Opinión

¿Cómo historiar lo inmaterial? Historiografía feminista frente a desastres documentales

Por Tatiana RomeroHistoriadora

17 de abril de 2024

A Tomasa Cuevas, primera historiadora de la represión a las mujeres en el franquismo

Confieso que, como historiadora de las mujeres, he tenido cierta envidia de las periodistas que se dedican a contar también el pasado de las mujeres. Confieso que por momentos me pregunto por qué los libros de historia venden menos que las investigaciones hechas por periodistas.

Me pregunto por qué la historiografía se lee menos aunque sea, muchas veces, la base  para textos periodísticos que investigan el mismo hecho o periodo. Eso  nos hace reflexionar sobre nuestros propios errores como divulgadoras y  constatar que la historiografía feminista es un apoyo fundamental para que  las investigaciones periodísticas tengan una guía temporal y metodológica,  que les permita caminar sin ir a ciegas. Después de veinte años de oficio, he  descubierto que la clave está en hacer y construir conocimiento juntas. Pero  aquí toca hablar de historiografía feminista y de la problemática que entraña  investigar la represión franquista sobre los cuerpos de las mujeres y, en  específico, el Patronato de Protección a la Mujer, uno de los órganos represivos  del franquismo más longevos: 1941-1986.

¿Qué hacer si, bajo el miedo y el pacto de silencio impuesto en España, sus propias familias no tienen ni idea del periplo vital de madres, tías, abuelas?

Cuando queremos analizar la capilaridad del poder represivo del franquismo,  es decir, aquellos espacios en donde pasaba casi inadvertido pero donde  adquiere su cariz totalitario, surgen toda una serie de complicaciones e  imposibilidades para investigar lo sutil de las redes de poder que se tejían sobre  los cuerpos de las mujeres. Tenemos más o menos claro que el franquismo  afincó toda su moralidad en el comportamiento de las mujeres, utilizándolas  como vehículos para la purificación y la redención moral de España y, a su vez,  esa moralidad se construyó en contraposición a la figura de "la roja": "Ese ser  degenerado, lleno de ferocidad y rasgos criminales que por sus implicaciones  políticas con la República ha perdido toda su feminidad", en palabras del  psiquiatra del régimen Vallejo-Nájera.

Es tan central la represión a los cuerpos femeninos para el universo simbólico  del franquismo que el trabajo de archivo es duro, no en vano han desaparecido  kilómetros de documentación; y el de historia oral, muchas veces frustrante,  porque son pocas las mujeres que quieren hablar de todo lo que sufrieron por  el solo hecho de ser mujeres. Para la moralidad del franquismo ser mujer te  convertía automáticamente en sospechosa. Nos encontramos con víctimas  a las que no se las reconoce como tal, mujeres que vivieron en sus propias  carnes tal grado de violencia, que recordarlo resulta desgarrador o que nunca  se lo han contado a su familia o personas más cercanas. Mujeres sobre las que  se inoculó la vergüenza como forma de habitar el mundo. ¿Cómo historiar  la vergüenza? ¿Cómo documentar lo que no deja huellas aparentes? ¿Cómo  historiar el maltrato, los abusos, las violaciones a los derechos humanos más  básicos, la tortura psicológica? ¿Cómo historiar lo inmaterial? ¿Cómo historiar  el dolor de las otras?

Asunto: inmoralidad 

El Patronato de Protección a la Mujer, dependiente del Ministerio de Justicia,  nace por decreto y desaparece por decreto y, por tanto, al ser una institución  oficial dependiente de un Ministerio, supondremos que la documentación es de  fácil acceso en los archivos; pero acercarnos a ellos no lo es tanto.

Primero, las condiciones de acceso a los fondos. Según la ley de Patrimonio  Histórico Español, "debido a que los expedientes pueden contener datos  personales que puedan afectar al honor de las personas, a la intimidad  de su vida privada y a su propia imagen, no podrá ser consultada la  documentación que no cumpla los plazos legalmente establecidos, sin que  medie consentimiento expreso de los afectados". Muchos de estos fondos  documentales se encuentran en los archivos provinciales porque el Patronato  establecía la creación en cada provincia de una Junta Provincial bajo la  presidencia del Gobernador Civil. Sin embargo, no hay documentación en todos  los archivos provinciales. Es posible que la documentación permaneciera en las  sedes de las Juntas Provinciales hasta los años 80, pero que con la disolución  del Patronato se trasladara a otras dependencias o se "traspapelara"

Por otro lado, podemos encontrar alguna memoria anual del Patronato,  publicada por el Ministerio de Justicia e impresa por Gráficas Ibérica, imprenta  que también publicaba textos relacionados con la doctrina social católica.  El trabajo con este material es complicado porque, como ocurre con el resto  de documentación institucional relativa a la represión franquista, no es  fácil encontrarla.

Los expedientes de las mujeres internadas en los centros del Patronato  comúnmente llevan por título: "Asunto: inmoralidad", e incluyen informes  médicos y psiquiátricos, así como valoraciones patologizantes de la  conducta. El tratamiento que debemos darle a estas fuentes no puede ser  aséptico, al contrario de lo que piensen compañeros de la disciplina. Detrás  de cada expediente hay una mujer, una vida marcada por la represión,  generaciones enteras de mujeres disciplinadas a través de las violencias  más extremas. No pocas veces he escuchado entre colegas la frase, "he  encontrado oro en el archivo" cuando se descubre un fondo documental  que antes no se había tocado. Y me pregunto, en el caso de los expedientes  de las mujeres represaliadas, ¿a costa de quiénes, de las vidas de quiénes,  es que expoliaremos ese oro? Es probable que las mujeres que pasaron por  el Patronato en el primer franquismo (1939-1959) ya no vivan, pero sí sus  familiares o amistades, ¿Qué hacer cuando encontramos el expediente de  una mujer represaliada? ¿Qué hacer si, bajo el miedo y el pacto de silencio  impuesto en España, sus propias familias no tienen ni idea del periplo vital de  madres, tías, abuelas?

Muchas de las mujeres se autocensuran en el momento de contar la  violencia que sufrieron. Las entrevistas que se han podido realizar a mujeres  represaliadas, a las que pasaron por las cárceles franquistas, por dependencias  del Patronato, relatan las palizas y las torturas. Sin embargo, faltan datos  sobre el momento de la detención. Sabemos que, por lo menos en el primer  franquismo, las mujeres eran también violadas por la Guardia Civil durante  las detenciones y antes de ser llevadas a prisión, víctimas del periplo represor  del rapado y la ingesta de aceite de ricino. Lo sabemos porque es repetitiva la  afirmación "Al detenerme hicieron conmigo lo que quisieron" o por los largos  silencios cuando se les pregunta directamente si sufrieron violencia sexual.

Hemos aprendido a leer esos silencios, las miradas, las manos que tiemblan.  Esa es una de las grandezas de la historiografía feminista: aprender a mirar  lo que parece invisible. La mayor fortaleza metodológica de la historiografía  feminista —y lo que las historiadoras han aportado con mucho esfuerzo desde  aquel texto fundacional, de Joan Wallach Scott, El género: una categoría útil para  el análisis histórico, de 1986— es, sin duda, la capacidad de ver las fuentes con  otros ojos, de buscar fuentes que siguen siendo desdeñadas por considerarse  demasiado subjetivas e intentar utilizar métodos de análisis nuevos para  construir otras interpretaciones posibles del pasado. Como dice la misma Joan  Scott: "En lugar de buscar orígenes sencillos, debemos concebir procesos tan  interrelacionados que no puedan deshacerse sus nudos".