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¿Y ahora qué?

Asunto: se buscan respuestas. Razón: aquí. Es la hora de mirar a la ciencia, eso parece evidente; pero la crisis...

Queralt Castillo Cerezuela

Asunto: se buscan respuestas. Razón: aquí. Es la hora de mirar a la ciencia, eso parece evidente; pero la crisis de la covid-19 también ha provocado que la ciudadanía ponga su mirada en la sociología, antropólogía y filósofos que habitualmente suelen pasar más desapercibidos y que estas últimas semanas, en cambio, se han visto en el foco ante una sociedad que busca respuestas.

Si bien es cierto que el coronavirus afecta a nuestros cuerpos, también parece evidente que afecta o afectará a nuestra salud psicológica, tanto individual como colectiva, y a nuestras sociedades. El cambio de paradigma en la manera de relacionarnos, el trauma colectivo que supone la tragedia humana de la crisis o el encierro hacen que nos preguntemos más allá.

Bueno, y a partir de ahora, ¿qué? Es el turno de las ciencias sociales. En un ejercicio de honestidad parecido al que realizó Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) en este mismo periódico hace unas semanas (“Yo no me fiaría mucho de los filósofos”), la italiana Donatella Di Cesare (Roma, 1956), como la catalana Marina Garcés (Barcelona, 1973) o Daniel Innerarity (Bilbao, 1959) dejan huérfanos a todos aquellos que andan buscando respuestas.

La mayoría no las tienen. Todo está yendo demasiado rápido, todo es demasiado nuevo y todo es demasiado incierto. El concepto nueva normalidad no acaba de cuajar y nadie sabe nada. Marina Garcés apunta al sistema de clases y reflexiona sobre cómo esta pandemia ha dejado al descubierto las diferentes capas de vulnerabilidad sobre las que se sostiene el sistema capitalista; la activista y socióloga Yayo Herrero (Madrid, 1965) insiste en la necesidad de fijarse en las interdependencias (y las ecodependencias); Innerarity tiene clara una cosa: la metáfora de la guerra no sirve y habla también de suturas intergeneracionales. Alba Rico se fija en una normalidad no feliz en la que estábamos sumidos y se pregunta hasta qué punto el capitalismo se podrá reformar ahora que ha descubierto la dependencia de los cuerpos. Muchas –o, por lo menos, demasiadas preguntas– para tan pocas respuestas.

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Se les pregunta a los filósofos y filósofas cómo afectará esta crisis a los individuos en tanto que sociedad, qué mundo nos espera y cómo afrontarlo. Sobre el discurso del miedo, la vigilancia digital y el big data para supuestamente protegerse de la pandemia (en un mundo que avanza hacia la desaparición de la protección de datos), el avance de la extrema derecha o cómo afrontar la pérdida colectiva que está suponiendo la crisis nos preguntamos todos. Marina Garcés asegura que “cuando el miedo empieza a ganar entre nosotros y a infiltrarse, es entonces cuando comienza la derrota”. ¿Estamos entonces ante una derrota?

En un contexto en el que las vulnerabilidades privadas han dejado de ser ficción, en el que “el futuro da miedo y parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, hay una parálisis de pensamiento utópico. Y un mundo sin utopías mira hacia atrás", como asevera el intelectual e historiador italiano Enzo Traverso (Gavi, 1957) en una entrevista en La Marea.

Parece necesario pensar y repensar la salud de los cuerpos y la mente desde diferentes ópticas, repensar cómo deberemos o podremos relacionarnos con “el otro” y qué lugar ocuparemos nosotros mismos en un mundo el que podemos convertirnos en seres potencialmente peligrosos.

Interesantes reflexiones nos llegan del filósofo coreano afincado en Alemania Byung-Chul Han (Seúl, 1959), quien insiste en que de poco le va a servir a Europa aferrarse a los viejos modelos de soberanía y en que el Viejo Continente “aún no se ha enterado del cambio de paradigma”, en referencia a los supuestos beneficios que conlleva una vigilancia digital más estricta.

En un artículo reciente publicado en El País, el coreano escribía: “Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras. Pero eso es una huera exhibición de soberanía que no sirve de nada. (...). Entre tanto también Europa ha decretado la prohibición de entrada a extranjeros: un acto totalmente absurdo en vista del hecho de que Europa es precisamente adonde nadie quiere venir. Como mucho, sería más sensato decretar la prohibición de salidas de europeos, para proteger al mundo de Europa”.

Proteger al mundo de Europa es una idea nueva y rompedora. La Europa fortaleza que deja morir a los refugiados en el Mediterráneo queda expuesta a la vista de todos y se presenta como blanco sobre el que apuntar. ¿Estamos ante una nueva era? El siempre polémico Michel Houllebecq (Isla de Reunión, 1956) dice que no, que el “mundo post-pandemia”, si es que es lícito usar esta terminología, “será exactamente igual”. El esloveno Slavoj Žižek (Ljubljana, 1949), quien ya ha publicado su primer libro sobre el tema (Pandemia, Anagrama, 2020), se mantiene en la línea de Di Cesare y va un poco más allá del “no habrá un retorno a la normalidad”.

Para el filósofo esloveno, la nueva normalidad se tendrá que construir sobre las ruinas de nuestras vidas anteriores. “Hegel escribió que lo único que podemos aprender de la historia es que no aprendemos nada de la historia, así que dudo que la epidemia nos haga más sabios. Lo único que está claro es que el virus destruirá los cimientos de nuestras vidas, provocando no sólo una enorme cantidad de sufrimiento, sino un desastre económico posiblemente peor que la Gran Recesión. No habrá ningún regreso a la normalidad, la nueva normalidad tendrá que construirse sobre las ruinas de nuestras antiguas vidas”. Ahí queda.

 

Lee el especial completo  '...Y llegó la pandemia'  en este enlace

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