Un lugar para ayudar a consumidores de droga

El Centro de Reducción de Daños de la Mina, que atiende a la mitad de los drogodependientes de Catalunya que utilizan estas salas de venopunción, regista de media 235 consumos diarios

Se acercan las diez de la mañana de un día cualquiera de invierno y ya hay cola en el REDAN de la Mina, el Centro de Reducción de Daños de uno de los barrios con más tráfico de drogas de Barcelona y Catalunya. Ese es el término técnico que se utiliza para denominar a las instalaciones común y coloquialmente conocidas como narcosalas o salas de venopunción, unos equipamientos habilitados para el consumo intravenoso de sustancias estupefacientes por parte de drogodependientes que, de no ser por este servicio, seguramente se pincharían en la calle. Con los efectos negativos que de ello se derivaría: insalubridad y riesgo para la salud de los propios consumidores, y más problemas de limpieza y mala imagen para la vía pública. El centro de la Mina, no obstante, tiene algo que lo distingue de las otras nueve salas de reducción de daños de Catalunya: atiende a prácticamente la mitad de los usuarios de todo el territorio.

La instalación abrió en 2004, pero no fue hasta hace un par de años cuando consiguió dar un salto de calidad y dignidad, tras pasar mucho tiempo ubicada en unos barracones prefabricados. El REDAN se encuentra ahora junto al nuevo CAP de la Mina, también puesto en marcha en 2017, y dispone de un espacio mucho más acogedor y adecuado para sus funciones, con 12 espacios de consumo como eje central. "Los usuarios lo cuidan mucho más y, al ser más amplio, no crea tanta tensión o problemas entre ellos", explica Noemí González, coordinadora del centro.

La espera es uno de los aspectos más complejos de gestionar cuando se trabaja con personas con adicción a alguna droga. El tiempo que pasa entre la compra y el consumo suele ser muy corto, en general de 10 o 15 minutos como mucho. Por eso esta sala se halla en la Mina, donde muchos compran la droga que luego se inyectarán. La afluencia de gente, no obstante, también depende mucho de factores externos que alteran la venta y el tráfico: un golpe policial a pocas calles o incluso una acción en el Raval de Barcelona. "Son vasos comunicantes", apunta Marta Tor-rens, directora del Proceso de Atención a las Adicciones del Hospital del Mar de Barcelona, institución a quien compete el REDAN. Por eso el origen de los usuarios es independiente de la ubicación de la sala: en el caso de la Mina, la mayoría son de Barcelona y alrededores.

A finales de 2018, el cierre masivo de narcopisos en el Raval hizo que el barrio de la Mina se tambalease. Semanas más tarde, el alcalde Joan Callau (PSC) pedía ayuda en el Parlament para combatir un problema que supera los límites municipales y abarca el ámbito metropolitano. "Claro que lo notamos: cuando cerraron pisos, vino gente a consumir. Aunque la fluctuación de usuarios es constante: a los pocos días todo fue volviendo a la normalidad", asegura González. También notan cuando se produce un golpe puntual en la Mina u otros puntos cercanos, pero luego todo se acaba reequilibrando: "Al final, de media, acabamos teniendo el mismo número de personas. No hubo incremento de 2018 a 2019", mantiene la coordinadora.

Según los datos facilitados por el equipo profesional del centro de la Mina, 2019 cerró con casi los mismos consumos de droga que 2018: 88.000, el doble de los que hubo el año pasado en la sala Baluard, en Barcelona. La cifra arroja una media de 235 pinchazos diarios, aunque la realidad del día a día depende de muchos factores, empezando por las horas de apertura: diez entre semana y siete los fines de semana. La comparación se hace difícil: hay días en los que se registran hasta 420 consumos y otros solo 90. De heroína, cocaína y combinado de ambas –conocido como speed-ball–. "Algo tan simple como que sea principios de mes se nota", dice González.

Otro de los datos importantes del equipamiento es el de la atención a las sobredosis: cerca de 190 solo en 2019. "Hubieran sido casi seguro 190 muertes en la calle, una cada dos días", calcula Torrens, y reivindica esta como una de las funciones más importantes de la sala. Desde que están junto al CAP, además, las urgencias que requieren este tipo de situaciones se responden con mayor agilidad.

Recoger jeringuillas, una necesidad

Además de la facilidad del consumo en condiciones óptimas de higiene y salud, el REDAN ofrece otros servicios, entre ellos –y uno de los más importantes– el Programa de Recogida de Jeringuillas. Una iniciativa mediante la que el equipamiento brinda utensilios nuevos de consumo a los drogodependientes, tanto si piensan usarlos en la sala como fuera de ella, con el pacto tácito de que las devuelvan, una vez usadas, para obtener material limpio. "En 2019 hemos mejorado mucho la cifra de jeringuillas devueltas, un 72%", explican. Un porcentaje muy alto, teniendo en cuenta que el número de jeringuillas distribuidas en esos 12 meses llegaron a las 450.000, muchísimas más que las 250.000 de 2018. El servicio de recogida de material, de hecho, se prolonga algunas horas tras el cierre de la sala para el consumo: hasta medianoche entre semana y hasta las 22 horas los fines de semana.

Sin duda, este es uno de los éxitos del equipamiento, ya que se evitan montones de jeringuillas en la vía pública, con el peligro sanitario que ello conlleva y la percepción de mala imagen por parte del vecindario. Es por eso que el REDAN también sale a la calle a recoger jeringuillas e implica en ello a los usuarios del centro, que se pueden apuntar de forma voluntaria. "Es una tarea educativa para generar conciencia. Hay muchos que ya la tienen, pero es una forma de visualizar lo que comporta dejar estos residuos en la calle. Es una forma de prevención, de cuidar el barrio. Aunque no vivan en la Mina, pasan muchas horas aquí. Así se proyecta una imagen positiva hacia el vecindario", destaca la coordinadora del centro. "Es un trabajo de pico y pala que da resultado con el paso de los años", reconoce.

Según el Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs, en 2019 se recogieron en la Mina 37.314 jeringuillas, sumando las que se encontraron en la vía pública y en dos puntos calientes: el parque del Besòs y las vías del tren. En los barrios de Sant Adrià del otro margen del río –el de Badalona, donde se concentra la mayor parte del municipio– fueron 1.380. Una diferencia abismal. A pesar de la estabilización del número de consumos en el interior de la sala, tanto el número de jeringuillas distribuidas como las encontradas en la calle apuntan a un aumento del consumo.

Los responsables de la sala, sin embargo, aseguran que también se ha notado una disminución del problema en los citados puntos calientes. En el parque del Besòs, se recogieron 10.409 jeringuillas en 2019, por las casi 16.000 de 2018, una caída muy significativa. Antes las autoridades habían llegado a vallar el área de juegos infantiles por el riesgo que las jeringuillas conllevaban para los niños. El Ayuntamiento y el Área Metropolitana de Barcelona impulsaron también un patrullaje privado para mejorar la seguridad de la zona. Y algo parecido ha pasado con las vías del tren, que siempre han sido foco de consumo y residuos: después de varios accidentes y atropellos de drogodependientes, y fruto de la presión municipal, Adif renovó el cerco de la zona de vías para evitar que se colara gente a consumir droga. Eso ha derivado en una ligera mejora. Un equipo del REDAN se encarga de limpiar habitualmente el entorno de la instalación ferroviaria. En el año 2019 se recogieron cerca de 5.000 jeringuillas allí.

Puerta de acceso a la recuperación

El Centro de Reducción de Daños se denomina así –y no solo sala de venopunción– porque constituye una forma de atraer a los consumidores hacia otros servicios que puedan impulsar un cambio en sus hábitos de manera paulatina. "El hecho de consumir es una forma de atraerlos para empezar el proceso de recuperación, en el momento que quieran y que ellos decidan", detalla Marta Torrens. "Lo primero es tratarlos como personas, algo que no se encuentran en todas partes", añade. En la sala se les ofrece comida, ducha y acompañamiento, e información para trámites como renovar el DNI o asistir a una cita médica, judicial o administrativa. Tareas que pueden parecer muy simples, pero que, para quien se halla en esas situaciones, no son nada habituales. "Hay personas que viven en la calle o no saben en qué día viven. ¿Cómo van a acordarse de una revisión médica a tres meses vista?", subraya González. Por eso el equipo ofrece apoyo y acompañamiento para lo que los usuarios quieran y necesiten, e información sobre otros circuitos de ayuda, como albergues o comedores sociales. "Está bien que hagan red con otros equipamientos, que los conozcan, que se animen a asistir. Al final, nosotros somos un centro sanitario, no social", concluyen Torrens y González.