El plurilingüismo (también) es identidad nacional

David Forniès

La elevación del área de Política Lingüística al rango de conselleria este verano en Catalunya es el reflejo más reciente de una percepción extendida, con matices, por las comunidades con lenguas distintas del castellano: el uso social de esos idiomas retrocede y su posición institucional no alcanza lo esperable en un país cuyo plurilingüismo realmente forma parte de su identidad nacional, como aseguró España hace meses ante sus socios de la UE.

“El gallego está en hemorragia de hablantes”, dice Carlos Callón, filólogo, profesor y expresidente de A Mesa pola Normalización Lingüística. “Lo apuntan los estudios y se constata en la calle. Cuando yo era niño, toda la gente de mi pueblo hablaba en gallego; hoy, es aplastante el retroceso en la gente joven”. El gallego no es la única lengua del Estado a la baja: un estudio de 2022 de la Generalitat de Catalunya apunta a un retroceso de 18 puntos en el uso preferente del catalán entre los jóvenes en 15 años, aunque otro de 2023 matiza que el número de jóvenes cuya lengua inicial es el catalán “está en proceso de recuperación”. El sociólogo e investigador Natxo Sorolla reconoce que “la relación entre lengua y edad” es uno de los “retos importantes” del catalán, pero apunta que faltan “respuestas claras” para un diagnóstico completo. 

En Euskadi y Navarra, “la conciencia social de riesgo de desaparición del euskara” fue ya “bastante generalizada” décadas atrás, asegura Idurre Eskisabel, periodista, antropóloga y secretaria general de la plataforma de asociaciones Kontseilua. “Se apostó por crear nuevos hablantes, euskaldunizando adultos o mediante el sistema educativo”. Dio frutos: en Euskadi, el porcentaje de euskaldunes subió 11 puntos entre 2001 y 2021. “Pero lo ganado en conocimiento y nuevos hablantes no revirtió automáticamente en uso social: es necesario crear contextos en los que su uso tenga sentido y valor”, dice Eskisabel.

Proyectos como Kuadrillategi, en el que alumnos de secundaria disfrutan semanalmente de actividades de ocio en euskera para interiorizar el uso de la lengua, o Aquí tamén se fala galego, una campaña de dinamización nacida en un instituto de A Coruña para fomentar el uso del gallego entre el alumnado y su entorno de proximidad, buscan avanzar por esa senda. “La inmensa mayoría de la población gallega, hable gallego siempre o casi nunca, lo ama y lo siente como un elemento de unión. Hay una disposición favorable”, dice Callón.

El profesor, no obstante, denuncia que los gobiernos de Feijóo han rebajado la presencia del gallego en los medios de comunicación y —a través del Decreto 79/2010— en la escuela. Luego de alcanzar acuerdos con Vox, el PP también persigue cambios en otras comunidades con el objetivo de que se reduzca el peso de la lengua minorizada en la educación, como sucede en el País Valenciano o en Balears. En Aragón, el partido de ultraderecha impulsa en solitario la derogación del reconocimiento del catalán y el aragonés. “Estas polémicas siempre sitúan la lengua en situación de conflicto, y para los hablantes lo más cómodo es evitarlo. A medio plazo nunca ayudan al prestigio de la lengua”, subraya Sorolla.

La oficialidad ayuda a alcanzar ese prestigio. Siguen sin ella el asturiano, el aragonés, el árabe (Ceuta) y el amazig (Melilla). El aragonés, con menos de 25.000 hablantes, “está en peligro de extinción”, dice Silvia Cebolla, activista y presentadora de uno de los pocos programas en esta lengua que ha habido en televisión. “La oficialidad es clave: cualquier gobierno, independientemente de su ideología, tendría que respetarla”, valora. En mejor posición está el asturiano, pero tampoco ha alcanzado la oficialidad, a pesar de que miles de personas lo reclaman desde hace más de cuarenta años. “Hay una ley de uso y promoción, pero siempre hay quien la incumple”, explica la escritora y profesora Blanca Fernández Quintana. “La oficialidad daría al asturiano un soplo de aire fresco en el ámbito educativo y sus detractores no tendrían excusas: hay quien piensa que, si una lengua no es oficial, no es una lengua”.

La importancia del sector audiovisual

“En asturiano tenemos buena literatura, pero las nuevas generaciones son mucho más audiovisuales y no hay casi nada”, lamenta Fernández Quintana. “No tenemos series dobladas al asturiano. Es casi ofensivo. Y es un factor de normalización muy importante”, añade. Observa que, en redes, sus alumnos, aun siendo asturianófonos, “apenas lo usan”, aunque, apunta, las actitudes hacia la lengua han mejorado en la enseñanza: “Hay más matrícula de la asignatura de asturiano y está mejor vista que antes”. Silvia Cebolla es prácticamente la única influencer en aragonés, “una forma de llegar a gente más joven y de estar en el mundo de ahora”, dice. “Es fundamental que exista esta figura para mostrar que el aragonés es funcional para todo”.

Eskisabel recuerda que “Islandia, Dinamarca o Suecia, con lenguas minoritarias —que no minorizadas— respecto al número de hablantes, están invirtiendo mucho en la industria cultural, en el sector audiovisual y el digital, para preservar sus lenguas. Es a lo que debemos aspirar desde el euskara, el catalán o el gallego”. Callón apunta que “el cine, la literatura y la música en gallego están en un momento creativo dulce”, pero lamenta que ocurra “sin apoyo institucional ni del Gobierno gallego ni del español”. En Catalunya, la plataforma pública de contenidos digitales en catalán 3Cat, inaugurada a finales de 2023, ha cosechado un impacto reseñable —más de 100 millones de reproducciones y casi un millón de usuarios—, fenómeno que coincide con el éxito de una nueva hornada de grupos y cantantes en catalán en géneros urbanos: Figa Flawas, Mushkaa, Julieta o The Tyets. Para Sorolla, esa atracción se explica porque “el consumo cultural va ligado a nuestros valores e intereses, y a las influencias y tendencias sociales. La calidad, la innovación y las tendencias internacionales son muy relevantes para el éxito”. Con todo, avisa de que, en el consumo en línea, “son los algoritmos los que proponen nuevos productos y vehiculan nuestras elecciones. Se puede dar que algunos creadores y creadoras en catalán salgan de la nada y, a la vez, que el consumo en catalán tenga una altísima competencia a causa de otras dinámicas”, como ocurrió en 2023, cuando un cambio en el algoritmo del buscador de Google “hundió” los resultados en esa lengua.

Imagen: Cartel de la campaña Ourense polo seu nome.- XAN CARBALLA.

¿Hasta qué punto sale a cuenta volcarse en lo digital si se descuida lo presencial? “Esa deslocalización resulta cada vez más incómoda e invivible para más gente”, opina Eskisabel. “Algunas personas buscan ahora lugares que aún proponen enraizamiento y comunidad. Y las lenguas y culturas minorizadas son humus para crear comunidad. Defenderlas es luchar contra esta fase de hiperglobalización, de aislamiento individual extremo y de mercantilización total”. Para Sorolla, “es esencial mantener comunidades que den sentido a la pervivencia de una lengua minorizada en el entramado de la familia, la casa, los vecinos y la comunidad: los espacios seguros, o breathing spaces, que permiten ir con cierta seguridad hablándola”.

Territorio y derechos

Las fuentes de este reportaje coinciden en la importancia de dos factores: la autonomía de los territorios para llevar a cabo sus políticas lingüísticas y el vínculo entre lengua, derechos y justicia social. “La lengua no es solo una herramienta de comunicación: nos vertebra internamente, construyendo nuestra subjetividad individual y colectiva. Los procesos supremacistas de imposición de lenguas hegemónicas y desposesión de las propias traen consigo procesos de minorización colectivos e individuales, que tienen consecuencias personales en forma de pérdida de capital cultural, social y económico”, analiza Eskisabel. Cebolla ejemplifica: “A muchos hablantes nativos de aragonés se les ha negado el derecho a aprender a expresarse por escrito en su lengua. No se nos ocurriría que eso le pasase a alguien en castellano”.

En Catalunya, la plataforma pública de contenidos digitales en catalán 3Cat, inaugurada a finales de 2023, ha cosechado un impacto reseñable—más de 100 millones de reproducciones y casi un millón de usuarios—.

Callón recuerda que, a pesar de pasos como la introducción de las lenguas cooficiales en el Congreso, el Estado “vulnera cada día tratados internacionales” como la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias. “El Consejo de Europa advierte cada tres años de esos incumplimientos, y no se toman medidas correctoras”, dice. A pesar de que en su último informe (2021) mencionan progresos en el cumplimiento de la Carta, los expertos del Consejo afean a España los obstáculos endémicos en el uso de las lenguas distintas del castellano en la Justicia y la Administración del Estado, las limitaciones para el gallego y el valenciano en la educación, o la desprotección del leonés en Castilla y León, del valenciano en El Carxe (Murcia) y del portugués en Olivença (Extremadura).

Sorolla explica que los países que “han conseguido mayor estabilidad de las comunidades lingüísticas” lo han hecho “a partir de una mayor autonomía de los territorios”. Cita los ejemplos de Suiza, Bélgica y Canadá. “Con los mimbres actuales, se me hace difícil visualizar eso”, lamenta Eskisabel. Si hay una vía, dice, sería que el Estado “se despojase” de su “supremacismo nacionalista, con fuerte anclaje en el supremacismo lingüístico. Eso sería un gran paso que revertiría, no solo en el respeto a las otras lenguas, sino en el reconocimiento de otras realidades culturales y nacionales y, en definitiva, en avanzar en la democratización”, concluye.