Habitantes de la aldea de Kalabogi, en el Sundarbans de Bangladés, salen a la pesca de cangrejos. Las capturas son cada vez menores debido al aumento de la salinidad de las aguas.- JAIRO VARGAS

Huyendo del Sundarbans, la tierra anegada de Bangladés

Jairo VargasBangladés

El Sundarbans es el mayor bosque de manglares del planeta y patrimonio de la Humanidad, según la UNESCO. Compartido por la India y Bangladés, la región es una de las más afectadas por el calentamiento global. Cada año, el nivel del mar del Golfo de Bengala aumenta más de tres milímetros. Desde que empezó a medirse con preocupación en 1975, el agua ya se ha tragado cuatro islas de este entorno que acoge una exuberante biodiversidad, con el amenazado tigre de Bengala como icono. Si la extrema pobreza de estas aisladas aldeas no era suficiente, cada año el monzón golpea con más fuerza y los ríos se tragan tierras de cultivo y endebles hogares debido al deshielo de los glaciares del Himalaya. La salinidad creciente yerma predios y caladeros fluviales y está acabando con el manglar, escudo natural contra tifones y tsunamis y piedra angular de ecosistemas y recursos. La única alternativa de sus habitantes, que subsisten de la pesca de cangrejos y peces, de la agricultura y de la miel, es buscar más suerte en las grandes, superpobladas y extremadamente contaminadas urbes de Bangladés. Un éxodo rural tras el que solo encuentran la misma miseria que dejaron antes de que el río o el mar se los tragara también a ellos. Huyen de una naturaleza herida de muerte al infierno de los suburbios de chabolas, cambian las redes por sacos de arpillera y los cangrejos por botellas de plástico usadas que venden al peso a las plantas de reciclaje. Bangladés es el espejo que refleja el futuro que le espera a otras latitudes si no se actúa ya.

Habitantes de la aldea de Kalabogi, en el Sundarbans de Bangladés, salen a la pesca de cangrejos. Las capturas son cada vez menores debido al aumento de la salinidad de las aguas.- JAIRO VARGAS
Una niña cruza una plataforma de bambú a la salida de su cabaña. El aumento del caudal de los ríos por el deshielo hace que las mareas se traguen las endebles chozas.- JAIRO VARGAS

 

Una mujer atrapa cangrejos en la orilla del río, con los manglares al fondo. El manglar es una barrera natural contra fenómenos climáticos y fuente de alimentos y biodiversidad.- JAIRO VARGAS
Vista aérea de la aldea de Kalabogi. Cuando crece la marea, solo las casas y un par de caminos de barro quedan al descubierto. Han tenido que aumentar su altura para seguir viviendo en la zona.- JAIRO VARGAS
Dos niños vuelan una cometa en una planta de reciclaje de plásticos de Dacca, la capital de Bangladés. Con casi 30 millones de habitantes, es el destino preferido del éxodo rural, pero acrecienta la miseria de las familias que lo han perdido todo por el clima.- JAIRO VARGAS
Las aguas negras de los lagos de Daca son la tinta indeleble de los efectos de la superpoblación y la polución urbana del país. En la imagen, varias personas llegan a uno de sus suburbios en una barca.- JAIRO VARGAS
La pobreza en los arrabales de chabolas de Daca aumenta al mismo ritmo que sus habitantes, expulsados de tierras fértiles por el monzón o la erosión de los ríos. Recoger basura o plásticos es uno de los pocos empleos que encuentran los desplazados bengalíes.- JAIRO VARGAS
Jahangir perdió su casa y sus tierras por el aumento del caudal del río en la región del Sunderbans. Ahora vive en una chabola del suburbio de Koarail, en Daca, con su madre, de 93 años, y su hija menor. No es capaz de pagar el alquiler.- JAIRO VARGAS