Más feminismo, más derechos

“Han sido muy pocas las personas y periodistas que me han acompañado”

Fotografía: Alfredo Langa

María Sevilla

Expresidenta de la asociación Infancia Libre. Fue condenada a dos años y cuatro meses de cárcel por no querer entregar su hijo a su padre. El Gobierno le concedió un indulto parcial.

De mí y de mi hijo se ha dicho de todo. Literalmente. Yo he sido una madre secuestradora, una maltratadora que, según un informe policial, lo he mantenido en un “zulo”, que no le dejaba ver “la luz del sol”, no le llevaba al médico ni tampoco le educaba. Según un sinfín de medios de comunicación, monté una organización criminal para robar niños a sus padres, denunciándolos falsamente de abusar de sus hijos. Un rosario de despropósitos que no entiendo cómo se pueden haber tomado como ciertos. Entiendo que, si todos estos disparates los hubiera hecho solo yo, tal vez cabría pensar que era una madre loca. Pero las acusaciones fueron más allá.

Un informe de la unidad de la Policial Judicial contó esto mismo de más de una veintena de madres repartidas por media España, que, al igual que yo intentaban proteger a sus hijos de padres maltratadores o abusadores sexuales. También de profesionales de la sanidad pública de reconocido prestigio. Es difícil imaginar que una madre que denuncia abusos sexuales hacia su hijo por parte de su expareja acabe culpabilizada. Que de la noche a la mañana pase de ser una víctima a ser una verduga. Pero eso exactamente es lo que ocurre en el sistema de justicia. No solo a mí. Le ha sucedido a miles de mujeres que se atreven a denunciar los abusos sexuales en la infancia (ASI). Ese fue el origen de Infancia Libre, una organización que nació de un grupo de familiares (ni siquiera eran todas madres) para denunciar la violencia institucional que sufrimos en los juzgados. Cuando entras en la vía judicial por un supuesto ASI, lo más habitual es que no te crean. Ni a ti ni a tu hijo. Posteriormente obligan al menor a revincularse con el presunto agresor. Cuanto intentas impedirlo, un equipo psicosocial te tacha de manipuladora o instrumentalizadora y a partir de ahí tú pasas a ser la culpable. Si te niegas a entregar a tu criatura al supuesto abusador, te amenazan con quitarte la custodia, o te la quitan. Si te alejas para protegerlo de un peligro, te conviertes en secuestradora y acabas en la cárcel. Y tu hijo o hija, en la prisión del supuesto maltratador.

La campaña mediática iniciada con mi detención no tuvo apenas fisuras. El relato que se montó sobre mí y sobre un amplio grupo de mujeres y profesionales fue sencillamente increíble (entendido por algo que es difícil de creer). En todo este proceso han sido muy pocas las personas y periodistas que te acompañan. Que se afanan por investigar los hechos, bucear entre documentos y sacar a la luz la verdad y su contexto. Una de esas pocas personas fue Marisa Kohan y el diario Público. Gracias a ambos por darnos voz, escuchar e indagar cuando nadie más lo hizo y por contar la verdad.