Los feminismos del mundo, en Barcelona

"Puede observarse en Barcelona y en otras ciudades de países ricos que la propuesta liberal de la corrección sexual ha llenado de normas todas las opciones, incluso las minoritarias"

La ambiciosa iniciativa ¡Feminismos! del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, prorrogada hasta enero, está sirviendo para comprobar que la apología de la libertad sexual choca con los conformismos que se han instalado en nuestra sociedad. Desde la revolución sexual de los años 70, todo el mundo puede vivir este aspecto como le apetezca. Al menos, en teoría. La guía de comportamiento de cada cual es su concepción del mundo y experiencia. Pero, ¿a qué elecciones tenemos derecho? ¿Qué significa ser plenamente libre?

La feminista norteamericana Susan Sontag precisaba que hacer el amor no liberaba a las mujeres; tenían que saber de qué tipo de sexualidad debían liberarse para estar bien. Puede observarse en Barcelona y en otras ciudades de países ricos que la propuesta liberal de la corrección sexual ha llenado de normas todas las opciones, incluso las minoritarias. Se nos repiten frases hechas como que cualquiera tiene derecho a ser “él/ella mismo/misma”. En apariencia, eso significa que no hay nada que se oponga a la satisfacción de las necesidades. Pero, ¿qué tenemos y qué necesitamos? El deseo aparece si la satisfacción no es inmediata o total. Como diría el psicoanalista Jacques Lacan, emerge cuando la demanda de algo no se reduce a saciar una simple necesidad. Persiste solo si su objeto no ha sido consumido del todo. Así, ese objeto de deseo deja de ser deseable cuando ya ha sido plenamente poseído. A partir de esto, debemos entender que llegar al final de la posesión significa borrar una presencia que confirma la nuestra. En el instante en el que ese deseo se aplica a las personas y se somete a las leyes del marketing que lo gobiernan todo, la explicación es: a través del deseo, nos adherimos a un ser que conforma nuestro propio ser y reducimos a ese individuo a la subcategoría de cosa a pesar de su humanidad.

Así se destruye la posibilidad de cualquier actitud ética que considere al otro como un fin y no como un simple medio, una idea subyacente en algunas obras mostradas en el CCCB. En definitiva, el objeto se desea en el presente aunque no haya necesidad previa. Incluso se desea por inercia, porque nuestra voluntad es gobernada por una fuerza invisible.