Curar objetos para salvar el planeta
Iniciativas privadas y públicas del área metropolitana conciencian a la ciudadanía sobre la necesidad de alargar la vida útil de algunos aparatos y ofrecen formación para aprender a repararlos
Son las diez de la mañana del sábado y una decena de personas conversan animadamente frente a un local del distrito de Sant Andreu, en Barcelona. Todos llevan bolsas o cajas grandes: en ellas transportan sus electrodomésticos moribundos. Como si de una sala de urgencias médicas se tratase, esperan a que los integrantes del proyecto Restarters BCN abran las puertas del Espai 30 y den inicio a la Restart Party del mes. Durante el evento, los reparadores voluntarios revisarán los cacharros averiados para poder efectuar un diagnóstico y, si es posible, reanimarlos.
"Restarters BCN nació en 2015. Las Restart Parties son eventos en los que un equipo de voluntarios enseña a reparar electrodomésticos u objetos electrónicos a sus propietarios", cuenta Blanca Callén, una de las cofundadoras del proyecto. Con ello quieren que se pierda el miedo a manipular los objetos, a operarlos. Estos quirófanos improvisados se organizan en los barrios de la Sagrera –Espai 30– y Sant Martí –Casal Ca l’Isidret– al menos un sábado al mes. La idea, según Callén, es poner en marcha una red municipal de comunidades reparadoras, para implicar a los vecinos y colectivizar el conocimiento adquirido.
Los reparadores no son necesariamente profesionales. "Acostumbran a ser personas manitas, que están concienciadas con el medioambiente y que deciden compartir su tiempo", explica Callén. "Aunque no sean expertos, les animamos a apuntarse, porque, de esta manera, también pueden aprender de los otros voluntarios", agrega. Por el momento, la presencia de reparadoras mujeres es más bien escasa, un hecho que quieren revertir poco a poco.
Averías menores con fácil solución
Miquel es uno de los voluntarios con más experiencia. Empezó a participar en el proyecto en 2015, por conciencia ambientalista: "Antes trabajaba en un taller de recuperación de residuos eléctricos, tratando de resucitar aparatos descartados". Pero admite que ha ido aprendiendo a base de "prueba y error". "Tendremos que abrir", sentencia Mario, otro de los voluntarios del proyecto. Con instrucciones claras, indica a Fina cómo debe manipular su depiladora, que usa desde hace 20 años. "Funciona perfectamente, solo se ha gastado el cable. ¿Por qué iba a tirarla? El problema es que en cualquier otro sitio no la hubiesen reparado", afirma ella. A fuerza de tratar con objetos, Mario asegura que ve mucha diferencia entre los viejos y los nuevos. "Las cosas antiguas estaban pensadas para ser reparadas. Las de ahora no. Si se estropea algo, a comprar otro. Es el negocio", dice.
En las 19 Restart Parties celebradas el año pasado, se atendieron 154 aparatos, según cálculos de la organización. De ellos, se logró reparar entre el 55% y el 65%. Muchas averías resultaron ser de poca importancia, incluso causadas sencillamente por la acumulación de polvo. La mejor herramienta para esto son los cepillos de dientes, que en el taller descansan entre tornillos y soldadores. "Los usamos mucho, son geniales para limpiar", mantienen. A la pregunta de cuál es el objeto más habitual en las Restart Parties, Callén comenta entre risas que los que vende un conocido supermercado. Y recomienda comprar productos de calidad para no acabar pagando de más: "Los usuarios también deben aprender a consumir: lo más barato suele salir caro".
Este proyecto barcelonés está vinculado a un movimiento global, The Restart Project, creado en 2012 en Londres. Janet Gunter, una de sus fundadoras, explica que la iniciativa ejerce desde entonces de nexo entre los grupos asociados, que operan en 13 países, entre ellos España. Según sus cálculos, se han reparado más de 7.000 objetos y ahorrado al planeta casi 20 toneladas de desechos y unas 300 de CO2. El proyecto colabora con una campaña europea sobre el derecho a reparar. La Comisión Europea propuso en octubre de 2019 obligar a los fabricantes a diseñar los objetos de manera que su reparación sea más fácil y accesible para todo el mundo. La normativa, que todavía se está gestando, debería entrar en vigor a partir de 2021.
Repair Café es otra iniciativa ciudadana, similar a la de Restarters BCN. De hecho, ambas colaboran a menudo. Impulsada por la asociación Open Art, organizan eventos de reparación en el barrio de Baró de Viver, en Barcelona, y en Santa Coloma de Gramenet. En caso de que no puedan arreglar los objetos, los reciclan y los convierten en obras de arte que exponen de manera ocasional.
Promoción de la economía circular
Más allá de que los ciudadanos sean proactivos e impulsen iniciativas comunitarias de este tipo, las Administraciones son conscientes de que también les corresponde promover la economía circular entre la población y educar en la sostenibilidad. Con esa premisa nació en 2009 el espacio Millor que nou, reparat, una licitación del área metropolitana de Barcelona. "Las Administraciones se dieron cuenta de que a los Punts Verds llegaban muchos objetos en buen estado, que funcionarían con una pequeña reparación", explica Maria Ferràndiz, coordinadora del espacio. Al preguntar a los ciudadanos por qué los desechaban, la mayoría decía que la reparación era cara y que resultaba más barato comprar un objeto nuevo. "Aquí dedicas tu tiempo. Por eso el servicio es gratis", añade Ferràndiz. Los usuarios cuentan con la supervisión de un técnico, un profesional que les enseña a hacer las reparaciones con seguridad.
A diferencia de Restarters BCN, que se centra en la reparación de electrodomésticos, en Millor que nou, reparat también se enseña a arreglar bicicletas y objetos electrónicos, como móviles y ordenadores, si precisan reparaciones sencillas. También a arreglar muebles, ajustar piezas de ropa e incluso a crear prendas nuevas a partir de tejidos usados. La coordinadora calcula que el 75% de los objetos que llegan al local –un espacio abierto permanentemente de lunes a sábado en el barrio de Sant Antoni– se reparan.
"Al principio hubo rechazo por parte de los talleres de reparación, porque creían que les quitábamos el trabajo, pero no queremos competir con ellos", señala Ferràndiz. "De hecho, contamos con un listado de negocios de Barcelona para que los usuarios puedan contactarles en caso que lo necesiten o no consigan reparar aquí el objeto. Millor que nou, reparat es un proyecto dirigido a personas que, de no ser por nosotros, hubiesen tirado sus aparatos", concluye.
Además de los profesionales contratados, el proyecto cuenta con la ayuda de algunos voluntarios. Nizar es una de las incorporaciones más recientes. Era carpintero en Siria, pero se vio obligado a huir debido a la guerra. Ahora lleva un año en Barcelona, aprendiendo castellano y catalán, y desde hace poco colabora con el área de carpintería del equipamiento. En su bolsillo guarda fotografías de preciosas cajoneras, hechas por él, y que debió dejar atrás, junto con su hogar.
También intercambio de objetos
En el local no solo se hacen reparaciones. Hay también un almacén para el intercambio. Un zoológico de bártulos de épocas, tamaños y colores diversos pueblan los 300 m2 de la sala. "Por cada objeto depositado se dan unos puntos al usuario, para que los cambie por otro", explica Ferràndiz. En los últimos años se han potenciado los talleres para mejorar el uso de algunos aparatos. Incluso se ofrecen clases de cocina para aprovechar mejor la comida y cursos de cosmética ecológica. Solo se paga el material. No supera los cinco euros.
Unas 20.000 personas han utilizado alguna vez estas instalaciones a lo largo de una década. La afluencia de visitantes, de hecho, ha aumentado de forma notable en los últimos años. "La gente está más concienciada", explica Ferràndiz. "Hace dos años recibíamos a unas 1.200 personas al mes, y ahora, 1.800". Pero reconoce que la franja de edad de los usuarios se mueve entre los 30 y los 50 años de edad. "Hay poca gente joven", explica. Atraerlos es un reto al que estas iniciativas deberán enfrentarse para garantizar el éxito y la continuidad de los proyectos y, con ellos, la salud del medio ambiente.
REINVENTAR EL DISEÑO MEDIANTE LA "DESOBEDIENCIA TECNOLÓGICA"
El diseñador y artista Ernesto Oroza es natural de Cuba y ha dedicado su carrera a analizar cómo los usuarios se relacionan con los objetos y los transforman para adecuarlos a sus necesidades. Sus proyectos se han exhibido en el MoMA de Nueva York y en La Virreina de Barcelona, entre otros centros, y ha colaborado con la Fundación Guggengeinm.
A principios de los años 90, Cuba vivió una gran crisis económica causada por el colapso de la Unión Soviética y el embargo estadounidense. Oroza, que acababa de terminar sus estudios de diseño, empezó a fijarse en que, ante la escasez de objetos, la población tuneaba las sillas de plástico de toda la vida o aplicaba reparaciones espontáneas. "Se creó un diseño colectivo, utilitario", explica. Aquello le inspiró para forjar la base teórica de sus propuestas artísticas.
"Antes se sobreentendía que el objeto se estropearía, por lo que era necesario pensar en cómo podría repararse", recuerda Oroza. Algunos incluso traían consigo un libro de instrucciones de reparación o piezas de recambio. La tendencia parece haber cambiado en los últimos años de la escuela de diseño Ulm, fundada en Alemania en 1953. Allí se crearon diseños más simplificados, fáciles de producir y ensamblar. Se primó la simplicidad de las formas, antes que la facilidad de abrir y manipular el objeto. "¿Ese fue el punto de inflexión hacia un diseño que aliena al usuario?", se pregunta Oroza.
Con sus propuestas artísticas, defiende la "desobediencia tecnológica" y que los usuarios puedan participar de un objeto. También aboga por crear "objetos socialistas o de necesidad": según él, son aquellos que están pensados realmente para cubrir las necesidades de las personas y que sirven para diluir las diferencias de clase. Un ejemplo, según él mismo, sería el metro.
"Reparar se ha convertido en activismo político". Lamenta que hacerlo todavía esté vinculado a la pobreza, lo que puede acarrear un estigma social.