Opinión

Promesas en el aire

Santiago Alba RicoFilósofo y Escritor

12 de mayo de 2021

El 15-M fue una sorpresa antropológica a contrapelo de la historia y de las inercias del resto de Europa. En respuesta a la crisis global y a su gestión local, una mayoría social volcó en las plazas de España un malestar inesperadamente atinado, sintetizado en una enmienda a la totalidad del régimen del 78. No lo hizo desde la memoria de la Guerra Civil, el franquismo y los pecados de la Transición; no lo hizo tampoco desde el "hedonismo de masas" para rechazar la política o buscar un chivo expiatorio a los sufrimientos de la población. Impugnó la democracia del bipartidismo, con su corrupción y sus leyes liberticidas, no porque despreciase la democracia sino, al contrario, porque no había cumplido sus promesas democráticas: porque no era una "democracia real" o, como diríamos hoy, "plena".

Al mismo tiempo, señaló correctamente a los responsables de esa crisis que había dejado sin futuro a una generación entera: no eran, no, los "inmigrantes", los "catalanes" o el "lobby homosexual" sino las medidas austericidas, los bancos y el neoliberalismo. Esa impugnación y ese tino afloraron en los eslóganes estampados al vuelo en las paredes de las plazas: "violencia es no llegar a fin de mes", "no nos representan", "unidos por el sentido común".

Portada de Público dedicada al 15M de mayo de 2011.- HEMEROTECA DEPÚBLICO
Portada de Público dedicada al 15M de mayo de 2011.- HEMEROTECA DEPÚBLICO

Por eso, muchos pudimos decir con razón que el 15-M, al revelar y construir un sujeto colectivo simultáneamente ingenuo y sensato, operaba como una vacuna frente a la ultraderecha rampante que conquistaba cada vez más espacios en Europa. Diez años más tarde, en la estela de la misma crisis económica, agravada por una pandemia mundial, España se ha alineado con el resto de Europa. No estamos vacunados ni contra la covid-19 ni contra la nueva ultraderecha. El fracaso, inducido y autoinfligido, del primer Podemos y la radicalización defensiva del régimen amenazado, nos han llevado a un punto en el que se imponen de nuevo las viejas respuestas desde la izquierda y las falsas respuestas desde la derecha, en un marco de tensa restauración en el que las falsas tienen ventaja sobre las viejas. La generación del 15-M, que se levantó contra las promesas incumplidas del 78, tampoco ha sabido o podido cumplir las suyas. O se dan respuestas económicas y políticas al nuevo malestar o una nueva generación sin futuro –ni pasado al que aferrarse– reclamará su cumplimiento, pero esta vez quizás con más escepticismo, más rabia y menos tino.