Inteligencia artificial: el futuro que ya está aquí

Queralt Castillo Cerezuela

  • Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por su inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  • Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
  • Un robot debe proteger la existencia en su misma medida para no autodestruirse en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Las tres leyes de la robótica, Isaac Asimov.

 

“La inteligencia artificial representa un conjunto de ciencias (incluyendo la lógica matemática, la estadística, las probabilidades, la neurobiología computacional, la informática) que pretende imitar las capacidades cognitivas del ser humano. Este conjunto de teorías y técnicas se basa en la suposición de que todas las funciones cognitivas (el aprendizaje, el razonamiento, el cálculo, la percepción, la memorización e incluso el descubrimiento científico o la creatividad artística) pueden describirse con una precisión tal que sería posible programar un ordenador para reproducirlas”.

La ética de la inteligencia artificial, Sara Degli-Esposti.  (Libros de la Catarata, 2023).

 

Es posible que cuando ustedes lean este texto ya haya quedado anticuado, desfasado. El tema que ocupa este monográfico avanza tan rápido que resulta imposible no disculparse de antemano por lo que va a suceder. La inteligencia artificial lleva entre nosotros muchísimo tiempo y la usamos a diario: cuando el móvil reconoce nuestra huella dactilar, cuando usamos los mapas de Google para ir a algún sitio o cuando presentamos el pasaporte en un aeropuerto y se activa el reconocimiento facial. La IA que convive con nosotros en nuestro día a día poco tiene que ver con robots asesinos o simulaciones de una vida pasada, pero eso también es IA. De momento, en nuestra cotidianidad, tiene más que ver con la simplificación del trabajo de médicos y médicas en los hospitales que con Minority Report. O no.

El debate alrededor de la inteligencia artificial es sencillo de plantear y complejo de resolver. Se trata de una conversación contaminada por los artefactos culturales de ciencia ficción, por el puritanismo, por el miedo y por los mitos, entre muchas otras cosas. En cualquier caso, y después de estar leyendo largo y tendido para poder armar con solidez estas páginas, lo que sí me parece evidente —y permítanme aquí el uso de la primera persona— es que se trata de un debate en el que no existen ni los blancos ni los negros. La inteligencia artificial y todo lo que la rodea está pintada con una gama de pantones grises; un tema poliédrico hasta el infinito y sobre el cual resulta complicado —al menos, de momento— formarse una opinión sólida y sentar cátedra.

Tienen pues, entre las manos, un monográfico lleno de dudas, de preguntas sin respuestas. Una invitación a pasear por las diferentes aristas de este tema con la curiosidad de quien se asoma al mar por primera vez.

De la World Wide Web a ChatGPT

En la actualidad resulta casi imposible concebir una vida sin internet. ¿Cómo íbamos antes a los sitios? ¿Cómo nos comunicábamos? ¿De dónde sacábamos la información? La World Wide Web llegó a nuestras vidas en 1993 y la cambió para siempre. Cinco años más tarde, en 1997, la clonación de la oveja Dolly mantuvo a todo el mundo en vilo y ocasionó multitud de debates y titulares sobre la ética de la modificación y la ingeniería genética.

Sin embargo, la historia de la inteligencia artificial no se remonta a los noventa, sino a unos años antes. El término se acuñó como tal en 1956, durante la Conferencia de Darmouth, en Estados Unidos. Lo hizo John McCarthy para referirse a máquinas o sistemas que podían realizar funciones intelectuales similares a las que podemos llevar a cabo los humanos. Desde 1956 y hasta 1973 se habla del “verano de la inteligencia artificial”, ya que coincide con un periodo de mucha investigación y mucho optimismo entre la comunidad científica. El primer “invierno de la IA” se da entre 1973 y 1980: disminuyen tanto la investigación como la ilusión. El “segundo verano” de la inteligencia artificial se produce entre 1981 y 1989. En aquellos años se estrenan Blade Runner, de Ridley Scott (1982), Terminator, de James Cameron (1984) o Robocop, de John Badham (1987), tres títulos imprescindibles de la ciencia ficción. El 11 de mayo de 1997, el ordenador Deep Blue, de IBM, derrotó al entonces campeón del mundo de ajedrez, Garri Kaspárov.

A partir de ahí, el concepto ha evolucionado en significante y significado. “Porque está la inteligencia artificial y luego está la percepción de las personas sobre la inteligencia artificial, y esa es una de las claves de todo este asunto”, escriben Carmen Torrijos y José Carlos Sánchez en La primavera de la inteligencia artificial (Libros de la Catarata y Prodigioso Volcán, 2023) . Y es precisamente ahí donde reside uno de los quids de la cuestión.

¿Será la inteligencia artificial justa con el planeta? ¿Acabará con el cáncer?

Jarabe de Palo cantaba “depende, de según cómo se mire, todo depende”. Sí y no. En los primeros textos de este monográfico, Verónica

Couto, bióloga y comunicadora científica en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y Ana Valdivia, profesora e investigadora en IA, Gobernanza y Políticas en el Oxford Internet Institute de la Universidad

de Oxford escriben acerca de los impactos que tiene sobre el medio ambiente la inteligencia artificial. Es algo que se conoce poco. ¿Sabe usted la cantidad de agua diaria que se necesita para refrigerar los servidores de un centro de datos? Tanto el texto de Couto como el de Valdivia son esclarecedores y nos invitan a pensar en nuestro impacto en el planeta cada vez que subimos las fotos de unas vacaciones en la nube o cada vez que decidimos cambiarnos de móvil. Si alguna vez se ha preguntado dónde termina ese portátil viejo al que ya no le dura batería aquí tiene la respuesta: en un vertedero chino. A su alrededor viven personas y comunidades enteras que enferman por esos desechos.

A la pregunta de si la IA acabará con el cáncer la respuesta es: “de momento, no”. Pero permítanme aquí otro pequeño inciso personal: hace dos años, mi padre fue sometido a una prostatectomía radical laparoscópica y fue realizada por la plataforma del sistema quirúrgico robótico Da Vinci© Xi (Intuitive). Es decir, lo operó de cáncer de próstata un robot. Dirigido por una persona, sí, pero un robot. Como dice la investigadora Miriam Cobo: “En el ámbito médico, la inteligencia artificial no va a sustituir a los médicos, va a ser una herramienta más”. Cobo despeja dudas sobre los usos de la IA en el ámbito de la medicina y baja a la tierra, con ejemplos muy gráficos, cuáles son las luces y las sombras en este campo. De hecho, algo que comenta es que la acumulación de datos médicos sin cribar y sin procesar no sirve absolutamente de nada. De la misma opinión es el científico Josep Peñuelas, que habla con Verónica Couto de cómo la inteligencia artificial puede innovar (o no) en la lucha contra el cambio climático y de cómo los datos, si no se trabajan, son inservibles.

Porque la IA se puede usar para hacer el bien o para hacer el mal; para destruir todo lo que hemos construido los humanos o para preservarlo. Y sobre preservación e inteligencia artificial, la poeta y escritora mexicana Ale Oseguera escribe una distopía sobre uno de los últimos árboles de la tierra. El destino de Ahue les dejará con el corazón en el puño, como la crónica de la visita del periodista Esteban Ordóñez al Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS), un viaje al futuro en tiempo real. ¿Sabían que allí guardan el gemelo digital de un corazón sin temperatura ni peso? Ordóñez habla con algunos de los científicos que trabajan allí y visita las instalaciones, que lo dejaron con la boca abierta.

Interior Marenostrum 5.- BSC-CNS.

Ética, control, sesgos, límites, vulneraciones y alfabetización

Claudia Frontino, periodista y fotógrafa, alerta en su tribuna sobre algo que ya se ha puesto sobre la mesa: el peligro de los sesgos de la IA; y Gemma Galdón, socia fundadora de Eticas.ai y experta en inteligencia artificial y algoritmos da algunas claves para construir una IA ética y al alcance de todos. ¿El secreto? Regulación, control y auditorías. La entrevista a Galdón la firma el sociólogo y experto en innovación democrática Bru Aguiló. Por su parte, el periodista y escritor argentino Laureano Debat se adentra en el mundo de la IA y la creación. ¿Será la inteligencia artificial capaz de sustituir a compositores, pintoras, escenógrafos, escritoras? Debat nos acerca, más que al debate actual, a la experimentación que se está dando en el ámbito artístico. Se trata de un texto en el que prima la innovación y la colaboración.

La tribuna de la pedagoga, escritora y activista Erika Irusta es un llamamiento a apoderarnos de las herramientas de los poderosos. ¿Acaso no lo hemos hecho ya anteriormente? Irusta, que desarrolla en su cooperativa Kintsugi Lab proyectos de alfabetización digital sobre IA generativa y diseño de plataformas para la soberanía digital, apuesta por la alfabetización y la conquista de nuestros derechos digitales. “Si nuestros abuelos y abuelas lucharon y lograron varios derechos, ¿por qué nosotros no hacemos lo correspondiente con la tecnología actual? ¿Qué nos impide ver la relevancia que tiene hacernos con la IA generativa? ¿Por qué no somos capaces de salir de la relación sumisa e impotente hacia esta? ¿Cómo sería nuestra vida actual si nuestros antepasados y antepasadas no hubieran luchado por el derecho a leer, escribir, editar, imprimir y publicar nuestras realidades? ¿Por qué no desplegamos las bases de una alfabetización digital que nos permita conquistar no solo la capacidad de comprender cómo relacionarnos con las IA generativas, sino también cómo aliarnos con ellas para crear otros mundos posibles?”, se pregunta.

Quien también escribe sobre derechos y sus vulneraciones es Hibai Arbide, que desde la isla de Lesbos, en Grecia, alerta sobre algunos de los peligros de las nuevas tecnologías: “Mientras que para la población general la vigilancia en tiempo real mediante inteligencia artificial todavía es una fantasía propia de las distopías de ciencia ficción, para los y las refugiadas de estos campos ya es una realidad cotidiana”. Los campos a los que se refiere el autor son los Centros de Acceso Controlado Cerrado (CCAC por sus siglas en inglés), en las islas de Samos y Leros. Se pusieron en marcha después del fatídico incendio en el campo de Moria, en Lesbos, en 2021. En los CACC, los sistemas Hiperión y Centauro trabajan día y noche en la recogida de datos de las personas internas. En este texto, Arbide también escribe sobre los distintos usos de la IA en la monitorización de fronteras. Asusta y, spoiler: nadie está a salvo. ¿Sabía que en el momento en que se escriben estas líneas Worldcoin ya ha escaneado el iris de más de 5 millones de personas a cambio de criptomonedas? Pero no hace falta ir al criptomundo: cada vez que usted paga con tarjeta o que realiza una búsqueda en Google está regalando datos que se almacenan y se gestionan para los intereses y los beneficios de las plataformas. El monográfico termina con una entrevista de Laureano Debat al filósofo italiano Maurizio Ferraris, que acaba de publicar Documanidad: Filosofía del mundo nuevo (Alianza Editorial, 2023). Ferraris nos presenta el concepto de webfare y cómo podría beneficiarnos a todos. 

Por último, dejamos algunas recomendaciones culturales que han servido de gran ayuda a la hora de elaborar este especial: libros, podcasts y películas para acercanos a la inteligencia artificial desde diferentes puntos de vista y ámbitos. Sabemos que nos hemos dejado temas y enfoques por el camino, pero creemos firmemente que estas páginas son de gran utilidad para trazar un pequeño atlas de este tema extenso y apasionante a la par. ◼