Esto no es poesía, esto es mi periódico

Se llamaba Juan y no es un número​

Fotografía: Fernando Sánchez

Mercedes Huertas

Hija de Juan Huertas, una de las 8.000 víctimas de covid-19 en las residencias madrileñas durante la primera ola de la pandemia.

José Carmona

Mentar 8.000 muertos es algo cotidiano en este mundo habituado a la catástrofe. Pero tal vez humanice al lector saber que Juan Huertas, uno de esos 8.000, olía al disolvente con el que pintaba casas, era bromista, republicano y de lágrima fácil en Nochebuena. A mí, al menos, me ayuda. Los fríos datos, supuestamente neutrales y sensatos, ponen mucha distancia entre el dolor y la reacción necesaria frente a la antipolítica.

8.000 fueron los ancianos fallecidos en las residencias de la Comunidad de Madrid. 8.000. Ocho mil. En tan solo dos meses, esos miles de personas perecieron sin atención hospitalaria, negada por orden del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, que ordenó dar prioridad a otros enfermos por covid-19. El mayor inconveniente contra el coronavirus es la edad, pero el PP impidió el traslado a los hospitales de los mayores en residencias. La primera ola arrasó el país y este Gobierno no puso diques sino que abrió la presa, porta gayola al desastre.

Juan nació en Trujillo, Cáceres, en 1936, y el 12 de abril de 2022 fue incinerado en Santiago de Compostela porque las funerarias de la capital estaban colapsadas. Ese día era el cumpleaños de su hija Mercedes. “Ya no lo celebro”, me dice. Y vuelve a romperse. El luto transita espacios invisibles, pero lo que es seguro es que se mueve entre el pecho y el estómago. A veces sube hasta la garganta, entrecorta la voz y brota en forma de lágrima incontenible. Se evapora, por suerte, y se esfuma para regresar hasta nuevo aviso.

Mercedes, orgullosa hija de Juan, no pudo despedirse de su padre, ingresado en la Residencia Adolfo Suárez. De los casi 300 residentes, en esa primera ola fallecieron 70, un acumulado altísimo y tenebroso. Las familias, y Mercedes es un ejemplo de ello, no desisten en su lucha para exigir justicia, verdad, reparación y una investigación que aclare qué pasó. Por qué sus padres no fueron trasladados a los hospitales. Por qué Ayuso alimentó la barbarie. Por qué el Gobierno les trató como a enemigos. Mientras ella siga la lucha, este periódico también la continuará.

“Me emociono por pura rabia”, reconoce Mercedes, que hace del deseo de justicia su gasolina. “No se pueden matar personas como a piojos”, me dijo la primera vez que la entrevisté en el salón de su casa con una foto de su padre entre sus manos. Juan vivió muchas cosas en Madrid y esa misma ciudad le dio la espalda cuando más la necesitaba. Pero su hija no olvida y lucha por él, que no es sino luchar por un Madrid digno, sensible y con memoria. Nosotros tampoco lo olvidamos. No somos números. Y como dice la canción, “si para ellos somos cifras, que vean que somos cifras que ya no aguantan más”.