Nunca me imaginé
El 25 de septiembre de 2018 la autora de este texto recibió una llamada de la Policía. Querían que identificase a su exmarido, que se acababa de suicidar. Antes, había asesinado a las dos hijas que tenían en común: Nerea y Martina. Tenían 6 y 2 años. Prats cuenta en este relato los fallos de un sistema judicial que no supo defenderlas a pesar de sus denuncias.
Nunca me imaginé que iba a pasar por esta situación y mucho menos que las personas que tienen el deber de protegernos actuarían de una forma tan irresponsable. Mi familia siempre me ha inculcado los valores de respeto y convivencia. Creo en las personas, aunque la experiencia me ha demostrado que no todos respetamos por igual.
Perdí a mis hijas Nerea y Martina el 25 de septiembre de 2018, asesinadas por su padre. La valoración policial del riesgo dio como resultado: bajo. Este fue uno de los motivos por los que no nos pusieron medidas de protección en el juzgado de violencia de género de Castellón.
Vivimos en una sociedad cada vez más individualista, donde cada vez se valora más destacar, sin importar los valores y el respeto por el otro. Afortunadamente hay un movimiento que quiere mantener estos valores y esta forma de relacionarnos nos da valía como personas y no como números.
En esta idea es en la que me voy a mantener siempre. A pesar de mi experiencia pienso que todos y cada uno tenemos nuestras peculiaridades que nos hacen individuales y que debemos conocernos para poder tomar la decisión de si una persona nos suma o nos resta en nuestra vida.
Me gustaría que en el ámbito judicial y en especial en los que trabajan con personas en situaciones de especial vulnerabilidad también se tuviera en cuenta esto. Yo me he encontrado con una jueza de violencia de género insensible y poco respetuosa con la persona que tenía delante. He sentido que solo era un número más.
La lástima es que no es el único juzgado en el que me he encontrado así. Pienso que cuando una víctima de violencia de género va a un juzgado es porque espera que la ayuden y no para encontrar trabas e impedimentos. Si no es así, ¿para qué vamos a ir? ¿Por qué ir a un juzgado que no te va a proteger? Sobre todo, si puede aumentar el riesgo que ya tienes…
Me gustaría que realmente los jueces y las juezas estuvieran formados y que pudieran entender el proceso por el que pasan las víctimas y los agresores. Así podrían saber que una víctima está bloqueada, tiene la autoestima baja y siente mucho miedo. Que el agresor siente que pierde el control de la situación y que hará cualquier cosa por recuperarlo, que son expertos en manipulación. Entre otras muchas cosas particulares de cada caso.
Por mi formación he podido saber que se han ofrecido cursos especializados, impartidos por profesionales a los juzgados y que los han rechazado. ¿Es mejor la formación entre jueces y juezas o una especializada? En cada ámbito debemos formarnos con las mejores herramientas y hay profesionales para ello. Espero que esto cambie. Y con esto no quiero decir que en todos los juzgados falte formación, pero en la mayoría de ellos es así. Hay muchos prejuicios y condicionantes personales que alejan de la imparcialidad a la judicatura. Por eso tenemos que hacer algo para cambiarlo y agradecer a los que se esfuerzan por hacer bien su trabajo, animándoles a seguir así.
Otro aspecto que considero importante es el respeto a los niños y niñas, son nuestro futuro y nuestra responsabilidad. Yo me sentí incapaz de proteger a mis hijas porque donde pedí ayuda no se las tuvo en cuenta, ni en la valoración del riesgo que tenían ni por la situación por la que estaban pasando. Eso me generó mucha indefensión. No puedo entender que no se proteja a unas niñas porque a ellas ni se las escuchó ni se habló de ellas.
¿En qué pensaron ese fiscal (que no he visto ni me ha visto nunca) y esa jueza cuando vieron y escucharon las fotos y los audios que presenté? ¿Es que no los tuvieron en cuenta? ¿No consideraron que tuvieran que proteger a dos menores? ¿Tampoco era importante la valoración de mi médico de familia? No puedo pensar que todo esto es normal, que es un descuido. Me duele mucho que la vida de mis hijas tuviera tan poco valor para estos profesionales. Nadie puede prever un asesinato, pero sí tomar medidas para evitarlo; en mi caso no hicieron nada, así lo siento.
No se respeta el interés supremo del menor que tanto abanderamos. No se escucha a los niños y se les utiliza como objetos. También son personas y como tales tenemos que escucharlas, respetarlas y sobre todo protegerlas. Tenemos normas para cumplirlas y aplicarlas, son las que garantizan el bienestar de nuestra sociedad. Si olvidamos esto perdemos la esencia de nuestra sociedad. Y si no son adecuadas hay que cambiarlas, no podemos esperar más.
Para que todo esto funcione, también se tienen que coordinar todos los implicados en el abordaje de cada caso: juzgados, policía, servicios sociales, sanidad, etcétera. Otra cosa que no entiendo es por qué no se le pidió un informe a la psicóloga del centro de la mujer donde fui, ni por qué no se hizo una valoración psicosocial de ninguno de los afectados en mi caso si en el juzgado de Castellón hay equipo de valoración psicosocial. Por qué la decisión se tomó sin tener en cuenta tantas cosas. Por qué nuestras versiones eran contradictorias si yo presenté pruebas que mostraban que había violencia y él no quiso declarar. Es algo que no puedo quitarme de la cabeza.
Algo que he echado en falta es una disculpa. Tampoco se me informó de la muerte de mis hijas. Lo dieron por sentado y nadie me lo confirmó. Todo lo que recibí fueron condolencias y ninguna información porque todo estaba en el juzgado, ese mismo juzgado que de nuevo me ignoraba y no me tenía en cuenta. Y al que de nuevo he tenido que pedir yo, a través de mi abogado, que me informe de lo sucedido.
Si el proceso ya de por sí es cruel, esta forma de proceder lo hace mucho peor. La desinformación me produjo mucho más dolor y rechazo hacia la institución que no nos protegió. Afortunadamente también he encontrado una parte positiva y es que recibo mucho apoyo. Primero de mi familia, amigos/as y todas las personas que me rodean, de mi abogado, psicólogas y personal del Centro de mujer de Castellón y Madrid, fisioterapeuta, el Defensor del Pueblo y todo su equipo, la Fiscal General del Estado, periodistas, asociaciones, etc.
En particular tengo que agradecer a Isa Gallardo Sánchez que haya llenado mi día a día de mariposas, con el proyecto ‘El latido de las mariposas depende de nuestra actitud’, que ha creado para sensibilizar a los niños y niñas sobre la violencia de género. Nos ha traído a las hermanas Mirabal (asesinadas en 1960), a las que llaman Las Mariposas, para recordar que la violencia continúa cada día en nuestras sociedades y no solo el 25 de noviembre, cuando se celebra el día contra la violencia de género. Me ha enseñado que con el corazón y la sensibilidad por lo que pasa a nuestro alrededor se puede llegar a muchos sitios, que es donde están llegando nuestras mariposas.
Este proyecto me ayuda cada día a luchar para que no se repita lo que a mí me ha pasado y a recordar a Nerea y Martina, aunque me hunda un poco más cada vez que sucede, porque sí, continúa pasando. Parece que no aprendemos de nuestros errores. ¿Cuántas personas más tienen que sufrirlo? Y digo bien, cuántas personas, porque los y las afectados/as son muchos, demasiados para seguir mirando para otro lado o dejándolo para mañana porque hay personas que no ven ese mañana.