Las mujeres que Franco sí

El Patronato de Protección a la Mujer formaba parte de un dispositivo de control de género más amplio del que participaron muy activamente las dos organizaciones de mujeres que toleraba el franquismo: la Sección Femenina y la rama de mujeres Acción Católica.

Por Andrea MomoitioPeriodista

"Las mujeres sanas carecen de deseo sexual", decía Antonio Vallejo-Nájera. En esas palabras, de uno de los psiquiatras de cabecera del régimen franquista, se esconde el ideal de mujer que promulgó la dictadura. A un lado, las buenas mujeres. Al otro, las putas. Esa dicotomía, un clásico de la construcción de género, puede explicarse también a partir de la dualidad entre entender a las mujeres como seres vulnerables, pero, a la vez, reforzar la idea de nuestra capacidad para desafiar la moralidad de los hombres de bien. Unas y otras. Las que merecen el prestigio y las que destruyen el de todas.

El franquismo utilizó distintas herramientas e instituciones para mantener a raya esa distinción, para alejar a las malas mujeres de las que sí merecían la protección del Estado. Uno de los principales mecanismos fue el Patronato de Protección a la Mujer, pero no fue, ni mucho menos, el único: la Sección Femenina de F.E.T. y de las J.O.N.S.; el Auxilio Social; la rama de mujeres de Acción Católica; la Ley de Vagos y Maleantes y, más tarde, la de Peligrosidad y Rehabilitación Social formaron, entre otros, un engranaje de represión en clave de género. El Patronato de Protección a la Mujer formaba parte de un dispositivo de control más amplio.

En la memoria de las mujeres españolas que vivieron la dictadura apenas se guardan recuerdos de qué era el Patronato, al menos en esos términos, porque, entre otras cosas, era un organismo —y lo sigue siendo— muy opaco. Muchas sí recuerdan escuchar en casa algunas amenazas: "Si te portas mal, te llevo al reformatorio". Pero cómo iban a saber las niñas y las adolescentes españolas quiénes y cómo sostenían esos temidos reformatorios. Lo que sí perdura en la memoria colectiva, con más nitidez, es el recuerdo de la Sección Femenina, la rama de mujeres de la Falange. Apenas hay evidencias que demuestren su vinculación con el Patronato, pero representantes de la Sección Femenina participaron en los espacios de toma de decisiones junto a otras de Acción Católica. La rama de mujeres de esta organización fue otra de las principales estructuras que dotaron al franquismo, en palabras de la profesora Inmaculada Blasco Herranz, de unos "ideales de feminidad acordes con la ideología nacionalcatólica".

Vivir para la Falange

La Falange nace con la aspiración de trascender la noción de partido y convertirse, según las palabras de José Antonio Primo de Rivera, su principal líder, en una forma de vida. A esa fiesta, las mujeres no estuvieron siempre invitadas. Primero tuvieron que afiliarse, tras ser rechazadas por la Falange en 1933, al Sindicato Español Universitario (SEU). Lo hicieron con gusto porque no cabía en su naturaleza cuestionar las decisiones que tomaba el líder. En junio de 1934, se aprobó la formación de una sección femenina dentro de la estructura sindical. Ellas se encargarían de la propaganda, de atender las necesidades de los militantes falangistas y de recaudar fondos para la causa. En diciembre de este mismo año, Primo de Rivera aprobó los primeros estatutos de la Sección Femenina. Las cosas ya se estaban poniendo feas.

El Patronato de Protección a la Mujer formaba parte de un dispositivo de control más amplio.

Durante la guerra, en palabras de María de la Cruz, militante de la de la Sección Femenina, evitaron el "oprobio de adornar a la mujer con un fusil y unas cartucheras. En el quehacer de la Patria la misión femenina afecta a servicios que les son propios, dignificando toda tarea". Esto no significa que se mantuvieran ajenas al frente, al que acudieron para llevar a cabo sus misiones: "Ningún solo frente se quedó sin su equipo de lavanderas, mujeres fuertes, acostumbradas a este durísimo trabajo, con sus manos encallecidas; mujeres débiles, finas, con sus manos cuidadas y aristocráticas; mujeres de todas las clases sociales, confundidas en santa hermandad de la Falange", escribía. Algunas, durante la guerra, quisieron dar un paso más en su defensa de la patria y se organizaron en el Auxilio Azul, un sector de la 'Quinta columna', una serie de organizaciones clandestinas para apoyar al bando sublevado. En el Auxilio Azul, además de mujeres de la Sección Femenina, participaron representantes de Acción Católica y Socorro Blanco, la Sección Femenina de la Comunión Tradicionalista —conocidas como Las Margaritas—. Entre otras cosas, transportaron armas, se infiltraron como mecanógrafas en el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) de la República y en la Cruz Roja para robar comida.

La misión de la Sección Femenina era fomentar el amor de la mujer española por la patria, el Estado y las "tradiciones gloriosas" a partir de una estructura jerárquica. Al mando siempre estuvo Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio. Organizadas en provincias, tras el golpe militar, fueron ganando terreno político y las mujeres de la Sección Femenina formaron parte de decenas de organismos institucionales estatales e internacionales. Estaban presentes tanto en la Presidencia del Gobierno como en todos los ministerios. Entre ellos, por supuesto, el de Justicia, del que dependía el Patronato.

Entre su patrimonio, encontramos escuelas, albergues juveniles, hogares rurales, talleres artesanos, granjas escuelas, residencias de vacaciones, de estudiantes, guarderías o comedores sociales. En todos estos espacios, impusieron a miles de mujeres el ideal de mujer falangista a través de la exaltación del servicio, del sacrificio, de los valores tradicionales y del catolicismo. Participaron activamente de distintas instituciones de la dictadura como el Auxilio Social. Era una réplica del Winterhilfe, el Auxilio de Invierno nazi. La versión española fue promulgada en Valladolid, en 1936, por Mercedes Sanz-Bachiller, delegada provincial de la Sección Femenina.

El Auxilio Social

Al parecer, no daban abasto. En 1937 contaban con más de 700 comedores y Sanz-Bachiller propuso a Franco la implantación del Servicio Social femenino. Necesitaban más manos. Un decreto, del 11 de octubre de 1937, establecía "el deber nacional de todas las mujeres españolas", entre 17 a 35 años, de prestar el servicio. No estaba previsto sancionar a quienes no lo hicieran porque "ha de bastar señalar el deber para asegurarse la firme colaboración de las mujeres de España" aunque era obligatorio para todas las que quisieran ejercer funciones públicas u obtener títulos profesionales. Las mujeres que participaban del servicio social eran, entre otras, las encargadas de atender los comedores del Auxilio Social. Mercedes Sanz-Bachiller, consciente del éxito de su iniciativa, propuso al secretario general del movimiento que creara una delegación nacional, del mismo rango que la Sección Femenina, para el Auxilio Social. Aquello provocó un enfrentamiento entre Sanz-Bachiller y Primo de Rivera, que no aceptó la propuesta. A partir de 1940, el Auxilio Social pasó a depender exclusivamente de la Sección Femenina. Pilar Primo de Rivera se marcó un tanto. Pero no iba a ser el único.

Las mujeres de la Sección Femenina estaban presentes tanto en la Presidencia del Gobierno como en todos los ministerios.

Todos los éxitos de Pilar Primo de Rivera, que fue la Delegada Nacional de la Sección Femenina hasta 1977, pueden rastrearse en Y, la revista de la mujer nacional sindicalista, fundada durante la Guerra Civil. El nombre hace referencia al yugo y las flechas, emblema de Falange, y se mantuvo, en la cabecera, también a partir de 1938, año en el que la publicación pasó a llamarse Revista para la Mujer. "Por la bendición de Dios le ha tocado a la suerte de España una raza espléndida de mujeres. De madres, de esposas, de hijas, de ricas hembras y mujeres del pueblo ejemplares", escribía un colaborador en febrero de 1938. Entonces todavía no se había constituido el Patronato de Protección a la Mujer, el organismo con el que, entre 1941 y 1986, trataron de reconducir las actitudes de las mujeres de raza mezquina, de las que no tienen derecho a ser madres, de las que no quisieron ser esposas, ni buenas hijas, ni ricas hembras.

Tanto la Sección Femenina como la rama de mujeres de Acción Católica compartían el mismo objetivo —difundir un modelo de feminidad que, lejos de las ideas republicanas y laicas, devolviera a las mujeres al hogar, al cuidado, a las tradiciones— y utilizaron herramientas similares. La historiadora Mónica Moreno Seco explica en su artículo De la caridad al compromiso: Las mujeres de Acción Católica que la organización surge en 1919 para movilizar a las bases católicas "en la crisis de la Restauración", para intervenir "en la vida política durante la dictadura de Primo de Rivera" y, sobre todo, "para contrarrestar la aparición de un feminismo laico". Durante la dictadura franquista, "cumplió la función de transmisora del modelo autoritario franquista de mujer y de familia, base de una sociedad asentada en los mismos valores, contribuyendo así a la legitimación de la dictadura". Ellas también contaron con una publicación en la que hicieron alarde de sus ideales: la revista Senda.

Ambas organizaciones, además de labores de propaganda, llevaron a cabo proyectos muy similares de formación a partir de las Escuelas de Hogar. La profesora Inmaculada Blasco Herranz, en su artículo Sección Femenina y Acción Católica: la movilización de las mujeres durante el franquismo, señala que "la diferencia entre ambas, además de un mayor énfasis puesto en las enseñanzas religiosas y morales por parte de las católicas, la marcaba el hecho de que fue la organización falangista la oficialmente designada para desempeñar esta tarea. En consecuencia, fueron las escuelas de hogar de la Sección Femenina las que fueron incluidas oficialmente como formación de hogar en calidad de asignatura obligatoria en los planes de enseñanza primaria, secundaria y en las escuelas femeninas de magisterio, junto con la educación física y la enseñanza nacionalsindicalista".

Tenían más en común. Ambas organizaciones no quisieron conformarse con la educación y apostaron por el puerta a puerta. En el caso de Acción Católica hablaban de visitadoras de caridad o visitadoras de pobres y, en la Sección Femenina, de visitadoras sociales. La profesora Cristina Gómez lo explica en Entre la flecha y el altar: el adoctrinamiento femenino del franquismo. Valladolid como modelo: "Estas visitas permitían ejercer un control directo sobre las familias y sus ideas, actuando de manera más eficaz sobre los sectores más perjudicados por las carencias económicas derivadas de la política autárquica y suponían una exitosa fórmula de adoctrinamiento, incidiendo en aquello que ejercía mayor poder de convicción en la gente con menos recursos". Este modelo, de vigilancia cercana y exhaustiva, fue adquirido también por el Patronato de Protección a la Mujer a través, primero, de la figura de las celadoras y, más adelante, de las visitadoras sociales. Acción Católica prestó tanto sus locales como su profesorado para la formación de las celadoras del Patronato. Ambas figuras se dedicaron, entre otras cosas, a visitar zonas de peligro: cines, fiestas, bailes.

Consejos vendo

Hay algo que resulta muy llamativo: las principales dirigentes de la Sección Femenina no predicaron, precisamente, con el ejemplo. Promovían un ideal de mujer al que ellas, ni mucho menos, respondían. Pilar Primo de Rivera siempre mantuvo un perfil político muy activo, no se casó, no tuvo hijos. Lula de Lara, militante de la Sección Femenina y amiga muy cercana de Primo de Rivera, declaró en una entrevista que la jefa tuvo que "renunciar, no sin lucha en algún caso, a las posibilidades que la vida no dejó de ofrecerle como mujer".

En la misma entrevista, con la periodista Sara Palacio, se empeñó en desmentir que las militantes de la Sección Femenina no cumplían con el rol que ellas mismas imponían a otras: "Entre las muchas mentiras que se han dicho sobre la Sección Femenina y sobre tantas otras cosas, ésta es una de las más gordas. Ninguna militante ni dirigente de la Sección Femenina se negó a cumplir los ideales que difundían. Entre nosotras había tantos matrimonios, idilios y amoríos, correspondidos o no, como en cualquier otro sector de la vida femenina. Lo que no había, por supuesto, era ese matrimonio-recurso en el que tantas veces, en aquellos tiempos, caían muchas mujeres por aburrimiento de una vida monótona, por motivos económicos o por aquel ridículo prejuicio de no «quedarse para vestir santos»".

La historiadora Elena Masarah Revuelta, en Las otras mujeres de la contrarrevolución. La militancia católica femenina en Aragón durante la posguerra, apunta a que la Sección Femenina "tenía unas especificidades" que provocaron algunos choques con las organizaciones femeninas conservadoras. Principalmente con las de Acción Católica: "La Sección Femenina tenía vinculaciones con los partidos fascistas europeos, de los que había imitado o reproducido ciertos aspectos como la militarización de sus miembros, el uso de uniformes y la realización de desfiles. No es esta una cuestión baladí, pues la imagen de mujer "moderna" proyectada, paradójicamente, por la organización falangista, despertó no pocos recelos en las mujeres del catolicismo". La gran diferencia entre ambas es que la Sección Femenina buscaba el adoctrinamiento político y Acción Católica la recristianización. Nunca se dieron enfrentamientos públicamente.

Dicen de Pilar Primo de Rivera que pudo haberse casado con el mismísimo Adolf Hitler y hay quien apunta que pudo ser lesbiana. En cualquier caso, su vida personal es un misterio. Dedicada, por completo, a la Sección Femenina, en diciembre de 1975, Juan Carlos I agradecería su trabajo: "Decís que seréis fieles a Franco por la común empresa realizada con él y por todo lo que le debéis, aún más fiel debo serle yo, que le debo más que nadie. Yo sé de vuestra lealtad, y contamos la Reina y yo con vosotras para la tarea de hacer esta España Una, Grande y Libre, que todos deseamos". Cuentan que nunca superó las escuetas palabras con las que Adolfo Suárez, un par de años después de aquellas afectuosas palabras del monarca, disolvió el organismo: "Gracias, Pilar".