Si es extranjero es competente

"En Barcelona, cualquier simposio o congreso con un porcentaje de invitados extranjeros que sea inferior a la proporción de participantes catalanes o españoles está bajo sospecha"

El mundo de la universidad y la investigación cuenta con unos procesos, unas convenciones, una terminología y una liturgia característicos. Además, está sometido a una serie de modas, tendencias y caprichos que, a pesar del rigor que se le atribuye desde una cierta distancia, revela las carencias, complejos y miserias de muchos de los que se dedican profesionalmente a esta actividad.

Nadie con un mínimo criterio puede discutir la necesidad de aprender de los expertos que más saben en el mundo y, al mismo tiempo, de ampliar el campo de acción y el alcance de las investigaciones propias. No obstante, si estos objetivos, lógicos y sensatos, se llevan al extremo, se llega a la situación actual en Barcelona, en la que cualquier simposio o congreso con un porcentaje de invitados extranjeros que sea inferior a la proporción de participantes catalanes o españoles está bajo sospecha.

Por esta razón, las facultades radicadas en la capital catalana se están empezando a llenar de cantamañanas con un único mérito en sus currículums: haber nacido en algún país rico distinto del nuestro. De esta forma, hemos pasado de atraer talento internacional a pagar vacaciones académicas a sujetos que están más preocupados por visitar el Camp Nou que por la ciencia.

Lo paradójico es que todo esto sucede en un entorno dominado por los rankings y clasificaciones. Ya lo advirtió el periodista H. L. Mencken al comentar que el deporte universitario "sería más interesante si, en lugar de estudiantes, lo practicasen profesores". ¿Por qué? Pues seguramente porque en cualquier lugar del mundo los humanos luchan por conseguir una sustancia muy preciada, síntesis de autoridad, dignidad, eminencia, carisma, distinción, respeto, reputación, posición y estatus.

Animales de múltiples especies llevan a cabo curiosos rituales que se justifican por motivos selectivos. En esencia, todos los seres se caracterizan por su manera de herir a los demás o de ayudar al resto de individuos. El dominio y el prestigio social explican muchas disputas. Y el mismo origen tienen las insinuaciones entre colegas académicos sobre el escaso rigor de una investigación o el nulo alcance de las conclusiones de una ponencia en un congreso.

Por ello, el deporte universitario sería más divertido si jugasen los docentes, porque hay muchos que, a pesar de no ser muy competentes, son bastante competitivos.