"La cloaca que atraviesa el paseo Sant Joan –entre la avenida Diagonal y la calle València– está adecentada para acoger las visitas de escolares y público general que el equipamiento municipal La Fàbrica del Sol organiza varias veces por semana"
La red de alcantarillado de Barcelona mide unos 1.700 kilómetros de largo. Incluye desde pequeñas tuberías de 30 centímetros de diámetro hasta grandes colectores en los que caben dos camiones en paralelo. Casi la mitad de la red es lo bastante grande como para que un trabajador pueda caminar por su interior. La cloaca que atraviesa el paseo Sant Joan –entre la avenida Diagonal y la calle València– está adecentada para acoger las visitas de escolares y público general que el equipamiento municipal La Fàbrica del Sol organiza varias veces por semana. Lo habitual, sin embargo, es que el aspecto de estos lugares sea menos agradable: no en vano por ellos corre el agua de la lluvia que entra por las rejas de las aceras, pero también los restos fecales que bajan por los sumideros de los edificios. Antes se limpiaban en grupos de 20 a 30 operarios, con palas y azadas, cargando vagonetas sobre raíles. Ahora se hace con camiones automatizados que retiran el sedimento arenoso para que no obstruya la red. Aunque el principal enemigo –no solo de las cloacas, sino también de las depuradoras a las que va a parar el agua– son las toallitas de un solo uso: algunas se pueden ver adheridas a los muros, lo que constata que no son precisamente degradables. Otro dato curioso: estas galerías subterráneas, donde no es difícil ver algún que otro ejemplar de fauna propia de estos lares, también hospedan los cables de fibra óptica que permiten que esta tecnología llegue a todas partes.