Los secretos escondidos de la historia de Begues

La cueva y la sima de Can Sadurní albergan lugares de interés geológico y arqueológico, con yacimientos todavía por excavar. Un itinerario permite aproximarse al legado de los antiguos habitantes del Llobregat

Aunque forma parte del término municipal más grande del Baix Llobregat, Begues es una de las poblaciones más pequeñas de la comarca: apenas tiene 6.700 habitantes. Sin embargo, este pueblo emplazado en el Parc Natural del Garraf y apenas comunicado con las localidades vecinas –es preciso utilizar el transporte privado para hacer casi cualquier desplazamiento– es una joya escondida: en él abundan rincones de gran valor geológico y arqueológico. Zona eminentemente rural, ubicada a apenas 30 kilómetros de Barcelona, Begues invita a dejar atrás el ruido y el estrés de la gran ciudad para adentrarse en un paraje verde y tranquilo; un oasis que bien poco tiene que ver con la mayoría de ciudades metropolitanas.

El patrimonio geológico y arqueológico de Begues es tan atractivo como poco conocido. Los primeros indicios de vida en el pueblo son de hace 11.000 años, cuando los cazadores y recolectores del Epipaleolítico habitaban la zona. En el Neolítico, hace 7.000 años, los moradores empezaron a emplear la agricultura y la ganadería. El Col·lectiu per a la Investigació de la Prehistòria i l’Arqueologia del Garraf-Ordal (Cipag) –formado por arqueólogos, -arqueozoólogos, arqueobotánicos y otros expertos en la restauración de bienes ar-que-ológicos– investiga desde 2007 su legado histórico, promueve programas de voluntariado y campañas de excavación orientados a estudiantes universitarios en verano y organiza visitas guiadas los fines de semana.

Uno de los itinerarios más populares es el de El Ferret del Carst, que pasa por 12 lugares destacados. A lo largo de cuatro kilómetros, permite ver de cerca las características de un karst –un tipo de relieve con grietas originado por la erosión química de las rocas compuestas por minerales solubles en el agua, como la caliza o el yeso– y conocer aspectos de la economía y la historia de quienes habitaron el Garraf en los últimos milenios. La parada estrella se hace en la Cova de Can Sadurní, en proceso de excavación desde hace más de cuatro décadas y en la que se han hallado evidencias de que en el Epipaleolítico fue habitada por comunidades cazadoras y recolectoras.

Poco conocido por parte de la población, el de la Cova de Can Sadurní es uno de los yacimientos prehistóricos más interesantes de Catalunya por la cantidad de registros que se han obtenido durante las excavaciones. En la cueva se han encontrado cuatro necrópolis de diferentes épocas: tres del Neolítico y una de la Edad del Bronce (1.200-900 a. C.). También una figurita antropomórfica de 6.500 años de antigüedad, conocida como L’Encantat de Begues. Y hace un tiempo se hallaron vasos cerámicos con restos de fermentación de la cerveza más antigua de Europa.

Una excavación por terminar

Álvaro Yegrós, miembro del Cipag y uno de los guías de la ruta, destaca la importancia del yacimiento: "La cueva de Can Sadurní tiene una muy buena estratigrafía: tenemos muchos niveles y muchas etapas conservadas en ella, que van desde el Paleolítico hasta la época medieval, pasando por la época romana". Las piezas originales se retiran para su posterior estudio y en la cueva se instalan reproducciones. La excavación aún no está acabada: dentro de unos meses, la cavidad se cerrará al público. "Vamos a excavar la entrada, donde hay otro yacimiento, un enterramiento prehistórico del Neolítico", apunta Yegrós.

El guía recuerda que la cueva permaneció cerrada hasta los años 50 del siglo pasado, cuando el anciano que habitaba la masía de Can Sadurní la encontró. "Empezó a plantar champiñones allí mismo, de ahí que las paredes de la cueva estén blancas. Un poco más tarde, ya en los años 70, empezó la excavación arqueológica, para evitar que los furtivos siguiesen saqueando el lugar", explica Yegrós. Según el guía, esta había sido una práctica habitual. "Muchas veces los arqueólogos llegamos tarde, sobre todo a las cuevas. Hace algunos años, cuando la arqueología no era una actividad tan profesional, era habitual que la gente cogiese collares de los enterramientos o se llevase cráneos o huesos. Pero aquí el saqueo no afectó demasiado, porque las piezas más importantes estaban en los niveles más profundos", se congratula Yegrós.

El itinerario de El Ferret también tiene parada en una antigua mina de sal de llop (calcita) –una explotación a cielo abierto de donde se sacaba cal para convertirla en vidrio en los hornos de las cercanas poblaciones de Vallirana y Cervelló–; un dolmen del Neolítico o un horno de cal –material que se utilizaba antes de que se inventase el cemento.

Otra parada obligatoria si se visita Begues es la sima de Can Sadurní, que con 75 metros de profundidad es uno de los grandes pozos del macizo del Garraf, juntamente con las simas del Bruc y la Ferla. El geólogo Norbert Font i Sagué bajó a ella por primera vez en 1897, y ahora cada fin de semana decenas de personas acuden allí para practicar espeleología. Es el caso de Conchi Rodríguez, de 51 años y vecina de Cerdanyola del Vallès. "Cada domingo vamos a algún sitio a hacer esta actividad, pero es la primera vez que hago esta sima. Es larga, pero no es demasiado difícil, y es muy bonita, porque tiene muchas formaciones", dice Conchi. Ella y su marido, Àlex Marín, pertenecen a la Unió Excursionista de Catalunya del Prat de Llobregat. Otro visitante, Joan Miguel Rodríguez, de 53 años, también está impresionado por lo que ve en la sima de Can Sadurní. "Las que había hecho eran menos hondas, de unos 30 o 40 metros de profundidad. Esta me ha encantado porque tiene pequeñas cuevas en el tubo de la bajada y porque entra mucha luz. La sima tiene la boca muy grande", relata.

La de Can Sadurní fue una de las primeras simas de gran profundidad que se exploraron en Catalunya. "Se pensaba que por ella circulaba un río subterráneo, y se decidió bajar en busca de agua, para poder abastecer a Barcelona. Pero, aunque sí que pasa un río, nunca se encontró el agua esperada", explica Yegrós. Por la configuración de la sima, con numerosas cavidades, uno no puede bajarla solo: es preciso que otros le ayuden desde las distintas instalaciones ancladas en la roca. "Entre los pioneros había un pocero de Begues que siempre ayudó a Font i Sagué. Nuestro itinerario, de hecho, le debe a él su nombre: Ferret era el apellido de aquel vecino de la localidad. A gente como él le debemos las primeras instalaciones técnicas en simas", apunta el guía, antes de advertir al fotógrafo de que no se acerque demasiado al agujero.

Conservación y difusión del patrimonio

Teresa Jardí, técnica de cultura en el Ayuntamiento de Begues, asegura que el Consistorio hace todo lo posible para dar a conocer el patrimonio del pueblo: "Se programan actuaciones periódicas para hacer difusión del yacimiento, como los Divendres d’Història, Apropa’t a l’Espluga o la ruta de El Ferret. También nos encargamos del mantenimiento y los suministros de la cueva y ayudamos económicamente al programa de visitas mensuales al yacimiento". El Ayuntamiento, que también se encarga de mejorar las instalaciones del yacimiento, prepara una actualización del libro La prehistòria al Garraf e impulsa una colección sobre la arqueología local. También participa, junto con el Cipag, en la organización de un campo de trabajo internacional de temática arqueológica. Jardí apunta que, para un pueblo tan pequeño, tener un yacimiento como el de Can Sadurní "es un gran orgullo".

Álvaro Yegrós defiende que es necesario dar un paso adelante en la difusión del patrimonio arqueológico y geológico de Begues. "En la actualidad tenemos pocos medios. Ahora, de la mano del Ayuntamiento, estamos ideando un centro de interpretación y un pequeño parque arqueológico. El centro nos facilitaría las cosas, ya que hemos empezado a trabajar con escuelas e institutos de la zona", sostiene. Respecto a la construcción de estas dos instalaciones, Jardí puntualiza que el Consistorio está en fase de solicitar una ayuda europea a través del Fondo Feder.

UNA CERVEZA DEL NEOLÍTICO

Aprovechando el tirón de haber encontrado en 1999 en Begues las moléculas de la cerveza más antigua de Europa, el Instituto de Cerveza Artesana de Barcelona decidió recrear ese brebaje con los ingredientes con los que se producía en el Neolítico. La llaman L’Encantada. "Los pueblos de los alrededores llaman a los habitantes de Begues los encantados, porque siempre tienen ese aire de estar en las nubes. De ahí el nombre de la cerveza", cuenta el guía Álvaro Yegrós. Y también por eso la figura antropomorfa hallada en la cueva de Can Sadurní, que data del 4.300 a. C., recibe el nombre de L’Encantat.