El reto de la limpieza urbana

Acudir al contenedor con bolsas para tirar es un acto cotidiano, pero está llamado a transformarse en aras de incrementar el reciclaje. Entidades vecinales y ecologistas exigen medidas más ambiciosas que no se centren solo en la recogida

Unos más, otros menos, pero todo el mundo genera residuos: 1,3 kilos por habitante y día en la conurbación barcelonesa, según datos del Área Metropolitana de Barcelona (AMB). La costumbre es tirar la basura en contenedores que generalmente ocupan un espacio preeminente en la calle. Sin embargo, hay cambios a la vista. Sin ir más lejos, en algunos barrios de la capital catalana ya se prevé sustituirlos por sistemas que no impliquen una ocupación fija de la vía pública y que favorezcan la separación de los residuos, como la recogida puerta a puerta o los contenedores móviles instalados durante solo unas horas al día. Estas fórmulas ya se han puesto a prueba, pero vecinos, ecologistas y empresas recuperadoras piden ir más allá y demandan una profunda transformación de todo el camino que recorren los residuos en la actualidad, con el fin de que los esfuerzos no sean solo un green washing (lavado verde); es decir, que sean más que una mera fachada, más simbólica que efectiva.

Incrementar el reciclaje es uno de los principales retos. La Unión Europea obliga a que en 2020 la mitad de los residuos municipales sean reciclados o reutilizados, y el 55% en 2025 –el 65% en el caso de los envases–, pero la realidad dista mucho de estos objetivos. La media metropolitana de recogida selectiva fue del 35,6% en 2018, con Barcelona ciudad en el 37,4% –siempre según datos del AMB–. De 36 municipios, solo seis superaron el 55%: Tiana está a la cabeza, con un 82,3%, mientras que en la cola está Sant Adrià de Besòs (21,2%). Además, separar residuos –en las fracciones de orgánica, papel, envases y vidrio– no garantiza siempre su reciclaje, puesto que depende de factores como su calidad y que sean efectivamente reciclables.

Los malos registros no significan que la ciudadanía rehúya tratar de minimizar los desperdicios que genera –el objetivo es reducirlos hasta 1,2 kilos diarios por persona–, ni que se desentienda de exigir mejoras en la recogida de basuras y en la limpieza viaria. Dan cuenta de ello los resultados de la Encuesta de Servicios Municipales de 2019 –basada en 6.000 entrevistas– que el Gobierno de Ada Colau (BComú) acaba de presentar. Mejorar la limpieza es la tercera principal demanda al Consistorio barcelonés, solo por detrás de facilitar el acceso a la vivienda y combatir la inseguridad, e incluso escala hasta el segundo puesto cuando se pregunta por la primera petición para el barrio del encuestado.

El mayor contrato municipal

El servicio de recogida de basuras de Barcelona saca una nota de 7,4, y el de limpieza, de 6,5. Ambos forman parte de la contrata de limpieza municipal, mediante la cual el Ayuntamiento adjudica el servicio a empresas externas. Es el contrato más importante del municipio: pronto alcanzará un importe de unos 307 millones de euros anuales y más de 3.000 millones en una década. El Gobierno prevé adjudicar el nuevo a principios de 2020. Entonces aún tardará un año en entrar en vigor, pero se puede vislumbrar qué cambios plantea con fórmulas adaptadas a cada lugar.

Entre las empresas que se han presentado al concurso de la nueva contrata barcelonesa figura FCC, pese a estar en el punto de mira. En el anterior mandato, el Gobierno de Ada Colau anunció una multa de siete millones de euros a la empresa por servicios no prestados y daños y perjuicios por mezclar toneladas de envases con otros residuos. La Fiscalía archivó la denuncia municipal y le dio carpetazo a la vía penal, pero está por resolver la administrativa. Pese a ello, Ramon Cebrián (UGT) reivindica el modelo existente por su baja conflictividad laboral y sus condiciones laborales "muy aceptables". Cebrián defiende que "nadie" se dio cuenta de las supuestas irregularidades de FCC y que, en caso de existir, si el Ayuntamiento no las detectó, "es que este no estaba haciendo su trabajo".

Otros municipios como Badalona también iniciaron acciones contra FCC por presuntas irregularidades. Estas polémicas estallaron en el mandato que culminó en mayo y entre cuyos frentes estrella figuraban las remunicipalizaciones: devolver los servicios a la gestión directa de los Ayuntamientos. Barcelona estudió hacerlo con la limpieza y recogida de basuras, pero constató que no sería fácil por el volumen económico de la operación y porque implicaría internalizar a 4.000 trabajadores. De momento, la nueva contrata incrementará el control sobre las empresas.

Remunicipalizaciones metropolitanas

Una localidad en la que el servicio sí es municipal es Gavà, donde se presta a través de la empresa municipal Presec. Ripollet también ha remunicipalizado la limpieza de los edificios municipales, y Castelldefels, la recogida de basura desde abril de 2017. Según cuenta la exalcaldesa y ahora concejal de Medio Ambiente Candela López (Movem Castelldefels-En Comú Podem), el anterior Gobierno del PP sacó una nueva licitación del concurso que veían irregular, así que, cuando entraron ellos a gobernar, se plantearon qué hacer. Vieron que si el municipio asumía el servicio
–que hasta entonces ofrecía la empresa Sersa– se podrían ahorrar medio millón de euros, pero al final optaron por mantener su coste –de 6,2 millones de euros– e introducir mejoras, como renovar contenedores y vehículos y ampliar personal –ya subrogaron a 92 trabajadores–. López está satisfecha. "Si se hace bien, es muy positivo, pero hay que poner los recursos", argumenta, y recalca la importancia de tenerlo todo bajo control independientemente de la fórmula de gestión. El presidente de la Federació d’Associacions de Veïns de Castelldefels, Pepe Soto, opina que la remunicipalización ha supuesto "una mejora total" y cree que ahora falta corresponsabilizar a los vecinos para evitar las bolsas fuera del contenedor. "Tendrían que colaborar. Mantengamos la ciudad limpia", reclama. El porcentaje de recogida selectiva en Castelldefels y Gavà ronda el 37%, como en Barcelona.

Precisamente en la capital catalana también se ha puesto a prueba un nuevo sistema, poco habitual en grandes ciudades y que requiere de una actitud ciudadana más comprometida. Desde febrero de 2018, en el núcleo antiguo del barrio de Sarrià funciona la recogida puerta a puerta. Los vecinos depositan entre las 20.00 y las 22.00 horas frente a sus portales las bolsas de la fracción de basura que toca cada día para que los servicios municipales las recojan –la orgánica se saca en cubos–. En pocos meses se pasó del 19% al 55,8% de recogida selectiva. Eduardo Saiz, de la Associació de Veïns de Sarrià, asegura que "el sistema funciona bastante bien y la colaboración ciudadana ha sido muy buena". Solo en determinados bloques con muchos vecinos algunos se han resistido y la entidad trata de mediar con ellos para que se olviden de una vieja costumbre: depositar las bolsas en los alcorques de los árboles. Esgrimen que lo hacen porque no tienen a nadie que pueda ocuparse de bajarlas cuando es pertinente –es decir, que el personal de servicio de una de las zonas más pudientes de la ciudad no puede estar por ello–, pero la situación parece que va camino de resolverse con pedagogía y flores alrededor de los árboles.

En algunas calles del barrio del Bon Pastor, en el distrito de Sant Andreu, los contenedores se han sustituido por unas plataformas móviles que se colocan de 18.00 a 23.00 horas, excepto los domingos. Según el día, se admite un tipo u otro de fracción. Con ello se ha pasado del 30% al 61% de recogida selectiva, pero el sistema no es del agrado de todos. Primero había quien tiraba la basura en las papeleras, y aún es habitual para algunos no utilizar nunca los containers, como atestiguan Montse Bote, de la Associació de Comerciants del Bon Pastor, y Patricia Soria, una vecina que tiene una posible explicación: no gusta tener que tirar la basura en un horario marcado. "Mucha gente no utiliza los contenedores móviles, sino que tira la basura en los que tiene más próximos", los fijos de toda la vida, relata Soria, que, de todos modos, entiende que los móviles son "una idea buena". Aunque ella alargaría el horario hasta las 8.00 horas: "Los dejan poco tiempo".

Hacia el residuo cero

El activista y divulgador ambiental Jordi Bigues, que es miembro de la Federació d’Associacions de Veïns i Veïnes de Barcelona (FAVB) y del Centre d’Ecologia i Projectes Alternatius (CEPA), se muestra muy crítico con la gestión municipal y metropolitana. "Si consideramos que estamos ante una situación de emergencia climática, deberá extenderse la recogida puerta a puerta a todos los barrios de Barcelona, reducir residuos, dejar de incinerarlos y hacer una valoración del impacto tan grave que tienen en el deterioro del clima", defiende. Bigues carga contra el Programa metropolitano de prevención de residuos y gestión de recursos y residuos municipales 2017-2025, apodado Premet25, que incluye un acuerdo rubricado por los municipios y la Generalitat para caminar "hacia el residuo cero" y que marca la estrategia a seguir también en la capital catalana. La Plataforma Ciudadana Residu Zero ha presentado alegaciones a la Generalitat, se queja de falta de transparencia y pide que se retire la posibilidad de enviar residuos orgánicos a incinerar, entre otras demandas. Pero por el momento no ha recibido respuesta alguna.

Ante la inminencia de la nueva contrata barcelonesa, el concejal Eloi Badia (BComú) declaró que los contenedores son "un vertedero abierto las 24 horas del día, anónimo y en medio de la ciudad", un modelo que considera que ha quedado caduco. Por su parte, el director municipal de Limpieza y Gestión de Residuos, Carlos Vázquez, ve inviable extender las experiencias de Sarrià y el Bon Pastor a toda la ciudad, pero sí a más zonas. Vázquez sostiene que el puerta a puerta puede funcionar en tramas que se asemejen a un casco antiguo, como las de Gràcia, Sant Andreu y Sants, pero no en zonas de altos bloques de pisos, como Nou Barris, donde difícilmente verán desaparecer los contenedores.

El despliegue de la nueva contrata en la ciudad de Barcelona se hará progresivamente y los contenedores también presentarán novedades: pasarán a ser inteligentes. Uno de los retos es rebajar la cantidad de impropios –los residuos echados al contenedor equivocado–, así que los nuevos identificarán al usuario, premiarán a quien separe bien y penalizarán a quien lo haga mal mediante una nueva tasa de residuos, cuya creación ha anunciado el Gobierno de Colau en el marco de los nuevos impuestos y tasas que plantea para 2020. "Se trata de que la gente tenga una motivación añadida más allá de la ambiental para separar en casa", detalla Vázquez. Esta tasa se sumará a la Tasa Metropolitana de Tratamiento de Residuos (TMTR) que ya se incluye en la factura del agua.

Vuelta al retorno de envases

El reciclaje de envases es uno de los aspectos que más se ponen en cuestión. Eduardo Saiz, de la Associació de Veïns de Sarrià, cree que hay que "cambiar el sistema", porque "quien se encarga de reciclar los plásticos no deja de ser una organización de empresas envasadoras que, al fin y al cabo, están sirviéndose a sí mismas en tanto que productores de envases de plástico". Se refiere a Ecoembes, a la cual El Quinze ha planteado una batería de preguntas que al cierre de esta edición no han recibido respuesta. Bigues, de la FAVB, no duda en tildar a Ecoembes de "mafia de los residuos de envases y embalajes" y le reprocha que "no se recicla gran parte del plástico" y, además, asegura que "dicta políticas de la Agència de Residus de Catalunya". También expresa su malestar el Gremi de Recuperació de Catalunya, cuya directora general, Victòria Ferrer, critica que el sistema "premia la cantidad y no la calidad de los residuos" y defiende la vuelta al sistema de depósitos que ya funciona en muchos países –y que aquí fue habitual en los colmados hace unas décadas–. Este implica instalar puntos en los que devolver los envases a cambio de unos céntimos. En el Ayuntamiento de Barcelona no esconden su interés por la iniciativa, pero por el momento se centran en garantizar que Ecoembes abra el abanico de residuos que considera propios del contenedor amarillo.

EL ESCOLLO DE RECICLAR EL ACEITE

Barcelona contaba con un modelo exitoso para reciclar el aceite de cocina: el Olipot, un bote de plástico amarillo que se entregaba gratis en los puntos verdes. Cuando el usuario lo devolvía lleno recibía otro, ahorrándole el engorro de limpiarlo él y el uso de envases no reutilizables. Pero el sistema, que gestionaba la Fundación Asproseat, no ha tenido continuidad. Había que convocar un concurso público para la gestión, pero ninguna de las dos empresas de inserción que se presentaron reunió las condiciones. El Ayuntamiento espera subsanarlo en unos meses con otro concurso. El director de Limpieza y Gestión de Residuos, Carlos Vázquez, indica que hay que mimar a los usuarios. “Quien separa el aceite, separa todo lo demás”, sostiene.

RESIDUOS QUE VIAJAN HASTA ASIA

El hartazgo de algunos países por los residuos que reciben de Occidente estalló esta primavera pasada. Malasia anunció la devolución de 3.000 toneladas de plástico no reciclable y mandó para España cinco contenedores. No es fácil determinar si un solo kilo procedía de Barcelona y su área metropolitana, pero es muy probable que así sea. El AMB y el Gremi de Recuperació de Catalunya no lo descartan. La directora general del gremio, Victòria Ferrer, recuerda que los recicladores privados deciden el destino de los envases que terminan en sus manos y que este puede ser Asia si se lo pagan más caro. “Es el libre mercado”, sostiene Ferrer. Aun así, subraya que los gestores catalanes invierten cada vez más para tratar localmente el residuo y que este se exporte una vez procesado. España exportó más de 157.000 toneladas de residuos plásticos en 2018 e importó casi 136.000. Las exportaciones se redujeron a la mitad y las importaciones subieron.