Maurizio Ferraris: “El gran problema es que los Estados tienen muy poca imaginación y las empresas de tecnología, demasiada”

Laureano Debat

Ante la inminente consolidación de la automatización, el pensador italiano propone el modelo del webfare, basado en la redistribución de los ingresos que generamos como consumidores y productores de valor en las plataformas digitales.

 

La automatización eliminará al rider y consolidará al runner como emblema de una sociedad que ya no tiene la fatiga del obrero industrial. El runner como uno de los tantos productores de documentos que consume y, al hacerlo, genera valor. Todo esto, en un contexto cada vez más consolidado de teletrabajo que desdibuja de forma paulatina las fronteras entre vida y mundo laboral. A esto hay que sumarle la hiperdocumentación de las tiendas online, donde nos probamos ropa y medimos muebles de manera virtual, llevando el mapa y el territorio a una misma escala. 

Estos son solo algunos de los miles de ejemplos que el filósofo italiano Maurizio Ferraris (Turín, 1956) propone en Documanidad: Filosofía del mundo nuevo (Alianza Editorial, 2023) para definir lo que nos representa hoy como sociedad: la que no puede vivir sin la histéresis, es decir, sin documentos, memoria, tradición y lenguaje. Sin un registro que mantiene unida a una red de un tamaño inédito y que ha convertido la praxis en poiesis; es decir, en producción de documentos, o sea, de valor. En trabajo. Hoy todo está registrado, lo que antes desaparecía y no tenía registro ahora está, es cuantificable: se puede medir. Y se puede calcular qué plusvalía generamos en las plataformas para conseguir un sistema de redistribución que Ferraris denomina webfare, un término proveniente del welfare, el modelo del estado de bienestar. 

Propulsor de la corriente filosófica denominada nuevo realismo, Ferraris es catedrático de Filosofía Teórica en la Universidad de Turín y tiene más de cincuenta libros publicados. En el último, propone una mirada naturalizada de la inteligencia artificial, y sostiene que lo que nos constituye como humanos es la prótesis, es decir, la invención de tecnologías como la IA, el tramo más actual de una evolución que existe desde que somos especie.

¿Entendemos realmente como sociedad lo que significa la IA y su impacto en la revolución documedial que usted plantea? ¿O no podemos ser del todo conscientes por una cuestión de perspectiva? 

La revolución documedial, al igual que la revolución industrial, continúa incluso si los humanos no se dan cuenta. Y en general siempre es así: los humanos no suelen ser conscientes, o lo son solo de manera parcial, de lo que hacen y más aún de la dirección en la que van. Las diversas proyecciones actuales sobre la IA son ejemplos en este sentido. Hay muchos miedos y algunas esperanzas, pero muchas veces recuerdan a las novelas de ciencia ficción de siglos pasados, porque no es fácil entender el presente.

"El escenario catastrófico nos exime  de encontrar soluciones: el mundo  se encamina hacia la ruina y, ante  un escenario así, a nosotros solo nos queda resignarnos".

Usted analiza la inteligencia artificial como una parte lógica de la evolución tecnológica de la humanidad, como una herramienta dentro de un proceso que se inició con el primer homínido que usó un hueso como palanca o arma. ¿Por qué cree que tendemos a pensar siempre en escenarios catastróficos? 

El escenario catastrófico nos exime de encontrar soluciones: el mundo se encamina hacia la ruina y, ante un escenario así, a nosotros solo nos queda resignarnos. Sin embargo, desde una perspectiva incluso parcialmente optimista, sería necesario preguntarnos qué podemos y debemos hacer, cuáles son los riesgos y las posibilidades con sus respectivas limitaciones.

“La utopía es tan peligrosa  como el catastrofismo, aunque por razones opuestas.  Por mi parte, prefiero  el progresismo, en el sentido  de la Ilustración: todo lo que hacemos, para que tenga sentido, debe proyectarse hacia un futuro mejor”.

Hay muchos autores que están repensando sobre la necesidad de más utopías literarias. ¿Se necesita una sociedad más utópica? No lo digo en el sentido de imaginar lo imposible, sino en algo más realista: pensar en que, efectivamente, podemos mejorar y tender hacia la felicidad colectiva para que hagan mella las ideas que usted plantea en este libro. “De esta comprensión depende nuestra felicidad”, escribe usted cuando habla de que el consumo siempre será algo humano.

La utopía es tan peligrosa como el catastrofismo, aunque por razones opuestas. Por mi parte, prefiero el progresismo, en el sentido de la Ilustración: todo lo que hacemos, para que tenga sentido, debe proyectarse hacia un futuro mejor. De lo contrario, es inútil actuar. No actúas para retroceder o sentirte peor, y si lo haces —siempre puede suceder— no es una acción en el sentido noble del término, sino un simple movimiento sin sentido.

Maurizio Ferraris en una charla con Marta Peirano en el CCCB, el pasado febrero.- CCCB.

 

Cuando analiza el capitalismo de vigilancia habla de un “malentendido distópico” y dice que lo que les interesa es nuestro dinero, no tanto vigilarnos, sino vendernos algo. Pero el hecho de
que posean nuestros datos, sepan sobre nuestros comportamientos, se anticipen a lo que haremos y seamos entidades perfilables, ¿no es todo eso un tipo de vigilancia? 

El capitalismo es ciertamente vigilancia, pero sin castigo. Esto cambia mucho las cosas. Pueden vigilarme, conocerme o investigarme, pero si el objetivo es solo persuadirme o establecer correlaciones de mis datos mezclados con los de muchos otros, se trata de una vigilancia relativamente inofensiva. Es diferente cuando el control puede llevar al castigo, como ocurre por ejemplo en China. Allí no hay que hablar de capitalismo de vigilancia, sino de comunismo de vigilancia.

¿Es posible la implementación del modelo de webfare que propone con gobiernos de derecha, cada vez más en auge? 

No es aconsejable que mi webfare sea implementado exclusivamente por los gobiernos. Estos últimos solo son responsables de hacer pagar impuestos a las empresas que obtienen grandes beneficios en la Web. La acción positiva de producir valor a partir de un uso alternativo de los datos puede ser llevada a cabo, ante el Estado, por organismos intermedios como bancos, hospitales, universidades, periódicos: cada uno de ellos es una plataforma que no sabe que lo es, y que puede obtener ganancias con fines, ojalá, filantrópicos.

Las máquinas no pueden consumir y la automatización no tendría sentido sin consumo. Usted propone que se reconozca a ese consumo su estatus de producción de valor, es decir, de trabajo. Pienso en los gamers que empezaron a cobrar por algo que, igualmente, habrían seguido haciendo gratis. ¿Los influencers, streamers, youtubers pueden ser un modelo, como los primeros, en entender esta tesis que usted plantea? 

Los influencers y similares fueron los primeros en darse cuenta, pero lo que tenemos que hacer ahora es crear las condiciones en las que todos puedan disfrutar del valor que producen en la Web. El webfare busca actuar precisamente en este sentido: lograr que las instituciones pidan a sus miembros transferir datos voluntariamente, proceder a capitalizarlos y luego redistribuirlos entre quienes los necesitan, obteniendo a cambio beneficios de imagen y exenciones fiscales.

Define la inteligencia artificial como “ábacos, libros, lápices, cuadernos; es decir, todo aquello con lo que hemos intentado obviar los límites de la inteligencia natural”. Desde esta lógica, la inteligencia artificial nos constituye como humanos. ¿Esta definición ayudaría a abandonar los escenarios catastróficos que algunos pensadores visualizan? 

El hecho de que las armas hayan existido desde los albores de la humanidad no significa que las armas atómicas no constituyan un peligro aterrador. Pero es importante saber que, cuando surge algo como las armas nucleares o la inteligencia artificial, se trata de una construcción exclusivamente humana, y no de un elemento extraño o inhumano.

Usted propone encontrar medidas en el ámbito europeo para un webfare que redistribuya toda la plusvalía que generamos como productores de valor en la docusfera. Hace muy poco se aprobó una ley en la Unión Europea con regulaciones para la IA. ¿Qué le parece? ¿Se han preocupado por legislar algo de lo que usted propone en su libro?

Me parece que las leyes de la UE están interesadas principalmente en establecer reglas y prohibiciones. Sería necesario una acción más positiva, y de manera inmediata. Sería muy importante si consistiera en un conjunto de leyes capaces de promover el webfare.

¿En qué marco debería regularse la IA? ¿Necesitamos Estados más fuertes que controlen la extralimitación a la que siempre son proclives las empresas?

No creo que un Estado fuerte sea una garantía, especialmente en tiempos de inteligencia digital. Podría convertirse verdaderamente en el Estado que vigila y castiga, de lo que hablaba antes poniendo el ejemplo de China, un Estado fuerte que no se deja influenciar por las empresas. Prefiero un Estado que permita el desarrollo de iniciativas filantrópicas no estatales y que, por su parte, se limite a hacer pagar impuestos a todo el mundo, incluidas las empresas web.

¿Cree que las compañías tecnológicas están ejerciendo el poder de agentes geopolíticos y, en este caso, reemplazando y siendo más poderosas que los propios Estados? ¿Existe esa amenaza real? ¿Qué poder tienen los Estados? 

Los Estados tienen un monopolio legítimo de la fuerza, lo que me parece una gran ventaja sobre las empresas tecnológicas. El gran problema es que los Estados tienen muy poca imaginación y las empresas de tecnología, demasiada. ◼