Una revolución para follar

La liberación sexual fue una de las consecuencias más evidentes del 68

Sato Díaz

Las piernas de tres cuerpos desnudos se entrecruzan. Las pollas ya no están erectas. Salón de una casa lujosa en París, mayo, 1968. En el centro, una tienda de campaña construida con telas. Fuera de ella, una mesa y un cheque firmado por el padre de Isabelle y Theo. Dentro de la tienda tres hermosos cuerpos duermen. En el centro, ella, Isabelle, interpretada por Eva Green; a su izquierda, su hermano Theo, el actor Louis Garrel; a su derecha, Matthew, Michael Pitt. Huele a sexo. En la calle, estudiantes se manifiestan portando banderolas del Viet Cong. Escena de la película Soñadores, de Bernardo Bertolucci. Sexo, libertad y disturbios. Todo en uno. El director consigue retratar algunas claves de mayo del 68 en la escena antes descrita. Las calles: un polvorín. La Sorbona y otras universidades: ocupadas. Manifestaciones, enfrentamientos con la Policía. Pero también liberación sexual. “Haz el amor y no la guerra”, se decía durante aquellos días de primavera.

La liberación sexual fue una constante en las prácticas y discursos de lo que hoy conocemos como mayo del 68. De hecho, una de las reclamaciones de la primera protesta en Nanterre era el levantamiento de la prohibición de visitar habitaciones de estudiantes del sexo opuesto. El trío, tal y como muestra la relación fugaz entre Isabelle, Matthew y Theo, se convierte en un símbolo de la ruptura de lo tradicional. Pero si los adoquines solo volaron en aquella primavera, la liberación sexual llegó para quedarse. También en las casas y familias tradicionales. El amor libre, las relaciones prematrimoniales, los métodos anticonceptivos, la segunda oleada feminista. Un fantasma recorría el mundo, desde el movimiento hippie en Estados Unidos, hasta las reclamaciones de libertad en Praga, hasta el propio mayo parisino. Al año siguiente, en Nueva York, se producirían los disturbios de Stonewall que supondrían las primeras protestas organizadas desde el movimiento gay.

El mayo del 68 fue principalmente hetero y, por qué no decirlo, bastante patriarcal. Pepe Arrastia, afincado en el 68 en París, militante de Acción Comunista y estudiante de Sociología lo explica así: “Se puso en duda todo, lo que normalmente se habría tardado años de toma de conciencia, en pocos días se puso en duda: la ideología dominante, la religión, la familia, la sumisión de la mujer, el poder y, por supuesto, la sexualidad tradicional”. La reputada feminista Lidia Falcón, que vivió la primavera del 68 en Barcelona pero muy atenta a París, señala que el “verdadero cambio del 68 fue que se reclamó follar libremente”. “Sobre todo fue una libertad para los chicos, las mujeres estábamos, y estamos, en otra situación”, reconoce Falcón, que añade: “También se rompe con el control de la familia patriarcal hacia los chicos, la revolución sexual”.

En Francia, en 1967, se había legalizado la píldora anticonceptiva. La abogada laboralista y feminista Cristina Almeida reconoce que el mayo francés supuso una liberación sexual que se veía con envidia desde Madrid. “Quedaba patente la enorme diferencia entre la democracia francesa y la dictadura española”. Almeida inició charlas por barrios para dar a conocer la píldora. “Suponía una liberación poder practicar relaciones sexuales sin tener miedo a quedarse embarazada fuera del matrimonio, era una tragedia familiar”. Traía píldoras de Londres. En Francia, siete años después del 68 se aprobó el derecho al aborto. Antes de esta fecha, las mujeres pedían permiso a sus maridos para trabajar. “Debajo de los adoquines está la playa”. Pasó mayo y junio, las huelgas y los pactos de sindicatos y Gobierno, elecciones... Llegó el verano y... las vacaciones. Los estudiantes marcharon a las verdaderas playas: Ibiza, Marsella... Baños desnudos. Pasó una revolución, también, para follar.

Hacía el amor

La ocupación de Nanterre tuvo como consecuencia algunos correctivos disciplinarios a estudiantes. Ante un tribunal universitario, se dio este diálogo entre el presidente del tribunal y Daniel Cohn-Bendit ‘El rojo’:
— ¿Estaba usted el 22 de marzo en la Facultad?
— No, presidente, no estaba en la Facultad.
— ¿Dónde estaba entonces?
— En mi casa.
— ¿Y que hacía usted en su casa a las tres de la tarde?
— Hacía el amor, señor presidente, algo que a usted seguramente no le ha ocurrido nunca.