La Bostik, de fábrica en desuso a corazón cultural de la Sagrera
La nave industrial lleva cinco años acogiendo actividades culturales y sociales abiertas a los vecinos y vecinas del barrio. Una de las actividades más exitosas es su mercadillo ‘vintage’
Durante los siglos XIX y XX Barcelona se convirtió en una gran fábrica. Obradores, talleres y naves industriales proliferaron a lo largo y ancho de la ciudad y le dieron la proyección y el empuje económico que la ha convertido en la ciudad que es hoy. Poco a poco, y durante la segunda mitad del siglo XX, muchas de estas fábricas quedaron abandonadas o en desuso. Hablamos de espacios como Can Batlló, en la Bordeta; la Lleialtat Santsenca, en Sants; Macosa y Ca l’Alier, en el Poblenou... Ahora, los barrios tratan de recuperar estos espacios para darles usos comunitarios. Uno de ellos, la Nau Bostik, acaba de celebrar cinco años al servicio de vecinos y vecinas, revitalizando el tejido cultural de la Sagrera.
Un domingo ‘vintage’
Es domingo de invierno –casi primaveral– y son las tres de la tarde. El fin de semana toca a su fin, pero hay quien apura y no quiere perderse uno de los eventos más populares de la Nau Bostik, el mercadillo vintage. Algunos toman vermú; otros, más solitarios, deciden leer al sol y disfrutar de las altas temperaturas, inusuales para el mes de febrero. Àlex Domènech vende kokedamas –bolas de musgo, en japonés–. En lugar de en la tierra, la planta se introduce en una pelota de musgo capaz de regular el agua. Un invento decorativo y sostenible. Domènech no está demasiado contento con las ventas: "La cosa anda floja porque es Carnaval". Es la segunda vez que acude a vender al Vintage Market de la Bostik y apuesta por este tipo de espacios para dar a conocer su producto. "Para las pequeñas empresas, estos espacios son necesarios: das a conocer el producto y el boca-oreja te trae más clientes", asegura.
A unos metros se encuentra el tenderete de Sara Reyes, que diseña sus propias joyas de macramé y algunas piezas de ropa, bajo la marca Wild Zoe. Tiene el taller en Esparreguera, donde trabaja durante la semana. Los sábados y los domingos monta su tenderete en festivales de música, mercados y ferias. Es la primera vez que acude a la Bostik. "Estos espacios permiten recuperar la esencia del barrio, dar vida y riqueza. Ayudarse entre todos, ¿no? De eso se trata. Estas iniciativas son un oasis para la gente que vive aquí, que está saturada de esas masas de turistas del centro que han hecho de esta ciudad un parque de atracciones. Barcelona no es eso", se queja Reyes.
Agustina Dibo lee al sol. Es argentina y lleva viajando un año y medio. En 15 días regresa a Buenos Aires. Una de sus amigas ha tiene un puesto con ropa de segunda mano y ella está haciendo tiempo. "Es evidente que este ha sido un espacio luchado. Que se mantenga y se le den este tipo de usos es lo que hay que hacer; al fin y al cabo, se trata de un tema de sostenibilidad. ¿Cómo vas a destruir semejante recinto para hacer uno nuevo? Se reconstruye, se optimiza y se aprovecha", argumenta.
También Diego Hernández, uno de los curiosos que se han acercado, apuesta por el aprovechamiento de los recintos fabriles: "Son tan grandes que permiten hacer actividades que no tienen cabida en otros espacios". Considera que los barrios periféricos de Barcelona siempre han estado marginados y que estas iniciativas sirven para que los vecinos vean que su barrio está vivo, "que no son barrios dormitorio abandonados". Vive en Sants, no muy lejos de uno de los espacios autogestionados más importantes de la ciudad: Can Batlló.
La Bostik, para el barrio
Eventos como este llenan el recinto, pero la Nau Bostik se hallaba cerrada cuando el arquitecto y fotógrafo Xavier Basiana se propuso transformarla en un espacio para el barrio. ¿La idea? Crear un epicentro cultural y social que articulase la vida comunitaria de la Sagrera, muy perjudicada por las interminables obras del AVE. Desde 1923 y hasta 2006, la Nau Bostik fue sede de The Boston Blacking Co, que fabricaba adhesivos para calzado y que gozó de su época dorada en los años 60. El recinto, de 6.000 m2, cuenta con 12 naves de diferentes propietarios, pero gestionadas de manera conjunta a través de una fundación.
Tras los Juegos Olímpicos de 1992 –que pasaron de puntillas por muchos de los barrios de la Barcelona más periférica–, el equipo de arquitectura de Basiana realizó un estudio para recuperar el Rec Comtal como una zona verde que iría desde la Trinitat hasta Glòries. Buscó un promotor. Y supo captar la atención del mediático Norman Foster, quien le apoyó. El proyecto, sin embargo, contaba con la llegada de un AVE que, de momento, brilla por su ausencia, por lo que aquel proyecto quedó en nada.
Ante esto, Basiana pidió en 2014 la cesión de la Nau Bostik. Y entonces se empezó a trabajar en dos líneas: por un lado, en la rehabilitación de la fábrica, pensando en el barrio y en sus habitantes, y por otro, en una programación cultural amplia, que, con el tiempo, la ha convertido en el ejemplo a seguir que es hoy. "Somos un referente europeo en arte urbano: hasta aquí se acercan miles de turistas cada año para ver los murales", dice orgulloso Basiana. La rehabilitación de la Nau Bostik no solo responde a la necesidad de recuperar un espacio que pertenece al barrio en el que se ubica, sino que tiene como objetivo crear un centro cultural que fortalezca el tejido vecinal en una ciudad cada vez más gentrificada; todo ello sin perder el patrimonio y la memoria industrial, pasado y presente de Barcelona.
El quinto aniversario
El 15 de febrero hizo cinco años que la Bostik se abrió al público como espacio cultural autogestionado por y para el barrio y económicamente autosostenible –aseguran que no cuentan con recursos públicos–. En este tiempo ha sido galardonada en varias ocasiones: Bostik Murals obtuvo en 2017 el premio Lluís Carulla al mejor proyecto cultural emprendedor y transformador; mientras que la Associació del Museu de la Ciència i de la Tècnica i d’Arqueologia Industrial de Catalunya la reconoció con el premio Bonaplata, por consolidar, restaurar y reutilizar el espacio industrial.
La nave, asimismo, se ha convertido en un espacio vertebrador y articulador del tejido social del barrio de la Sagrera. Entre semana, vecinos y vecinas pueden visitar en la Bostik exposiciones, participar en seminarios y charlas o asistir a conciertos. También cuentan con espacios que se pueden alquilar y estudios privados de artistas y diferentes colectivos. Un lugar de barrio al que cualquiera puede acceder para crear un evento que se considere de interés para todos. En ocasiones en la nave hay artistas residentes que aprovechan su estancia en la ciudad para llevar a cabo sus proyectos.
Basiana hace una valoración muy positiva de todo lo acontecido desde 2015: "El proyecto ha crecido muy rápido y se ha convertido en un espacio que ofrece muchas posibilidades. Aun así, todavía no sabemos qué va a pasar con él, ya que, en principio, hay que derribar las naves". "Se nos cedió el espacio mientras estas no se derribaban, pero en la planificación urbanística se contempla el derribo. Hacerlo, después de estos cinco años y de todo lo que hemos trabajado, sería un crimen. Hemos conseguido convertir la Sagrera en un referente cultural y social. Tanto la Generalitat como el Ayuntamiento consideran que la Nau Bostik debe quedarse tal cual, pero nadie ha cambiado el ordenamiento que planea su derribo", lamenta Basiana.
Con motivo del aniversario, la Bostik ha presionado al Consistorio para que abra un proceso participativo para saber qué opinan los ciudadanos y ciudadanas. "Creo que la mayoría de la gente dirá que hay que conservar el espacio. Hemos preservado el patrimonio, lo hemos transformado y le hemos dado una nueva vida", resume Basiana, que añade que tiene fe en el Ayuntamiento y pide que la Nau Bostik se consolide como lo han hecho la Fabra y Coats, en Sant Andreu, o Can Batlló, en la Bordeta.
El futuro del equipamiento
La Nau Bostik trabaja en la actualidad en el marco del proyecto Horitzó 2020 de la Unión Europea, para hacer del equipamiento un espacio más verde y sostenible. Es por esto que los colectivos que forman parte de esta iniciativa están preparando una propuesta que sea capaz de aglutinar las sensibilidades de todas las entidades del barrio, incluyendo las escuelas y los centros culturales. El objetivo de esta medida no es otro que debatir cómo se pueden usar los espacios del recinto teniendo en cuenta tres premisas: la conservación del patrimonio industrial, la gestión comunitaria y la apertura de un proceso participativo con los elementos activos del barrio.