Los problemas de hacer negocios al margen del capitalismo

"El marco legal, configurado en base a los intereses que predominan en las sociedades capitalistas, es hostil a que surjan otras formas de organización"

Ante la creciente insatisfacción con la gestión económica del capitalismo surge la necesidad de buscar nuevas fórmulas de organización social. El descrédito alcanzado por los modelos de gestión burocrática ha resucitado el interés por formas de gestión desde abajo, en las que se sitúa el cooperativismo y la economía social y solidaria. Su atractivo es obvio, pues se aboga por formas más horizontales y cooperativas de participación; la búsqueda de un retorno social de la actividad, por encima del beneficio; la conexión con la comunidad... Pero una de las preguntas que vale la pena hacerse es por qué una propuesta con fuertes atractivos tiene tantas dificultades para implantarse, pues, aunque en los últimos años su crecimiento es indudable, este está lejos de alcanzar el punto crítico que la convierta en una competidora real del capitalismo. Trataré de destacar varias de las cuestiones clave que debe superar la economía social y solidaria, muchas de ellas bien conocidas, pero que vale la pena recordar.

En primer lugar está el tema financiero. Para llevar a cabo cualquier actividad económica hace falta financiación, para iniciar el proyecto y ayudar a su desarrollo. Y la financiación está bajo el control de las entidades financieras, que constituyen la forma más extrema de organización capitalista. El sistema financiero es reluctante a prestar dinero a las entidades no capitalistas y a menudo impone condiciones draconianas a su financiación. Tampoco la gente que impulsa proyectos alternativos suele tener grandes recursos y, por tanto, no puede aportar una financiación alternativa. Por ello muchos de los proyectos de economía social se concentran en actividades de baja inversión y reducido tamaño, lo que, a su vez, las condiciona en su trayectoria.

En segundo lugar, está la cuestión de la capacidad de gestión y el proyecto organizativo. Toda actividad, para tener éxito, requiere de una gestión eficiente; de un modelo organizativo que ayude a resolver los problemas y potencie la cooperación. Como pasa en cualquier actividad humana, la eficiencia es, en gran parte, resultado del aprendizaje, formal e informal. Es más fácil que personas provenientes de familias burguesas adquieran estos hábitos y conocimientos que otras provenientes de otros grupos sociales. La educación académica gerencial está casi completamente dominada por el modelo de la empresa capitalista y tiene escasa sensibilidad –y capacidad de reflexión– sobre formas alternativas de organizar la economía. De todo ello se deduce que hay pocas personas con formación de gestión interesadas en la economía solidaria y que, posiblemente, parte de la formación recibida es inadecuada para otro tipo de gestión. Al contrario, muchos de los proyectos de economía solidaria corren el riesgo de estar dominados más por las buenas intenciones que por un nivel de competencia adecuado.

Los retos de un modelo pionero

Relacionada con este problema está la organización de la actividad. La empresa capitalista está pensada –en sus diversas variantes– bajo un modelo autocrático y piramidal, donde siempre está claro quién manda y en el que gran parte de la propia organización está diseñada para el control de la actividad de la gente que ocupa escalones inferiores. Crear un modelo más horizontal, igualitario, democrático no es sencillo. De hecho, la historia de la empresa capitalista es una historia de continuas innovaciones organizativas para superar los problemas de gestión. Es, por tanto, mucho mayor el tipo de desafíos que deben encarar modelos alternativos para los que solo existen mapas imperfectos y una experiencia poco consolidada. Con todo ello no quiero decir que no haya eficiencia y buenos resultados en la economía solidaria: se están haciendo muchos esfuerzos para hacer frente a estos problemas. Pero lo que sí indica es que se trata de un trabajo pionero y, como tal, mucho más expuesto a los problemas de una verdadera innovación social.

Y un tercer y último elemento que invita a la reflexión lo constituye el marco institucional y las políticas públicas. Un marco legal, regulativo, de prácticas, que se ha ido configurando en base a las ideas y los intereses que predominan en las sociedades capitalistas. Y que, por lo tanto, es un marco bastante hostil a que surjan otras formas de organización diferentes. Esto es algo que se percibe en muchos ámbitos de la vida cotidiana de las organizaciones. Por ejemplo en los criterios de la contratación pública o en la existencia de infraestructuras sociales adecuadas al desarrollo de la economía solidaria. El funcionamiento de cualquier organización está condicionado por el entorno legal, institucional, político y social en el que se desarrolla. Y hoy la economía solidaria está condenada a competir en un marco bastante hostil.

Detectar problemas conduce a buscar soluciones. Algunas son evidentes con nuestro diagnóstico: la necesidad de desarrollar modelos alternativos de financiación, formas de regulación adecuadas e instituciones formativas. Algo que solo saldrá si en la esfera política se aborda decididamente la cuestión.