito hummus.

Cerca de un millar de personas de este país residen en la ciudad, una cifra que se ha mantenido estable desde la década de los años 70 del siglo pasado. Fruto de ese intercambio, una entidad de vasto recorrido, la Associació Catalunya-Líban (ACL), trabaja desde hace casi 40 años dando a conocer aquí la realidad del mundo árabe.

Este año, durante las Fiestas de la Mercè, la ciudad catalana rendirá homenaje a la capital del Líbano, Beirut, como su ciudad invitada. Un nutrido programa de propuestas culturales relacionadas con este puerto abierto al Mediterráneo se podrá disfrutar del 20 al 24 de septiembre. La decisión vino respaldada por la histórica relación entre ambas ciudades, con libaneses con una estrecha vinculación a Barcelona y viceversa. Es el caso del periodista Tomás Alcoverro, uno de los corresponsales más veteranos del Estado y que desde las páginas del periódico La Vanguardia ha contado los procesos políticos más relevantes del país en los últimos años. También participará en los actos de la Mercè.

Cabe recordar que el Líbano, territorio con unos seis millones de habitantes e independiente de Francia desde 1963, se halla situado en un verdadero polvorín geopolítico: limita al sur con Israel y al norte y al este con Siria. El país ha vivido en las últimas décadas diversos conflictos armados. Por un lado, la Guerra Civil Libanesa –entre 1975 y 1990– y, durante el verano de 2006, la invasión de Israel, con centenares de bajas civiles.

Desde la Guerra Civil, el país vive sumido en una inestabilidad constante. Y, aun así, su capital, Beirut, se ha erigido como un polo cultural de primer orden y una de las ciudades más independientes del mundo árabe. Así lo sostiene Alcoverro, autor de libros como ¿Por qué Damasco? o La noria de Beirut, y que participará en la Mercè con una charla titulada Una vida a Beirut i la darrera crisi dels refugiats sirians. El periodista ha editado recientemente Un barcelonès a Beirut, en el que estudia los puntos en común entre la capital libanesa y Barcelona, ​​dos ciudades en ecosistemas políticos divergentes pero unidas por el mar y la cultura mediterránea.

El atractivo cultural de Beirut

También el Ayuntamiento subraya el dinamismo cultural de Beirut. "La escena cultural de la capital libanesa es muy activa y la fusión de tradición y contemporaneidad es uno de los rasgos distintivos de una ciudad con una singularidad cultural muy potente. Una ciudad en la que, igual que en Barcelona, late una escena independiente joven", remarca el Consistorio, que este año realizó una visita a la capital del Líbano para estrechar lazos institucionales. Más allá de la cultura, la relación con la ciudad de Oriente Medio se ha establecido por una cuestión política: hay un mundo árabe más allá de aquel imaginario conflictivo que construye Occidente.

"Buscábamos una ciudad mediterránea, del sur. Y Beirut es la ciudad que, por perfil cultural, más se parecía a Barcelona. Pese a las distancias, la cultura también está por delante del todo", apunta Esteve Caramés, director de Sectores Culturales del Institut de Cultura de Barcelona (ICUB), quien ha participado en la coordinación del programa de ciudades invitadas. Dicho programa se lleva a cabo desde 2007 y ha permitido el intercambio con diferentes ciudades durante las fiestas patronales barcelonesas. Desde Medellín –que fue la primera–, pasando por Quito (2008), Estambul (2009), San Petersburgo (2011), París (2016), Reikiavik (2017) o Lisboa (2018).

Reivindicar desde Barcelona

"El Líbano tiene la mala suerte de ser un país del que los libaneses emigran. No es algo de ahora, ocurre desde hace 150 años, y en cambio es un país de refugio para los que viven en los alrededores. Armenios, palestinos, que son unos 300.000; luego llegaron los iraquíes y ahora 1,2 millones de sirios. El Líbano tiene casi la mitad de la población extranjera", destacaba Alcoverro en una entrevista en El Cultural. Algunos de esos libaneses que migraron lo hicieron para recalar en Barcelona, una historia que se potenció en los 70.

Es el caso de Ghassan Saliba, que lleva en Barcelona desde 1979. Llegó huyendo de la guerra y de la persecución de la Falange Libanesa, un partido político de la derecha del Líbano fundado en 1936 y con postulados del nacionalismo más conservador. Y aquí se quedó. Saliba destaca que la integración le resultó "sencilla" por las conexiones entre Beirut y Barcelona. "Catalunya y el Líbano viven del Mediterráneo. Hay una proximidad clara", defiende. Este libanés afincado en la capital catalana asegura que "Barcelona siempre ha sido una ciudad amiga" y que, por ello, el flujo de personas del país de Oriente Medio ha sido constante. Muchos lo han hecho huyendo del conflicto y otros han venido a estudiar: la principal oleada de migrantes libaneses durante los años 70 y 80 buscaba formación.

En consecuencia, Saliba destaca que, además de los restaurantes regentados por personas libanesas –que empezaron a funcionar en los años 90–, hay muchos profesionales liberales –sobre todo abogados y médicos– trabajando en la capital catalana, totalmente integrados. Ese hecho dificulta los lazos comunitarios: "Hay libaneses de segunda generación en Catalunya, pero no deberían olvidar de dónde vienen y qué pasa allí".

Desde su llegada, Saliba ejerce de puente entre su país de origen y el de acogida. Y acabó fundando una asociación que lucha contra esa desmemoria: es, desde 1982, el presidente de la Associació Catalunya-Líban, un espacio que cumple un triple objetivo: dar a conocer la situación política, social y cultural del Líbano, así como las acciones de solidaridad y cooperación que se llevan a cabo en Catalunya; promover la defensa de los derechos humanos y el logro de la plena igualdad entre hombres y mujeres; y potenciar la inclusión en la sociedad catalana de los colectivos procedentes de los países árabes, en general, y de los ciudadanos de origen libanés en particular. Para ello realizan jornadas y editan publicaciones divulgativas.

Ciudad invitada, pero poco consultada

Otra línea de trabajo clave para la entidad es la difusión de la labor creativa que llevan a cabo muchos artistas árabes a través de la frecuente programación de actos culturales. Saliba celebra el acercamiento de la Mercè a la capital del Líbano, pero lamenta el "escueto trato" con espacios como su entidad a la hora de gestionar la invitación a Beirut: "Nos enteramos por los medios de comunicación de la publicación final del programa". Durante las fiestas, Saliba y la ACL desarrollarán actividades propias; entre otras, una exposición de ilustraciones sobre los refugiados. El objetivo, aprovechar el altavoz en la Mercè al país de Oriente Medio, pero para que éste no se limite a una vez al año.

BEIRUT, MÚSICA Y CABARET

Más allá de la charla que protagonizará el día 23 de septiembre el periodista Tomás Alcoverro sobre la situación en Oriente Medio, la música y la danza del Líbano se dejarán notar en el programa de las Fiestas de la Mercè de este año, sobre todo en el parque de la Ciutadella. El 20, 21 y 23 se celebrará La nit de Beirut, una serie de actuaciones que –cita el Consistorio– "recrearán anocheceres, en tiempos de guerra, en los que los habitantes de la capital libanesa celebraban la vida". Anthony Kmeid, Léa Lahoud y Maya Chami son algunos de los artistas que se pasarán por el parque. También se podrá ver un cabaret a la libanesa, el Hishik Bishik Show. En el apartado musical, dentro del Mercè Música, se podrá disfrutar del jazz vanguardista de Tarek Yamani, los sonidos arábigos de Tania Saleh o el rap afilado de Malikah.