150 años de historia y seis generaciones
La ciudad de Elche pasó de ser una pequeña localidad de 27.000 habitantes a principios del siglo XX a superar los 200.000 en el XXI. En medio, una pujante industria del calzado que ha servido de motor para el crecimiento de la tercera ciudad más grande de la Comunidad Valenciana.
En 1900 Elche tenía 27.000 habitantes y en 2022 la ciudad ha superado los 234.000. Una población que se ha multiplicado por diez en 120 años y cuya razón de ser solo puede explicarse por la consolidación de un proceso de industrialización, cuya fecha de inicio podemos situar en torno al año 1875, basado en un monocultivo industrial: el calzado. Contemplamos hasta la actualidad seis generaciones de empresarios y, al tiempo, ni una sola empresa que haya cumplido un siglo.
La primera generación, la de los pioneros, entre 1875 y principios del siglo XX, fue la de los introductores de las primeras máquinas inglesas para la confección de alpargatas y, junto a ellos, en lo que hoy conocemos como industria auxiliar, las primeras fábricas de lonas. Ese primer grupo de empresarios se encontró también con un movimiento obrero organizado en torno a sociedades de resistencia y de socorros mutuos (El Círculo Obrero Ilicitano). La huelga de alpargateros de 1903, motivada por el despido de un trabajador y mantenida durante nueve meses con el apoyo de la UGT de toda España, evidenciaba también la consolidación de un movimiento obrero con hegemonía del PSOE y de la UGT, hasta el punto que ambas organizaciones mantuvieron un órgano de expresión semanal durante tres décadas consecutivas (Trabajo entre 1908-1924 y El Obrero entre 1925-1939).
A principios del siglo XX, el trabajo de hombres, mujeres, niños y niñas en fábricas y a domicilio había reconvertido Elche en una ciudad con cada vez más alpargateros y menos agricultores. Por ejemplo, a principios de la segunda década del siglo XX nos encontramos en la industria alpargatera 5.585 mujeres frente a 2.600 hombres y cerca de un 75% de mujeres trabajando a domicilio, con salarios diarios entre un máximo de 1,5 pesetas y un mínimo de 0,25 pesetas para las aprendizas menores de 14 años.
La segunda generación de empresarios cubre las tres primeras décadas del siglo XX y tuvo sus años de oro con la coyuntura extraordinaria de la Primera Guerra Mundial. Un tiempo en el que algunas fábricas comenzaron a llamarse 'Viuda de...', con mujeres que en unos casos pusieron solo el nombre, pero en otros también la gestión directa de las empresas. En estos años nos encontramos a algunos de los primeros fabricantes que se convirtieron en millonarios, como el caso de Juan Orts Miralles (1873-1936), enriquecido vendiendo botas de lona al ejército francés, con medio millar de trabajadores —incluidas unas 170 mujeres— en la fábrica y a domicilio. Tanto dinero ganó, una vez acabada la Gran Guerra, que compró el Huerto del Cura por 20.000 pesetas y otras propiedades, cerró su fábrica y montó un gran comercio de alpargatas en Madrid.
La tercera generación, entre la década de los treinta y la de los sesenta, estuvo marcada por la Guerra Civil. En 1936 había en Elche unas 50 fábricas de alpargatas y otras tantas de zapatos y la guerra transformó la industria con los Comités de Control Obrero UGT-CNT sobre los fabricantes, que en gran parte siguieron en sus puestos y la adaptación de industrias a las necesidades del conflicto bélico, incluidas cuatro fábricas de guerra. En la posguerra, con una década de los cuarenta marcada por la falta de materias primas y de luz eléctrica (90 empresas en 1940 y 96 en 1949), se impusieron algunas macroempresas como Ripoll Hermanos y Compañía (1887-1970),dedicada a la fabricación de lonas y alpargatas con una plantilla en 1945 de 1.500 trabajadores y mayoría de mujeres en todos los grupos de edad. Una fábrica que contó con imprenta propia y hasta barbería y cuya sirena marcaba los tiempos para toda la ciudad. La otra gran fábrica del franquismo en Elche fue Fabricantes de Suelas de Caucho Aglomerado (Facasa), entre 1934 y 1974, conocida en Elche como 'El Trust' y propiedad de Antonio Brotons Oliver (1895-1976), con más de 900 trabajadores en la década de los cincuenta, igualmente con una importante presencia de mujeres y una población laboral muy joven, trabajadores 'enturnados' (de cinco de la mañana a una, de una del mediodía a nueve de la noche y de nueve de la noche a cinco de la mañana).
Las familias ilicitanas de clase media solían amenazar a los hijos perezosos en sus estudios con acabar en Facasa ("si no estudias, a trabajar al Trust"). Empresas como las citadas y otras con un importante número de trabajadores cerrarían todas ellas en la década de los setenta, una vez desatada la crisis del petróleo. Aunque el nivel de ventas fuera apreciable, ninguna de ellas pudo mantener el pago de los salarios de plantillas sobredimensionadas.
La cuarta generación, entre los 60 y los 80 del siglo XX, estuvo marcada por los mercados exteriores y por la llegada de americanos a una industria competitiva por sus bajos salarios. Empresas muy conocidas en toda España como Paredes, Kelme, J ́Haiber, Mustang, Pedro Miralles o el caso del emblemático empresario Miguel Hernández Martínez (1934), conocido como 'El marqués de Carrús', cuyo marquesado consistió en nacer en una casa sin luz ni agua potable, aprender el oficio siendo un niño después de una fugaz escolarización, fabricar zapatos de mujer en una fábrica minúscula de diez trabajadores, recibir a un americano en 1966, cobrar un millón de dólares para alcanzar el primer acuerdo y pasar a fabricar 10.000 pares diarios con una plantilla de un millar de hombres y mujeres, hasta que la crisis del petróleo diera al traste con un imperio efímero.
Otra muestra de la presencia americana fue la instalación en Elche de la empresa Uniroyal, fabricantes de los deportivos Keds, con una plantilla cercana al millar de personas y el mismo final que todas las grandes empresas ilicitanas a mediados de la década de los setenta.
La quinta generación fue la de las dos últimas décadas del siglo XX, con, una vez más, trabajadores del calzado reconvertidos en empresarios y creadores de grandes marcas: Antonio Vicente (Panama Jack), Juan Perán (Pikolinos) o Vicente García Torres (Tempe) como epónimos y como empresas que han externalizado buena parte de su producción. La generación actual, la del primer cuarto del siglo XXI, está representada por algunos de los más capacitados hijos de las grandes marcas ilicitanas. La novedad más significativa es la aparición por vez primeras de mujeres empresarias con un papel relevante en el sector, a pesar de que las viejas costumbres no han cambiado: aparadoras a domicilio y sin Seguridad Social, enfermedades asociadas al trabajo, destajo, clandestinidad y una competencia feroz con respecto a mercados emergentes.
Este mismo año entrevistamos a un cortador de una fábrica ya jubilado, con 40 años de oficio, y nos contó que había trabajado 30 años —y a plena satisfacción por su parte— en la misma empresa, a razón de 60 contratos de seis meses y con una marca que cambiaba cada tres años para evitar los gastos de la antigüedad. 'Made in Elche'.