Esto no es poesía, esto es mi periódico

Verde que te quiero verde

Fotografía: Fernando Sánchez

Agustín Moreno

Profesor jubilado, sindicalista, activista en la Marea Verde y diputado de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid.

Anna Flotats

Hubo un tiempo en el que ser periodista en la sección de Educación de Público implicaba salir a la calle casi cada semana. Entre 2011 y 2013 alumnos, familias y profesores de toda España lucharon juntos para mantener la calidad de la enseñanza pública y, de paso, contaron al mundo cómo la estaban degradando los gobiernos de derechas.

La Marea Verde se fraguó en la Comunidad de Madrid pero pronto ese tsunami esperanzador inundó otras muchas regiones del país. No eran los docentes reclamando mejoras en sus condiciones laborales. Tampoco los estudiantes, batallando solos como hicieron años atrás contra el Plan Bolonia y los recortes. Era la comunidad educativa caminando de la mano y hacia el mismo lugar. Familias, alumnos y profesores tenían un enemigo común: el ministro José Antonio Wert y su reforma educativa, que pretendía un cambio de modelo social basado en el clasismo y la segregación.

La defensa de lo público, vehiculada por un movimiento unitario y participativo, ganó terreno en las calles y en los medios de comunicación. La educación pública conquistó también su espacio en el debate político, pero la Marea Verde fue la que nos recordó más poderosamente que lo que estaba en riesgo era un pilar del Estado de Bienestar y que, si se desmantelaba, se desmantelaba también la cohesión social. De hecho, la Marea Verde fue el referente para otras muchas luchas, para otras mareas, como la blanca, en defensa de la sanidad pública, o la violeta, por la igualdad de género.

“La Marea Verde homologó una marca, un movimiento potente de resistencia, de defensa de lo público y del bien común”, recuerda Agustín Moreno, uno de los activistas que vivió más de cerca esos años verdes. Para este profesor e histórico sindicalista de CCOO, el éxito del movimiento fue “la toma de conciencia de que la agresión a la escuela pública no era algo puntual sino parte de una estrategia basada en el deterioro de lo público”. Este convencimiento fue precisamente lo que llevó a Moreno, ya jubilado, a unirse como independiente al grupo de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid para batallar desde las instituciones contra las políticas que había combatido en la calle. Una prueba de que para él, la revuelta no murió cuando acabaron las manifestaciones. De hecho, siguió luciendo su camiseta verde miércoles tras miércoles hasta su último día en el instituto. “Mantener la tradición de aquellos años nos parecía un gesto de resistencia”, recuerda, “un reflejo de que nada está perdido, una manera de mantener vivo el compromiso e invertir en valores”.

Yo ya no sé qué implica ser ahora periodista en la sección de Educación de Público, hace tiempo que dejé el reporterismo y leo el periódico con otra mirada. Aun así, auguro menos intensidad y emoción que aquellos años pero, como Moreno y otros muchos, presumo intacta la sensación de llevar siempre la camiseta verde por debajo del jersey.