Tribuna
¿La mejor noticia es que los medios no sean noticia?
Pablo Iglesias
Vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno de España entre 2020 y 2021
Pablo Iglesias
Vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno de España entre 2020 y 2021
Se atribuye a Carlos Solchaga haber afirmado que la mejor política industrial es la que no existe. Hoy, después de unas cuantas crisis económicas, nadie en su sano juicio defendería semejante memez neoliberal. Sin embargo, en lo que respecta a los medios de comunicación, todavía podemos encontrar a quien, incluso desde la izquierda, defiende el axioma que, entre interrogantes, hemos usado para titular esta tribuna que se nos invita a escribir con motivo del 15 aniversario del nacimiento del periódico Público.
Quien afirmaba el citado axioma, hace poco más de un mes desde las páginas de El Salto, era nada menos que Pablo Elorduy, que había salido algo trastornado de un debate en el podcast Carne Cruda. “Periodistas hablando de periodismo entre periodistas. Un auténtico plomo”, afirmaba para alegrarse, acto seguido, de la regla profesional del periodismo que impone tapar las miserias y las huellas. Pero Elorduy reconocía en el mismo artículo la existencia de una demanda creciente de información sobre la manipulación periodística y admitía que el éxito de nuestro podcast, La Base, no se debía solo a los seguidores que un servidor podía arrastrar de su tiempo de dirigente político, sino también al hecho de haber conseguido llenar una demanda que “aparentemente no existía. Investigar, machacar, y relacionar constantemente la manipulación periodística con el interés económico y empresarial y con la agenda del poder”.
Después venía la pulla: “Algunas veces esa expedición hacia el confín donde se toca el poder político y el poder mediático se detendrá en las puertas del grupo en el que opera La Base. Nadie es perfecto, todos tenemos una incoherencia o dos”. No somos, ciertamente, perfectos, pero es marca de la casa llegar más lejos que nadie en nuestras expediciones. Así que vamos a llamar al timbre del grupo en el que operamos y entrar hasta el fondo.
Si hace 15 años la gente pudo ir a los quioscos a comprarse un periódico de izquierdas, con el que además a veces regalaban libros de pensamiento crítico o películas muy interesantes, fue porque Jaume Roures lo hizo posible. En España, desde tiempos inmemoriales, nunca ha habido en los quioscos un periódico impreso de izquierdas de ámbito estatal y, tras el cierre de Público en 2012, sigue sin haberlo. Y no digamos ya una televisión o una radio de izquierdas; como sabemos eso hasta ahora ha sido un privilegio de la derecha económica (Planeta, Berlusconi…) que ha contado con el apoyo, tanto de los gobiernos del PP, como del PSOE, con la excepción de Zapatero que ha sido el único dirigente socialista que, hasta la fecha, ha entendido la necesidad de que pudiera haber algo a la izquierda del grupo PRISA.
Continuemos con esta sinceridad descarnada y reconozcamos que, si yo pude dirigir y conducir La Tuerka y Otra Vuelta de Tuerka en Público, y si ahora puedo hacer lo propio con La Base, fue por Jaume Roures. Ningún periodista de izquierdas nos hubiera dado jamás una oportunidad así y menos conociendo nuestra voluntad de informar sobre los medios y asumir la manipulación periodística como objeto central de nuestro trabajo. El principio de omertá en la profesión periodística según el cual, como escribía Elorduy, “perro no come carne de perro”, es tan transversal en el periodismo como las magdalenas de Carmena.
Por si quedaba alguna duda al respecto, el Ferrerasgate llegó para hacer saltar definitivamente por los aires los pactos de silencio y confirmar lo que algunos llevábamos mucho tiempo diciendo mientras nos tildaban de gruñones y malos perdedores. Escuchar a Ferreras explicar el papel de La Sexta y su “más periodismo” como parte del engranaje de las cloacas para machacar con mentiras a Podemos, no solamente ha representado la prueba que faltaba sobre una corrupción en el periodismo (mucho más generalizada de lo que suele reconocerse en la profesión) sino que ha abierto el debate más incómodo que se recuerda entre periodistas de izquierdas que, por primera vez en su vida, han visto fiscalizado su trabajo por el público. Por eso algunos añoran los tiempos en los que se podía decir tranquilamente eso de que la mejor noticia es que los medios no sean noticia. Nos ha jodido.
Ver a un colectivo particularmente mordaz en sus críticas a la izquierda organizada, siendo por primera vez objeto de exámenes igualmente mordaces, ha tenido mucho de justicia divina pero también hay que admitir que ha producido y produce daños colaterales injustificables. Así es la política. Y sí, ciertamente es un poco culpa de Roures también, igual que el hecho de que Público fuese durante unos años un periódico en papel. No hay muchos tipos con pasta que pasaran por las cárceles del franquismo y que, tras hacer dinero, lo hayan dedicado (sin muchos rendimientos de capital que digamos) a que se hagan películas de izquierdas, libros de izquierdas, medios de izquierdas o apoyar procesos políticos que no han hecho más que perjudicar sus negocios. Por eso le zumban duro, también desde la izquierda, contando que no es un santo y señalando contradicciones de sus actividades empresariales, al tiempo que protegen a sus patrones mafiosos y a sus patrocinadores porque, al fin y al cabo, así es el capitalismo. Hay, entre ciertos sectores de la progresía y de la izquierda mediática, ganas de ir a por La Base y a por Público golpeando a Roures. Sin embargo, dudo que nadie con patrocinadores y otras amistades peligrosas quiera meterse en ciertas competiciones. Pero precisamente por eso, en el 15 aniversario del nacimiento del primer periódico de izquierdas que pude comprar en Madrid, me parece de justicia alargar la expedición a la que nos invitaba Elorduy y llegar a la última puerta del grupo. Hubiera sido más sencillo decir que el periódico son sus maravillosos trabajadores más allá de su dueño. Hubiera quedado como Dios y además habría sonado muy de izquierdas. Pero sería mentira. Hay periodistas de izquierdas que malviven escribiendo para gentuza en muchos lugares, hasta el punto de que terminan dejando de ser de izquierdas y abrazando la religión corporativa. Y, por contra, solo una pequeña parte de los periodistas de izquierdas tienen la suerte de escribir en un periódico de izquierdas. Pero ello es posible por lo que es posible y alguien tiene que decirlo.
Feliz cumpleaños Público.