Oso polar en la Tierra de Francisco José, un archipiélago de Rusia localizado en el océano Glacial Ártico.- EKATERINA ANISIMOVA / AFP

Derechos de la naturaleza: reflexionar para revertir el caos

Queralt Castillo Cerezuela

Reconocer que la naturaleza es poseedora de derechos y reconvertirla en un sujeto político quizás sea una de las maneras para empezar a restablecer el orden del mundo.

Sobreponerse al Antropoceno (y superarlo) no parece ya una opción, sino el camino a seguir. Ante una emergencia climática que ya está aquí, quizás sea el momento de reivindicar una cosmovisión del mundo más integrada y menos binaria. El mundo es simbiótico; y de esta simbiosis depende la evolución. Lo dice Donna Haraway (Estados Unidos, 1944), lo dice Lynn Margulis (Estados Unidos, 1938-2011) y ha quedado demostrado con la crisis sanitaria desencadenada por la covid-19.

Acabar con el reduccionismo antropológico y empezar a habitar el mundo a través de una escucha activa de la naturaleza y el entorno hará que se pueda afrontar la crisis de manera más efectiva. Hay que revisar y cuestionar los viejos credos antropocéntricos para poder repensar otro futuro.

Antonio Campillo, catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia y miembro de la Cátedra de Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza, escribe: "La pandemia es un preludio del colapso civilizatorio al que nos conducen el fin de las energías fósiles, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de los recursos y la contaminación del aire, las aguas y los suelos. Es un episodio más del Antropoceno, la época en que los humanos nos hemos convertido en una 'fuerza geológica' y estamos poniendo en riesgo nuestra propia supervivencia como especie". Demasiado a menudo, sin embargo, cuando se piensa en la crisis climática se pone el énfasis en las consecuencias que esta tendrá para la especie humana: subida de las temperaturas, desertificación, pérdida de las ciudades costeras, escasez de agua dulce, éxodos de personas huyendo de sus lugares de origen, etc. Poco se abordan los efectos que el cambio climático tendrá en gran parte de los ecosistemas.

Ante esta situación, desde hace años existen una serie de iniciativas que persiguen dotar a la naturaleza y los elementos que la conforman de personalidad jurídica con el objeto de que se garantice su protección. Si bien en las comunidades indígenas y campesinas y en ciertas culturas esta cosmovisión está arraigada, el primer país que de manera legal se ha puesto manos a la obra con este tema ha sido Ecuador. El artículo 71 de la Constitución dice que "la naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos". Desde 2008, el medio ambiente es un bien jurídico sujeto a respuesta penal.

Esta no es la única iniciativa: en la Constitución de Bolivia (2009) también se recoge este derecho, y en Nueva Zelanda, el Comité de Asuntos Maoríes consiguió en 2014 que el río Whanganui se considerase un sujeto de derecho. En España también existe una experiencia que está en vías de desarrollo: en julio de 2020 el Ayuntamiento de Los Alcázares, en Murcia, aprobó una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para dotar de personalidad jurídica al Mar Menor. Es la primera iniciativa de este tipo en Europa. La ILP se presentó en la Asamblea Regional de Murcia (donde fue rechazada) y en el Congreso de los Diputados. Teresa Ribera, vicepresidenta del Gobierno y ministra de Transición Ecológica, apoyó la iniciativa. Al no haberse aprobado la propuesta en la Asamblea Regional, el Congreso de los Diputados admitió la ILP a trámite, pero ahora el grupo promotor necesita 500.000 firmas para sacar la iniciativa adelante. Más de la mitad de los ayuntamientos de la región, incluido el de Murcia, se han adherido a la propuesta.

Por esas mismas fechas nacía la Cátedra de Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza de la Universidad de Murcia, la primera en Europa de este tipo. La cátedra cuenta con el apoyo de Ecologistas en Acción o Amnistía Internacional, entre otros. Antonio Campillo asegura que se creó "porque la defensa de los derechos humanos es inseparable de la defensa de los derechos de la naturaleza. La vida de las personas depende de la vida de los ecosistemas".

Salir de la dicotomía

Explica Campillo que la cosmovisión occidental contrapone naturaleza y cultura, y los clasifica en órdenes separados. "Esto tiene su origen en la filosofía griega, que se reforzaría más tarde con el derecho romano. Este distingue entre la cosa, que es el objeto de derecho, del que yo soy propietario; y la persona, que es el sujeto de derecho. Luego llegó la cosmovisión cristiana y el mandato de que el mundo lo había creado Dios para nosotros, con lo cual podíamos disponer de él a su antojo. Con la llegada de la modernidad, la tecnología y la ciencia tampoco cambiarían las cosas. Simplemente ahora es más fácil disponer del mundo". A diferencia de esta cosmovisión occidental, en otras culturas, se concibe que la forma de vivir humana se encuentra encastrada en el cosmos. En otras culturas se pone en el centro "el orden del mundo". "Esto se rompió con la modernidad europea, cuando desde su microcosmos, el ser humano decidió dominar el macrocosmos. Ahora nos encontramos en un delirio transhumanista, en la religión de la tecnología. Con ella hemos decidido transcender nuestra condición de terrestres. Creemos que a través de la tecnología podemos liberarnos de lo que somos", asegura Campillo. En este contexto, los derechos de la naturaleza conectan con las visiones pre modernas. Desde la Unión Europea ya existe un documento inicial que recoge esta visión: Hacia una Carta de los Derechos Fundamentales de la Naturaleza de la UE. Un síntoma de hacia dónde podrían ir las cosas en materia de legislación referente a este ámbito.

Claudia Jimena Pai es una mujer indígena Awá integrante de la Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas Awá —Unidad Indígena del Pueblo Awá (UNIPA)— del sur de Nariño, de Colombia. La cosmovisión de los Awá tiene como pilares fundamentales cuatro mundos y cuatro principios: la unidad, el territorio, la cultura y la autonomía. "Nuestros ancestros nos explican de pequeños que todo forma parte de nosotros: las quebradas, las montañas, el sol, el agua, el viento, las piedras. La tierra que nos rodea y de la que formamos parte nos ayuda a vivir física y psicológicamente", explica. En Colombia hay unos 115 pueblos originarios, cada uno con su cosmovisión. Claudia Jimena mira hacia Europa con resignación: "Ustedes también están viviendo el cambio climático. Es hora de que en Europa se den cuenta de que cuidar el planeta reporta beneficios para todos. Defender los derechos de la naturaleza es defender los derechos de todos. Ojalá ustedes también empiecen pronto a luchar por ese derecho", responde.

En La inteligencia de las flores (Montaner y Simón-Editores Barcelona, ed. 1914), Maurice Maeterlink (Bélgica, 1862-Francia, 1949), dramaturgo, poeta, ensayista, exponente del teatro simbolista y Premio Nobel de Literatura en 1911, propone un ensayo acerca del mundo natural en esa clave. Fue acusado de humanizar la naturaleza, pero su estudio metódico de las flores, a través de una precisión botánica inusual, hace que el lector proyecte la empatía con el mundo natural que se ha acabado perdiendo.

Oso polar en la Tierra de Francisco José, un archipiélago de Rusia localizado en el océano Glacial Ártico.- EKATERINA ANISIMOVA / AFP

Esto es precisamente lo que persigue Àngel Panyella con el cuento infantil que acaba de publicar: L'extraterrestre que va descobrir la biodiversitat (Pol·len, 2021). "La idea de que el ser humano es superior viene de la Ilustración, cuando se empezó a luchar contra el poder de la religión y a favor de la ciencia del positivismo. La idea era clara: los humanos somos superiores y podemos dominar la naturaleza. Esto es algo que mamamos a través de la cultura, pero los niños no tienen esa concepción. A los niños les fascinan las cosas, las hormigas, las mariposas... Humanizan a los animales y al entorno. Esto debería hacernos replantear la concepción antropocéntrica del mundo que tenemos".

El escritor, que ha publicado el libro junto con la ilustradora Aida Iglesias de Prada, es un ferviente defensor de dotar la naturaleza como receptora de derechos, mucho más en el momento crítico de crisis climática en el que nos encontramos. "Hemos separado lo humano de lo natural de la misma manera que hemos separado los conceptos de vida y muerte. ¿Qué está vivo y qué está muerto? ¿Acaso un glaciar o un mineral no es un ser vivo? Los niños son muy receptivos a estas ideas". En L'extraterrestre que va descobrir la biodiversitat, Panyella amplía la lucha contra el cambio climático no solo en referencia a las personas, sino a todos los seres vivos del planeta; una idea que entronca directamente con los derechos de la naturaleza.

El trabajo de artistas como el pintor Dima Paredes (Perú, 1954), que retrata la naturaleza con exactitud botánica pero que al mismo tiempo ilustra los seres que habitan en ella y la energía que se esconde tras árboles, ríos y otros elementos naturales, o los de la doctora en Arte y Ecología Política Paula Bruna (Barcelona, 1978), que pone su foco en proyectos de convivencia entre especies "que no se quieren", van en esa dirección. En el ámbito de la filosofía, la francesa Corinne Pelluchon (Francia, 1967), por ejemplo, otorga a los animales la condición de sujetos políticos y apuesta por una transición filosófica hacia "la era de los seres vivientes".

Asistimos a una revisión del relato antropocentrista en base a la relación que tenemos con otras especies y el mundo que nos rodea. Porque, tal como afirmaba Margulis, de la capacidad de relacionarnos con especies no humanas dependerá nuestra supervivencia. Es en esta misma línea en la que trabaja Baptiste Morizot (Francia, 1983), ideólogo de la "crisis de sensibilidad", un concepto que aborda la imposibilidad de continuar viviendo bajo los parámetros de un pensamiento dualista que separe naturaleza y humanidad. Dice Haraway que hay que imaginar que las cosas pueden ser de otra manera. "Si no podemos imaginar un mundo distinto al desorden establecido, moriremos". El reconocimiento de los derechos de la naturaleza es posible que sea uno de los caminos para restablecer ese orden del mundo del que ella habla.