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La resistencia de Sultana

Fotografía: Jairo Vargas

Sultana Jaya

Activista saharaui por la independencia de su país y en defensa de los derechos humanos.

Sato Díaz

La entrevista más difícil puede ser la única que tenga sentido; las respuestas de Sultana Jaya amenazaban con que se nos derritieran los ojos, con que se nos cayera el Estado español de vergüenza. A pocos metros de la saharaui, traducía Hassanna Aalia, otro activista de los que se han visto obligados a abandonar el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos, víctimas de la represión del régimen de Mohamed VI.

Sultana acababa de llegar a Madrid, 8 de junio de 2022, y visitaba la redacción de Público para ofrecer la primera entrevista presencial tras su largo cautiverio. Había conseguido salir de su casa en la ciudad de Bojador acompañada por una ONG norteamericana tras más de un año y medio de arresto domiciliario, sin ninguna garantía judicial que justificara tal abuso. Durante la entrevista, solicitó la presencia de alguna mujer, se disponía a contar cuestiones muy íntimas.

“Usaron el palo de nuestra bandera para violarnos a mi madre, a mi hermana y a mí”, dijo. Sultana apretaba con sus dedos el trozo de tela que se había convertido en un símbolo de su resistencia, de la dignidad del pueblo saharaui, de la lucha de las mujeres. Durante todos los meses de encierro no desfalleció, protestaba en la azotea de su casa, mostraba incansable esa bandera de la República Árabe Saharaui Democrática. Aquello causó más golpes, violaciones, y provocó que los paramilitares entraran en su casa y les arrojaran e inyectaran sustancias desconocidas.

El Sáhara Occidental ocupado es una gran cárcel a cielo abierto. La población local ve sus derechos pisoteados sistemáticamente: violaciones, desapariciones, imposibilidad de acceder a estudios o al sistema sanitario, cancelación del derecho a reunión o manifestación o persecución por sus manifestaciones culturales. Aun así, el pueblo saharaui lucha por su autodeterminación desde hace décadas, tanto en los territorios ocupados como en los campamentos de población refugiada de Tinduf. Público ha intentado estar siempre a su lado.

En marzo de este 2022 se conocía un giro histórico en la política exterior española con respecto a este contencioso: el Gobierno de Pedro Sánchez se posicionaba al lado de las tesis marroquíes que defienden la anexión del Sáhara por parte de Marruecos, contrariando las resoluciones de Naciones Unidas y diferentes sentencias judiciales. Cuando el régimen marroquí filtró este cambio de postura, Sultana llevaba más de un año sin poder salir de su casa.

Al finalizar la entrevista, las lágrimas humedecían los ojos del traductor y también del que escribe este artículo. Nunca nos acostumbraremos a tanta crueldad. Sultana tiene un ojo sano y otro de cristal. Lo perdió en 2007, por los golpes de la Policía marroquí.