Un distrito que levanta pasiones y temores

A pesar de ser una de las grandes apuestas del Ayuntamiento de L’Hospitalet, el proyecto del Distrito Cultural no cuenta con la complicidad de los vecinos. Algunos de los artistas instalados en la zona también se muestran decepcionados

Desde hace unos años, algo está cambiando en L’Hospitalet. Grandes naves industriales, pero también pequeños talleres de manufacturas, se están reconvirtiendo en factorías de creación cultural. El Distrito Cultural, un proyecto impulsado desde el Ayuntamiento de Núria Marín (PSC), genera expectación, rechazo y temor a partes iguales. Con la llegada de cada vez más artistas procedentes del Poblenou Urban District –expulsados de sus talleres por el encarecimiento de los alquileres en Barcelona–, el Distrito se postula como el perfecto substituto. Aunque las voces críticas no han tardado en surgir.

El objetivo del Consistorio es claro: transformar una zona industrial en declive en un hub artístico aprovechando la huida de artistas de la capital catalana. En 2017 se aprobó la modificación del Plan General Metropolitano (PGM) que había de facilitar este propósito. También ese año, Marín voló a Nueva York para presentar el proyecto. En un principio el Distrito tenía que ocupar 25 hectáreas, quedando delimitado por la avenida Carrilet, la avenida Fabregada y la Travessia Industrial, con la calle Cobalt como gran eje. Con calles aledañas peatonales y un nuevo parque, el Parc de les Arts. Sobre el terreno, sin embargo, no se aprecia ningún cambio sustancial.

David Quirós (PSC), concejal de Cultura e Innovación Social, explica cómo se gestó la idea: "Hace cinco años valoramos las prioridades del Gobierno municipal y apostamos por una industria cultural y creativa que transformase la ciudad y generase otro tipo de economía. La antigua zona industrial estaba perdiendo negocios y algunos espacios cerraban, así que pensamos que era buena idea revitalizarla invirtiendo en espacios de cultura. No obstante, cuando los artistas y creativos empezaron a aterrizar en L’Hospitalet, lo hicieron por toda la ciudad, no solo en aquel espacio". Es por este motivo que, según el concejal, "no se aprecia una gran transformación urbanística en la zona". Según Quirós, el Ayuntamiento concibe la cultura no solo como motor económico, sino como eje estratégico de desarrollo social. "Nos da la posibilidad de crecer y desarrollarnos. Queremos que la cultura no sea sólo para las élites, sino que todos los ciudadanos puedan acceder a ella", asegura el concejal.

Es en este punto donde hacen hincapié las voces críticas con el Distrito Cultural. "El arte que se promueve en él viene de las élites: los artistas aterrizan aquí porque encuentran ventajas importantes [por ejemplo, bonificaciones en el IAE y el IBI], pero no se está respondiendo a las necesidades culturales y artísticas del barrio. El Distrito no se ha puesto a disposición de los vecinos: el Ayuntamiento pone locales a disposición del arte de fuera", asegura el portavoz de la Asociación de Vecinos y Vecinas (AVV) de Santa Eulàlia, Cristóbal Ortega, que mantiene que, si bien "es cierto que hay algunos vecinos de L’Hospitalet que participan de la vida del Distrito, el proyecto no cuenta con la complicidad ciudadana". Los vecinos se quejan del tipo de cultura que este fomenta: "Muy visual, muy galerista, concreta, elitista y de vanguardia".

Asimismo, aluden a la naturaleza ambigua de la iniciativa: "¿Qué es exactamente el Distrito Cultural? Si vamos a la página web, vemos que es un perímetro; un proyecto con un conjunto de objetivos y, por último, una oficina que gestiona cosas. Y, si no entendemos qué es, ¿cómo vamos a implicarnos en él? Es algo que nos ha llegado de forma pasiva: nadie nos ha preguntado nada", lamenta Ortega.

Carolina Olivares es una de las fundadoras de La Infinita, un espacio de creación ubicado en la avenida Carrilet; un lugar "de error y experimento" –como ella lo define–, cuyo objetivo es fusionar las artes visuales y las escénicas. Ella, como otros artistas instalados recientemente en la segunda ciudad de Catalunya, viene del Poblenou y, a pesar de todo, se muestra crítica con la gestión del Ayuntamiento de L’Hospitalet: "El Distrito es un proyecto político fracasado. Querían crear un 22@ y esperaban que la industria cultural barcelonesa viniese. ¿Y quién ha venido? Colectivos y agentes culturales antagonistas del modelo de empresa cultural que quería el Consistorio. No ha venido Random House".

Olivares, que mantiene que el proyecto urbanístico "no se entiende" y define como "pésima" la gestión de las licencias para instalarse en el Distrito como empresa creadora, ve también un lado positivo: la creación de espacios de solidaridad. "Los artistas tenemos poco dinero por la rebaja de los presupuestos de cultura, así que hemos inventado nuevas formas de trueque. En la creación del Distrito ha habido equivocaciones y a veces las equivocaciones traen éxitos", explica Olivares, en referencia a las sinergias surgidas entre artistas.

Una de las últimas performances que se han realizado en La Infinita es la de Duncan Gibbs, un residente que desde la terraza del edificio lanzó cohetes que contenían semillas que se esparcieron por el Distrito. "Fue un gesto simbólico: las semillas que ahora plantamos florecerán", apunta Olivares, quien reconoce que el impacto económico del Distrito en la ciudad es mínimo. "¿Cómo se les ocurre montar algo así sin contar con los artistas? Están desbordados, no saben cómo gestionarlo y ahora ponen pegas a las licencias. No hay un proyecto, sino una pared institucional que nos impide trabajar en armonía".

El principal temor de los vecinos es la amenaza de la gentrificación. Preocupa la subida de los alquileres, que ya se nota en L’Hospitalet, fruto del encarecimiento de los inmuebles en la gran ciudad. "Hemos visto lo que ha pasado en Barcelona y otras ciudades. Se usa el arte y la cultura para redinamizar un área degradada y esa es la coartada para revalorizar el precio del suelo. Empiezan con el arte y acaban echando a los vecinos", dice Ortega, en representación de la AVV de Santa Eulàlia.

Según la entidad, el Ayuntamiento debería poner en marcha medidas y procesos de decisión en los que el vecindario pudiera opinar y decidir. "Hay que proteger las zonas y a los vecinos para evitar las expulsiones. Este es un proyecto que ha sobrevenido a la ciudad y los ciudadanos no estamos implicados en él, porque nunca se nos ha preguntado la opinión", repite Ortega. El concejal David Quirós, por su parte, niega la mayor: "No creemos que se esté dando este problema en nuestra ciudad", asegura, al tiempo que reconoce que la gentrificación es un problema "global" y el Ayuntamiento, sostiene, "no tiene competencias" para combatirlo.

Los artistas y el barrio

Otro de los reparos de la AVV de Santa Eulàlia es la poca implicación de los artistas en la vida del barrio. Y Quirós discrepa: "Hace poco inauguramos el puente de la Riera Blanca y se hizo una intervención con artistas internacionales. Se coordinó con el Ayuntamiento de Barcelona. Desde entonces, la percepción del barrio ha mejorado; mejoramos el espacio público y la gente se encuentra más a gusto en él". Quirós también alude al programa Fem Tàndem, que crea vínculos entre escuelas y equipamientos públicos.

Una de las prioridades de La Infinita es esa: construir barrio; por eso dan prioridad a los creadores de L’Hospitalet y a todo aquello que pasa en la ciudad. Ya han empezado a desarrollar talleres con niños y trabajan con escuelas para organizar actividades conjuntas. "Uno de nuestros sueños es hacer un casal de arte en verano", asegura Olivares. También Elisabeth Parés, de Karakter Studio y Stendhal Books –con oficina en el Distrito–, opina que los artistas no pueden vivir de espaldas al barrio: "Es entonces cuando se genera un parque empresarial de industria cultural y se produce el desequilibrio", avisa, y añade: "Los distritos culturales son un fenómeno que se da de forma natural cuando en una zona cercana a un núcleo urbano hay espacios grandes y económicos. Pero, llegados a este punto, lo único que podemos hacer es coger el toro por los cuernos: unirnos como colectivo para ser más fuertes y trabajar con las instituciones para hallar herramientas. Los ayuntamientos son los primeros interesados en que sus ciudades haya cultura y arte, herramientas transformadoras y con retorno social. Son valores, innovación, crecimiento económico y riqueza".

Los vecinos avisan de que mirarán con lupa los pasos del Ayuntamiento y este está convencido de seguir desarrollando uno de los proyectos estrella del mandato que ahora empieza.

CUANDO EL NOMBRE NO HACE LA COSA

Mireia Mora, de la cooperativa La Tremenda –que se dedica a la comunicación en el ámbito cultural–, se ha mostrado siempre muy crítica con el Distrito Cultural. "El nombre no tiene por qué hacer la cosa y hay que ver cómo la
cultura interacciona con el barrio, cómo contribuye a desarrollar el tejido social o cómo trabaja con colectivos vulnerables. Las críticas que se hacen no apuntan hacia los artistas, sino hacia las instituciones", matiza Mora. Reconoce que es cierto que "la cultura es una herramienta potente en los barrios, porque aglutina comunidades". Pero añade que, si lo que se quiere es intervenir en un barrio degradado que necesita dinamización, "no hay que fomentar espacios de alquiler, sino de creación comunitaria; no hay que hablar de residentes, sino de equipos de gestión comunitaria multidisciplinares, con artistas, educadores sociales, gestores...".