Barcelona, ¿una ciudad sin estufas en las terrazas?

La ciudad francesa de Rennes estrenó el año prohibiendo las de gas. La capital catalana prevé aplicar en 2025 una medida más simbólica que efectiva, ya que no se vetarán las eléctricas, que usan energía no renovable

Las medidas para mitigar la crisis climática se van extendiendo a nuevos ámbitos de la vida cotidiana. Ejemplo de ello es la que ha tomado la ciudad francesa de Rennes, que desde el pasado 1 de enero ha prohibido en las terrazas de bares y restaurantes las estufas de gas, unos aparatos que han proliferado con las leyes antitabaco que impiden fumar en el interior de los establecimientos. La de Rennes es una medida pionera en el país vecino, aunque en un distrito de París ya se había intentado aplicar hace una década. En cuanto a Barcelona, la renovada ordenanza de terrazas incorpora la prohibición de las estufas de combustión, pero habrá que esperar hasta 2025 para que se haga efectiva. Estas medidas, además, corren el riesgo de tener un efecto simbólico y de concienciación más que efectivo, ya que, por ahora, no afectan a las eléctricas. Estas puede que no contaminen lo mismo en la terraza, pero sí en origen, cuando la energía que usan no procede de una fuente renovable.

La lucha contra la crisis climática es uno de los ámbitos en los que el Ayuntamiento de Barcelona está centrando más esfuerzos. Hace apenas una semana declaró oficialmente la emergencia climática con un paquete de 103 actuaciones con las que busca reducir las emisiones de efecto invernadero a la mitad en 2030, tomando como referencia el año 1992, el primero del que la ciudad tiene registros. La reducción alcanzaría los dos millones de toneladas de CO2 y para ello el Consistorio prevé invertir 563 millones de euros extraordinarios hasta 2025. Entre las medidas que acompañan la declaración está "regular" el uso de estufas en el exterior.

Un acuerdo salomónico

La última revisión de la polémica ordenanza de terrazas, que se aprobó en junio de 2018, estableció una moratoria hasta el 1 de enero de 2025 para eliminar las estufas de combustión. Se adoptó así una decisión a medio camino entre lo que demandaban entidades, como la Federació d’Associacions de Veïns i Veïnes de Barcelona (FAVB), que exigía su eliminación, y el Gremi de Restauració, que no quería ni oír hablar de ello porque, para muchos establecimientos, la terraza representa al menos la mitad de la facturación. "Es la salvación del negocio", asevera el director del gremio, Roger Pallarols. En cuanto a la idea de emular a Rennes, opina que "Barcelona ya ha hecho los deberes y ese debate no toca", tras haberse llegado a un acuerdo. Sin embargo, de aquí a 2025 las cosas pueden cambiar: queda mucho tiempo por delante y la ordenanza está pendiente de los tribunales.

Fuentes municipales afirman que la iniciativa de Rennes demuestra que existe un debate sobre cómo afrontar la emergencia climática e inspira a la capital catalana, pero mantienen que la ciudad ya tiene su normativa. El Consistorio barcelonés destaca que trabaja para que los restauradores "dejen de utilizar antes estas estufas [de gas] y busquen medios alternativos, ya sean estufas eléctricas, cuando sea posible, u otros recursos, como mantas". Pallarols reprocha al Ayuntamiento que esté "obstaculizando" la transición. "Hay decenas de operadores que se avanzarían a 2025, pero dependen de una autorización para soterrar la electricidad que el Ayuntamiento, en muchos casos, no autoriza, a veces de manera expresa y otras por no contestar", advierte Pallarols. Hay quien hace más de un año que espera respuesta, añade.

Entretanto, en muchas terrazas –hay alrededor de 6.000 en la ciudad– las estufas están a pleno rendimiento este frío mes de enero. Cuando hay mesas libres, los clientes se sientan primero alrededor de las estufas. Es habitual verlas encendidas aunque no haya nadie, porque sirven como reclamo. "Si hay estufas, mucho mejor. Yo sufro de frío constante y, cuantas más, mejor", explica Omari en la terraza de la Bodegueta, ubicada en la Rambla de Catalunya, y se pregunta cuál será la alternativa al gas. La conversación hace que otros clientes agudicen el oído, al igual que Carlos, el camarero del local. "Con el cambio climático estaremos calentitos: nos abrasaremos", ironiza. Está convencido de que los propietarios del bar se han planteado sustituir las estufas de gas por las eléctricas, que ya lucen en otras terrazas de la misma calle.

En las plazas del barrio de Gràcia, donde las terrazas están muy solicitadas, se produce un hecho que invita a poner en duda la necesidad de las estufas. En algunas plazas las hay en todos los bares –es el caso de la del Sol, la de la Vila y la de Rovira i Trias–; en otras, como en la de la Virreina, no hay en ninguno. "Si algún bar no las pone, su terraza está vacía y las demás, llenas", explica Sofia, del Marcelino 1968 de la plaza del Sol, y asegura que, si nadie de la plaza las tuviera, no habría alternativa y los transeúntes se sentarían igual a tomar algo. En el bar de la Virreina que lleva el nombre de la plaza, Sara admite que "la gente las pide", pero ella considera que "no se les puede dar todo". Aunque allí no hay, cuesta ver un día con las terrazas vacías.

En algunos establecimientos consideran que no todo lo que va bien para el medio ambiente va bien para el negocio. Pero defienden que tratan de no tener los calefactores siempre encendidos, relata Jordi, del bar Casa Vall de la plaza Rovira i Trias. El debate, en cualquier caso, no se limita a la calle. La ordenanza de terrazas está pendiente del pronunciamiento del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) por un recurso contencioso de diversas entidades sociales, entre ellas la FAVB, que impugna la normativa con argumentos como que las estufas vulneran la normativa de energías renovables y de eficiencia energética, y por otro recurso de la extinta Asociación Española de Gas Licuado del Petróleo, que hasta diciembre agrupaba a empresas como Repsol, que son contrarias a poner trabas a las estufas.

"Es absurdo desde el punto de vista de la contaminación y del uso del espacio público que debamos calentarlo", dice Pere Mariné, de la FAVB. En la postura opuesta está Antonio Pagès, que preside la Associació Catalana d’Empreses Distribuïdores de Butà. Opina que "hay muchas más cosas que prohibir" antes que las estufas de gas. Además, critica algunos de los argumentos que ha esgrimido el Ayuntamiento y lo hace con un informe elaborado por la Agència d’Energia de Barcelona, donde participa el Consistorio. En él se detalla que "no hay diferencias significativas" en cuanto a las emisiones de ambos sistemas. Aunque también se dice que "es necesario subrayar que las emisiones producidas por las estufas de gas se producen dentro del territorio municipal, mientras que las debidas al consumo de las eléctricas están localizadas en el punto de transformación de esta energía".

Las eléctricas, en tela de juicio

Cuando el distrito parisino planteó la prohibición de las estufas de gas, la consultoría Carbone 4 calculó que una terraza con cuatro braseros que funcionaran ocho horas al día emitía tanto CO2 como un trayecto en coche de 350 kilómetros. El colectivo CMES de Catalunya –formado por profesionales que apuestan por una transformación del sistema energético para que este sea 100% de fuentes renovables– opina que los Ayuntamientos deben prohibir las de gas por las "considerables emisiones" de CO2. "Si quieren calentar a la clientela, que lo hagan con energía renovable", defiende. El profesor Rafael Ruiz, del Departament de Màquines i Motors Tèrmics de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), recalca que, si desde el Consistorio "van en serio en la lucha contra la contaminación, tampoco deberían permitirse las estufas eléctricas", ya que, asegura, sus emisiones en conjunto son superiores a las que funcionan con gas, porque son menos eficientes.

LOS BARES PAGAN MÁS POR LA TERRAZA

Un argumento recurrente de los restauradores es que, con lo que abonan al Ayuntamiento para tener la terraza, no se les debería pedir que eliminen las estufas, porque las terrazas son esenciales para la viabilidad del negocio. Danuta, del restaurante Amélie de la plaza de la Vila de Gràcia, hace hincapié en que el Consistorio "cobra mucho" por las terrazas. "Si fueran gratis, nos daría igual", argumenta. El Ayuntamiento ha aprobado aumentar la tasa para este 2020. Se incrementan las cuotas en la mayoría de zonas de la ciudad, aunque el aumento es un 33% inferior al que previó inicialmente el Gobierno de Ada Colau –BComú y PSC–. En el paseo de Gràcia, poner una mesa pasa de costar 31 euros a 105 mensuales; en la rambla del Poblenou, de 16,5 a 41,5, y en Enric Granados, de 16,5 a 70,2.