El Grupo de Prospección Geofísica del Departamento de Mineralogía, Petrología y Geología Aplicada de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universitat de Barcelona.- ALBERT CASAS PONSATÍ/ UNIVERSITAT DE BARCELONA

La tierra que aún se acuerda / (nos) recuerda

Cada año los servicios de desactivación de explosivos detectan cientos de artefactos de la Guerra Civil que aún perduran debajo del pavimento

Queralt Castillo Cerezuela

Han pasado más de 80 años desde que acabase la Guerra Civil, pero España continúa siendo un territorio minado de artefactos que quedaron enterrados en la época. Los hallazgos se producen en casas, bosques, terrenos cultivables o en medio de la ciudad, como sucedió en Madrid el pasado enero, cuando se localizó un obús durante el transcurso de unas obras en una vivienda particular en la que se levantó el pavimento. También a principios de este año se halló un depósito de explosivos con 85 artefactos enterrado en Alcoy, Alicante.

Los hallazgos se producen, sobre todo, por parte de particulares o cuando se remueve la tierra para hacer algún tipo de obra. En 2016, un buscador de setas encontraba, mientras daba un paseo, dos granadas de mano en Abejuela (Teruel); ese mismo año el grupo de arqueólogos que excavaban en el antiguo hospital de Tavera, en Toledo, tuvieron que llamar a los Tedax cuando se encontraron con un proyectil.

Según el teniente Serrano, del Servicio de Desactivación de Explosivos y Defensa NRBQ (Nuclear, Radiológica, Biológica y Química) de la Guardia Civil, en 2021 se desactivaron en España 654 artefactos convencionales de la Guerra Civil; es decir, proyectiles, granadas de mano y granadas de mortero. “Es lo que solemos desactivar en un año. Sobre todo, en la zona de Huesca y Zaragoza, donde tuvo lugar la Batalla del Ebro. Fue una zona muy caliente durante la contienda y es donde más actuamos”, explica. También asegura que resulta imposible saber la cifra de los artefactos que quedan por detonar de la época: “No sabemos ni cuántos se lanzaron, ni cuántos se detonaron, ni cuántos quedaron sin detonar”.

Encontrados 74 artefactos en Girona 

En Les Preses, en La Garrotxa (Girona), todo empieza cuando, antes de morir, un anciano le comunica al Juez de Paz —y posteriormente al alcalde de la localidad— que, de niño, en febrero de 1939, vio cómo se descargaban una serie de bombas y se enterraban en lo que en aquel entonces era un campo de aviación del ejército republicano que se usaba, mayoritariamente, como pista secundaria para trasladar aviones de una base a otra o para probar aeronaves.

Sin más información que esa, pero dándole total credibilidad al testimonio, los Mossos de Esquadra, junto con el Grupo de Prospección Geofísica del Departamento de Mineralogía, Petrología y Geología Aplicada de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universitat de Barcelona, consiguieron, el pasado mes de junio recuperar hasta 74 artefactos enterrados en lo que ahora es una zona de cultivo de maíz. El trabajo fue dirigido por el catedrático emérito Albert Casas Ponsatí, experto en prospección geológica y geofísica e investigación minera, reconocido en 2011 con la Medalla de Bronce al Mérito Policial.

Desde un inicio, el grupo de expertos descartó la aplicación de métodos electromagnéticos por la presencia de una línea aérea de conducción eléctrica sobre la zona de interés, una instalación que podría interferir en las señales de las medidas geofísicas magnéticas y electromagnéticas en la zona. Para poder dar con el paradero de la munición, el equipo de la Universitat de Barcelona realizó estudios de caracterización del subsuelo con técnicas geofísicas. “Se descartó el uso de la técnica de radar de subsuelo debido a que la constitución del subsuelo es arcillosa y limita la profundidad de investigación y también se descartó el uso de la técnica de inducción electromagnética en el dominio de frecuencias porque sobre la zona de interés pasa una conducción de corriente eléctrica. En consecuencia, se seleccionaron las técnicas de prospección magnética y tomografía de resistividad que considerábamos que se complementaban, ya que la magnetometría actúa como localizadora de la situación de cuerpos metálicos, mientras que la tomografía de resistividad eléctrica nos podría proporcionar la profundidad de los cuerpos”, explica Albert Casas Ponsatí.

El catedrático emérito Albert Casas Ponsatí, experto en prospección geológica y geofísica.- UNIVERSITAT DE BARCELONA

Tal y como desglosa el catedrático, en el caso de la magnetometría se utilizó un magnetómetro de protones de +/- 1 nanotesla (nT) de sensibilidad —la intensidad del campo magnético en la zona es de aproximadamente 45.000 nT— y las medidas se tomaron sobre una malla regular de 0,5x0,5 metros a dos alturas diferentes —a nivel del suelo y a un metro de altura— para obtener el gradiente vertical que es más sensible para este tipo de aplicaciones. En el caso de la tomografía de resistividad eléctrica se midieron varios perfiles con un resistivímetro de 72 electrodos espaciados también 0,5 metros. Cases asegura que: “La coincidencia en planta de una anomalía magnética de más de 200 nT y una anomalía de resistividad eléctrica inferior a 5 ohmios·metro eran un claro indicio de que se había localizado con precisión la zona donde potencialmente podrían estar enterradas las bombas”. Los 74 artefactos bélicos recuperados, sin espoleta y con munición en el interior, serán destruidos con seguridad en la Base Militar de Sant Climent Sescebes, en el Alt Empordà.

El equipo de expertos que ha llevado a cabo este trabajo, entre los que se cuentan los profesores Mahjoub Himi Benomar y Raúl Lovera, del Departamento de Mineralogía, Petrología y Geología Aplicada de la UB, también ha trabajado en otras regiones de España, en países europeos como Francia, Italia, Reino Unido, Grecia o Portugal; y fuera de Europa en Marruecos, Túnez, Siria, Panamá, Líbano, Brasil, Argentina o Bolivia, entre otros.

Explosiones en los recientes incendios en Corbera d’Ebre

Por otra parte, los recientes incendios en Corbera d’Ebre, en Tarragona, escenario de la Batalla del Ebro, provocaron la explosión de numerosos artefactos que aún se encontraban en el terreno; una zona que los agricultores del momento abandonaron y que ahora se había convertido en bosque. La extinción del incendio, en el cual ardieron unas 400 hectáreas de masa forestal, tuvo que contar con un protocolo especial a causa de las explosiones.

“Esos artefactos llevan mucho tiempo bajo tierra y solo explotan cuando se ven sometidos a temperaturas muy altas, es decir, cuando hay un incendio. Las explosiones de este tipo de artefactos no se dan a causa de las altas temperaturas. Si hay muchas explosiones, como hubo en Corbera recientemente, no dejamos que el cuerpo de bomberos se acerque hasta que pase cierta intensidad del incendio. Cuando baja la temperatura, el riesgo de explosiones disminuye considerablemente”. Quien habla es Ricard Expósito Miró, jefe de región de Bomberos de Catalunya en Terres de l’Ebre. Explica que, en caso de encontrarse artefactos de la Guerra Civil, se georreferencian con un GPS y, a no ser que estén cerca de alguna vía de comunicación, no se señalizan, para evitar que llamen la atención y se acerquen coleccionistas o curiosos por la zona, ya que puede resultar peligroso. La información es transmitida de inmediato a los Tedax de los Mossos d’Esquadra, quienes llevan a cabo la detonación de manera controlada. En esta ocasión, se han encontrado nueve artefactos sin detonar, pero las explosiones han sido múltiples. “En estas situaciones, no se puede abrir una investigación de causas del incendio ni se puede hacer un perimetraje hasta que esté 100% controlado”.

Expósito cuenta que en Catalunya hay dos zonas de exclusión en las que los bomberos no entran: el Campamento Militar de Los Castillejos, en Tarragona y el campo de tiro de Sant Climent Sescebes, en Girona. “Allí no entramos porque hay mucho riesgo de explosiones”.

En el caso de Terres de l’Ebre, donde actualmente hay más artefactos sin explotar es en las zonas elevadas, donde se encontraban las trincheras de ambos bandos de la contienda. “Los explosivos que se encuentran en el fondo del valle ya han ido explotando a lo largo de estos años, pero no los de las zonas elevadas”.

Cabe recordar que, en 1938, en el marco de la Batalla del Ebro, una de las más intensas de la Guerra Civil, Corbera de Ebro fue atacada con bombardeos aéreos y artillería por parte de los dos bandos. El pueblo, lo que ahora se conoce como Poble Vell, quedó en ruinas y en 1992 fue declarado Bien de Interés Cultural por la Generalitat de Catalunya. Se trata de un escenario muy disperso en el que se encuentra mucha concentración de artefactos. En 2015, sin ir más lejos, se localizaron, en tan solo una semana y en el marco de la búsqueda de una persona que se había ahogado en el río Ebro, más de 350 proyectiles de artillería y granadas de mortero. Todos ellos pertenecientes al bando republicano.

Los incendios recientes en la zona tuvieron como epicentro el territorio en el que se produjo la quinta ofensiva de las tropas franquistas para recuperar la zona de las comarcas del Ebro. “Esta contraofensiva se dio durante la segunda quincena de septiembre de 1938 y fue cuando se llevaron a cabo los combates más duros de la Batalla del Ebro. Se enfrentaron la 13.a División de las tropas franquistas, La Mano Negra, contra la XII Brigada Internacional, conocida como Brigada Garibaldi. Fue una contraofensiva que contó con el apoyo aéreo de las tropas de Franco”, cuenta Joan Baptista Forcadell Bayarri, director del COMEBE (Consorci Memorial dels Espais de la Batalla de l'Ebre).

La presencia de estos artefactos nos continúa recordando qué pasó entre 1936 y 1939. Una tierra minada de cicatrices que nos habla, aunque algunos no la quieran escuchar.

Las comarcas del Ebro, zona de metralleros

Según explica Joan Baptista Forcadell Bayarri, hay un estudio de finales de los años sesenta en el que se calcula que durante la Batalla del Ebro se arrojaron unos 60.000 artefactos explosivos. Años después de la contienda, aparecieron los metralleros, es decir, personas que se dedicaban a ir en búsqueda de estos artefactos que habían quedado sin explotar. “Aún hay algunos”, explica Forcadell. “Después de que muchos campos quedasen inhabilitados precisamente por eso, muchos payeses se convirtieron en metralleros e hicieron de esta actividad su forma de vida”. De hecho, en el Museo Memorial de Gandesa se exponen piezas recogidas por algunos de estos metralleros.

Forcadell explica que se pueden encontrar tres tipos de artefactos: bombas de mano (granadas), proyectiles de artillería y granadas de mortero, aunque no se puede descartar la presencia de bombas de aviación.