"Los hoteleros prefieren a ‘kellys’ con hijos, así las pueden apretar"

Vania Arana
Sindicato Kellys Cataluña
El sindicato defiende los derechos de las ‘kellys’ –‘las que limpian’–, un colectivo invisibilizado en el eslabón más bajo de la industria hotelera

Madrid le recordaba a Lima. Y ella era más de mar. Así que Vania Arana (Trujillo, 1967) se plantó en Barcelona el año de las Olimpiadas. Quería seguir ejerciendo como profesora, pero no pudo convalidar los estudios. Llegó de casualidad, como muchas compañeras, al gremio de las kellys, las camareras de hotel. Le dijeron que no la cogerían sin papeles. Pero al patrón ya le iba bien su delicada situación –apunta ella–. En aquel hotel se hacían habitaciones enormes. El ritmo era extenuante. No quería dejarlo sin antes pelear. Y sigue peleando. Ahora en Las Kellys.

¿Cuesta más romper con la explotación laboral cuando no se tienen los papeles?

Sí. Y eso que cuando empecé como kelly, hace 30 años, el sector hotelero no estaba tan mal. Ganábamos más. Hoy solo da para comer.

Su reivindicación no es sólo económica, como defienden los sindicatos.

Son también las condiciones. Los grandes sindicatos, UGT y CCOO, hablan de la prioridad de la equiparación salarial por el convenio de hostelería que se firmó en 2016. Nosotras vamos más allá. En la firma del convenio me di cuenta de la realidad de los grandes sindicatos: no querían tocar la externalización, cuando la equiparación salarial es un parche. Las camareras de piso externas tienen que aumentar el número de habitaciones a hacer para ganar lo mismo que las internas. La carga es brutal. No la pueden realizar. Eso también influye en las internas.

¿Compiten entre ellas?

Sí, una competición que nos enferma.

¿Ha sido ese el principal trabajo que ha tenido que hacer su plataforma? ¿Evitar que se hable de kellys buenas y kellys malas?

Sí. Yo he sido externa e interna y siempre ha sido degradante. Somos el eslabón más bajo del sector hotelero. A la camarera de piso no se la considera persona, sino un ser ignorante y al que se puede pisotear. Muchas callan por no perder el trabajo. El jefe les dice que, si no les gusta, hay muchas otras que harán sus habitaciones. Y no pueden perderlas, han de sustentar a sus familias.

Su trabajo está feminizado.

En la actualidad, los hoteleros eligen incluso el tipo de mujer. Prefieren kellys con hijos,  mujeres a las que apretar. Y si son extranjeras, mejor. Las pueden apretar más. Y de otro idioma, todavía mejor. Así no se enteran.

¿Qué hacen ante esa situación?

Nos hemos encontrado camareras exhaustas, llorando. Si no pueden más, debemos bajar todas juntas para que no sancionen a una sola. Los hoteleros creen que no enfermamos y que podemos hacer 30 habitaciones en cinco horas. No tenemos una varita mágica para hacer las habitaciones: nos están matando. A vista y paciencia de todos. Cada vez enfermamos más rápido. Yo tengo 51 años y estoy medicada. Pero veo a compañeras fastidiadas de túnel carpiano, bursitis... Y no tienen ni 30 años. ¿Qué hará el Gobierno con tantas mujeres enfermas?

¿Qué plantean?

La Ley Kelly, que pide que la actividad principal de las empresas hoteleras no se pueda externalizar. Los grandes sindicatos nos dicen que esta externalización siempre ha existido. Y es cierto, pero como especialización: para limpiar una fachada. No para cuestiones que están dentro de la empresa.

¿En qué punto está su ley?

El año pasado la echaron para atrás dos veces consecutivas. El PSOE se comprometió a sacarla adelante. Esperemos que cumpla. Es de justicia. Los partidos políticos en campaña arrullan, pero a la hora de los loros –como dicen las compañeras– no hacen nada. Tenemos que estar en las calles, en los hoteles. Porque el Parlament aprobó el año pasado el sello de calidad que distingue a los hoteles que no tengan la plantilla externalizada, y el señor Torra no lo ha desarrollado.

¿Y el Ayuntamiento de Barcelona, qué?

Pudo haber ayudado. Tuvimos reuniones. Pero el señor Agustí Colom [concejal de Turismo (BComú)] no estaba por la labor. Y vimos que tiene mucha conexión con CCOO.

¿Los sindicatos han sido un lastre?

Tienen sus propios intereses. Podría contar tantas cosas... UGT nos dijo que nunca llamaría a la huelga, que delante de una cámara no dirían que estaban en contra de una externalización. Con CCOO no nos llegamos a sentar. Si nosotras, las camareras, estamos como estamos es porque los sindicatos no nos han sabido defender. Hemos dejado en sus manos nuestra salud, nuestro futuro.

Hace más de medio año que ejerce de portavoz de las kellys catalanas. ¿La visibilidad la penaliza en sus trabajos?

No puedo separar mi trabajo de mi labor política. Pero, mire, en el trabajo a todas nos pueden sustituir. En la familia, no. Mi labor tiene que ser la de luchar y sacar a flote a mis compañeras, no la de unirme al hotelero.

En su opinión, ¿cuáles son las compañeras kellys más invisibilizadas?

Las de ciudades pequeñas y pueblos. Están aún más sumergidas. No se ven. En sitios tipo Port Aventura, que los lleva UGT y CCOO, están dejadas de la mano de Dios. Ellos no plantan cara. Hay trata: se va una y viene otra.

ESPERANZA VERDE EN UN AÑO DECISIVO

Hace más de medio año que el verde acompaña a Vania Arana allá donde va. La camiseta de las Kellys se ha convertido en un innegociable entre sus enseres. Desde octubre de 2018 es la representante de Las Kellys Cataluña. El colectivo, con cerca de 300 filiales, precisaba de una unidad en territorio catalán para presionar mejor sobre el terreno. Tienen cosas importantes entre manos. Este debe ser el año en que se impulse su Ley Kelly y un sello de calidad, junto a TripAdvisor, que distinga a los hoteles que externalizan los trabajos de los que no. Las casi 100 afiliadas al Sindicato Kellys Cataluña seguirán también protestando delante de los hoteles que no respeten las condiciones de las camareras de piso. Se manifestarán cada viernes hasta noviembre por el despido de dos kellys en el Gran Hotel Central de Barcelona. Siempre de verde, sea o no primavera.