En diciembre de 2007, Público lanzaba una portada, por entonces, difícil de ver en prensa escrita y planteaba siete propuestas para luchar contra la crisis climática. Aunque han pasado 15 años, algunos de los grandes problemas ambientales relatados en aquellas páginas siguen persistiendo y sin soluciones en el horizonte. Quizá, el dato que mejor puede resumir los escasos avances que se han fraguado es el de la evolución de la emisiones de dióxido de carbono: cuando nació este periódico la atmósfera del planeta concentraba 387 ppm (partes por millón) de CO2; hoy, la cifra está en las 415 ppm de CO2 y subiendo. La acumulación de gases de efecto invernadero ya ha calentado el planeta más de 1,1ºC respecto a los niveles preindustriales y la voracidad del capitalismo preludia un termómetro al alza que ya tiene repercusiones para la vida en todas sus formas.
La vida para el ser humano se ha vuelto cada vez más ingrata. Pero también para el resto de seres con los que compartimos planeta. La protección de la biodiversidad es tan difícil que las poblaciones de vertebrados han caído un 69% desde los años setenta, según WWF, y al menos un millón de especies están amenazadas por la extinción, según la ONU. La destrucción de la naturaleza es, de hecho, una de las grandes encrucijadas en las que se encuentra la humanidad, pues la variedad de flora y fauna sirve de barrera natural para la propagación de epidemias como la covid.
Pero en estos quince años de vida, Público también ha tenido tiempo para informar sobre algunas victorias. En el camino han quedado logros humanos e históricos, como la rúbrica del Acuerdo de París de 2015 para frenar el calentamiento del planeta, y pugnas sociales que, desde lo local, han conseguido transformar las ciudades y alejarlas de la hostilidad. España ha visto cómo algunas de sus urbes, con Pontevedra o Valladolid a la cabeza, sacaban los coches de sus calles e impulsaban un cambio en el modelo urbano para priorizar lo verde sobre lo gris. El Estado también ha aprobado su propia Ley de Cambio Climático y ha conseguido reponerse del impuesto al sol, con un potencial de autoconsumo que ya es equivalente a la generación de energía de dos centrales nucleares.
Los focos de este humilde periódico no se han quedado en lo político y científico. La población se ha rebelado y Público estuvo allí; dio voz a los jóvenes que inundaron las plazas para exigir políticas contra la crisis climática; entró en las granjas industriales y documentó la barbarie del maltrato animal y sus impactos en el medio ambiente; narró la movilización ciudadana contra las minas de uranio; escuchó los gritos del pueblo murciano al ver el colapso del Mar Menor; y plasmó con crudeza la realidad de las migraciones climáticas.
En aquel ejemplar de diciembre de 2007, este diario preludiaba un enfoque ecosocial al que muchos otros medios se acabaron sumando. Público fue vanguardia.