Opinión
Ciudades para ciudadanas y ciudadanos
1 de octubre de 2019
El derecho a la vivienda digna (un derecho recogido en la manoseada Constitución) se ha convertido en un lujo si quieres vivir en una ciudad de España. Solo el precio de los alquileres residenciales se ha elevado un 50% en nuestro país en el último lustro, sobre todo, en Madrid, Catalunya, Baleares y Canarias. Así alertaba el Banco de España en un estudio el 1 de agosto, en el que advertía, además, de la precariedad que esta subida conlleva para los jóvenes con contratos precarios (una mayoría considerable) que quieren acceder a su primera vivienda y a su independencia. Una de las razones de esta subida insoportable es el efecto de los alquileres turísticos, cuyos precios compiten en superioridad de condiciones con respecto al alquiler de viviendas, pero también el negocio que se traen los fondos buitre con todo tipo de edificios y la complicidad de las administraciones neoliberales para venderles hasta el escaso cupo de vivienda social.
Ciudades, pues, como negocio con la vivienda, sobre todo, o con el turismo, en alza, y no ciudades para vivir y estimular la convivencia. Ciudades para sobrevivir en un medio hostil e individualizado: sálvese quien pueda. Venecia es, probablemente, el caso más extremo de cómo una ciudad que desde los años 50 del siglo pasado, cuando el turismo empieza a entrar de forma considerable, tenía 175.000 locales ha pasado a 50.000 venecianos. Teniendo en cuenta que cada día entran en la ciudad de los canales 60.000 turistas, es difícil encontrar a un veneciano en sus calles atestadas de gente, de tiendas de recuerdos, restaurantes, bares, barras de comida rápida y despojadas prácticamente de colegios y hospitales. Venecia ha perdido más población por el turismo que a causa de la peste. En 2040 podría haber muerto toda la población local. Por supuesto, los pisos turísticos son el gran negocio de este siglo en Venecia.
A más negocio en las ciudades, mayor se hace la brecha de la desigualdad entre los ciudadanos/as. La vivienda y la contaminación son hoy los grandes problemas de las ciudades. La economía neoliberal se niega a frenar el mercado libre o la libre circulación de vehículos por las atestadas calles, y si echas un vistazo a tu alrededor en el centro de Madrid, por ejemplo, empiezas a creer ya que la máxima de Rousseau (s. XVIII) se cumple desde hace tiempo: “Las ciudades son el abismo de la especie humana”. Mientras la gente se agolpa en las ciudades en busca de oportunidades laborales, aunque sean limitadas, dejamos que España se vacíe por Castilla-La Mancha, Galicia o Andalucía.
¿Qué nos quedará?
Nos quedarán millones de individuos –lejos del concepto de colectividad- viviendo como autómatas y trabajando precariamente para una minoría blindada contra la pobreza –y hasta contra la contaminación– gracias al negocio sin límite que le garantiza el precariado. Vivir para trabajar. No es una distopía; ya es el presente en muchas ciudades de África o Asia y el futuro mediato en Europa si no le ponemos freno, naturalmente, las poblaciones comprometidas que deseamos ciudades y pueblos que sean espacios de convivencia, diversidad y bienestar.
Trabajemos también por espacios de igualdad de género, ciudades feministas donde hombres y mujeres vivan en igualdad de condiciones y no –como en todo– con ellas como si no existieran. “El espacio urbano es una parte del escenario de las desigualdades que existen en la sociedad en el marco de una sociedad capitalista, patriarcal y colonialista, pero además, el espacio urbano contribuye a reproducir estas desigualdades”, denuncian, entre otras, las integrantes de la cooperativa de arquitectas, sociólogas y urbanistas Col·lectiu Punt6, cuya labor (urbanismo que pone la vida en el centro) se ha desarrollado en ciudades que van desde Barcelona a otros ayuntamientos de su área metropolitana como el Prat de Llobregat o Castelldefels. Col·lectiu Punt6 asegura que en España se van haciendo cosas (Valencia, Barcelona, Donosti...) aplicando la perspectiva de género en el urbanismo. Pero no es suficiente. Madrid Central les parece un proyecto insuficiente. Piden cambios radicales para problemas radicales de la gente, incluido el aumento de la desigualdad en las condiciones de vida, de la mortalidad por problemas de salud agravados con la contaminación y/o la vulnerabilidad, así como la soledad, particularmente, de las personas más mayores. Pero no solo (ciudad grande, soledad grande).
Son imprescindibles ciudades que cuiden a sus ciudadanos/as a través de administraciones que ejecuten políticas ecologistas y animalistas, feministas e integradoras. Hay que exigirlo y denunciar las acciones equivocadas y que pongan a la sociedad en el último lugar de sus prioridades. En Público damos el pistoletazo de salida con este especial. Si no se empieza, nunca se llega.